La disparada de las desigualdades

Los medios de comunicación convencionales suelen presentar los rankings de los más ricos del mundo como una especie de show: ¿Qué cambios hubo entre los cinco o diez primeros? ¿Quién paso a quién? Sin embargo, no se trata de una tabla “inocente” ya que cuando se la analiza, muestra uno de más alarmantes problemas del Siglo XXI: el club de los super-ricos se va alejando a pasos agigantados del resto.
Por Bernardo Kliksberg *

Los efectos son devastadores. Oleadas de investigaciones recientes comprobaron correlaciones robustas y terminantes entre más desigualdad y aumento de la pobreza, reducción de la movilidad social, desocupación, debilitamiento de la cohesión social, ascenso de la criminalidad, destrucción de familias, creación de “trampas de enfermedad y muerte”, discriminaciones, y muchas otras dimensiones.

Según el Informe informe social mundial 2019 de Oxram, el 1% aumento su distancia respecto al 99% en 46 de 57 países analizados y la desigualdad creció en países que suman el 71% de la población mundial.

Por otra parte, otro estudio de la Universidad de Harvard en 100 países encontró que la desigualdad es clave en la corrupción.   Cuanto mayor, las elites no tendrán limites, porque amplios sectores de la población no tienen información, educación, ni vías para exigir transparencia, ni rendición de cuentas.   La sensación de “impunidad” en que se mueven esas elites, es según Harvard un gran incentivo para la corrupción. Así lo verificaron “los papeles de Panamá”.

 

La desigualdad sigue escalando, y estrechando la situación de los pobres, según muestra     informe el informe que todos los años presenta la organización Oxram. El del 2020 que presento en Davos, destaca entre los datos principales:

  • Los 2155 más ricos tenían en el 2019 más que 4600 millones de personas.
  • Los 22 más ricos tienen más que todas las mujeres de África.
  • Mientras los muy ricos ganaron en el 2018, 2.5 billones de dólares diarios, el 50% más pobre redujo su patrimonio en un 11.5%.
  • El 50% de la población mundial tiene un ingreso menor a 5.5 dólares diarios, 120 dólares mensuales. Ello no lo permite satisfacer sus necesidades básicas.  Esta   debajo del umbral de pobreza.
  • El 20% de ese total gana menos de 2 dólares diarios, está en pobreza extrema, padece hambre.
  • El patrimonio del dueño de la mayor multinacional tecnológica supera al presupuesto total de salud pública de Etiopia, un país de con 105 millones de habitantes, y gravísimos problemas en la materia.

 

Costos humanos de las desigualdades

Las desigualdades se pagan muy caro. Significan menos años de vida, enfermedades, exclusión de la escuela, vulnerabilidad frente al cambio climático, una larga lista de sufrimientos sociales.

Según la FAO, hay 810 millones de hambrientos. Por otro lado, 2000 millones que padecen hambre invisible, la mayoría niños. No logran ingerir la dosis necesaria de los 6 micronutrientes básicos.  Si no tienen suficiente zync, su cerebro será afectado, si les falta hierro tendrán anemia.   Contrasta ello con que el mundo produce alimentos que podrían abastecer a 12.000 millones de personas casi el 60% más que su población presente.   Como lo resaltan el autor y el Nobel Amartya Sen en su libro conjunto “Primero la Gente”, el tema del hambre no es básicamente de existencia de alimentos, sino de acceso a ellos.   El acceso está bloqueado por las grandes desigualdades.

  • 10,000 personas mueren diariamente por falta de protección en salud.
  • Cerca de 16.000 niños perecen cada día, por causas evitables vinculadas a la pobreza, como la falta de alimentos, agua potable e instalaciones sanitarias.

La Organización Mundial de la Salud ha demostrado que los “determinantes sociales de la salud” entre los que se encuentran los niveles socioeconómicos, los grados de educación, la calidad de la vivienda, y otros condicionan severamente la expectativa de vida y los años de vida saludables.  Todos ellos están fuertemente influidos por las desigualdades.

En las áreas ricas de Sao Paulo, la esperanza de vida en años saludables es de 79, mientras que en las áreas pobres es del 54, es decir, una diferencia de 25 años menos dentro de una misma ciudad.

Un nuevo estudio de la University Collage London (2019) sobre Inglaterra y Estados Unidos muestra que las desigualdades operan también activamente en países ricos. Las personas de buena posición económica viven 31 años de vida saludable después de los cincuenta; las de pocos recursos, casi una década menos.

Entre los factores que prolongan la vida saludable se halla el ejercicio físico regular y una dieta saludable, los cuales están mucho más al alcance de las personas con mejor posición. Los pobres, además, suelen experimentar mayores cargas de estrés.

Una de las mayores desigualdades es el grado de vulnerabilidad frente al cambio climático. Los pobres viven en lugares más afectados y carecen de defensas. Entre otros aspectos, las inundaciones, los huracanes, las sequías, los macro incendios, la falta de agua, los golpean mucho más. Son uno de los detonantes principales de las migraciones masivas de pobres hacia Europa y el norte.

Ilustrando la desigualdad en vulnerabilidad, Japón tuvo hace algunos años un terremoto, un maremoto y una explosión nuclear. Las vigorosas políticas de protección universal lograron limitar el daño a16,000 muertos.  En época cercana Haití sufrió un sismo muy intenso, pero menor al de Japón. La desprotección de los pobres llevó a que murieran 316,000 personas y fuera desplazado, perdiendo un millón y medio de sus viviendas.

Anualmente mueren 20 millones de personas por polución e ingesta de cigarrillos. Los pobres son los más afectados. Viven en lugares más contaminados, y una parte de ellos usa fuego para calentarse y cocinar. También tienen un porcentaje mucho mayor entre los 1,000 millones de fumadores activos.

¿Es posible reducir las desigualdades?

La experiencia indica que es factible. Lo ejemplifica el caso de los países nórdicos: Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia. Estos países tienen el más bajo coeficiente de desigualdad del mundo. Su coeficiente Gina, que mide la desigualdad en la distribución de ingresos, es cercano a 0.25, menos de la mitad del latinoamericano, y a gran distancia de la media mundial.

El modelo nórdico se basa en un gran pacto entre gobierno, empresas privadas, sindicatos, sociedad civil y otros sectores, que garantiza bajas distancias sociales y amplia movilidad social. Encabezan las principales tablas mundiales de logros económicos, tecnológicos y humanos; tienen la más alta esperanza de vida mundial y casi no tienen pobreza.

Entre otras, aplican políticas de acceso universal y gratuito a la educación, la salud, la seguridad social e impulsan la creación de trabajos decentes, el desarrollo de las pymes, la democratización del crédito, políticas fiscales altamente progresivas, y otras.

Ilustrando posibilidades, Oxfam sugiere que bastaría un impuesto de un 1% al 1% más rico para prevenir tres millones de muertes anuales e integrar a la escuela a los 362 millones de niños que están fuera de ella.

Un eminente especialista inglés en el tema, Richard Wilkinson, resume los beneficios de reducir la desigualdad, señalando (2019): «bajarían los niveles de mortalidad, mejoraría la cohesión social, aumentaría la movilidad social, se reduciría la criminalidad”.

La desigualdad se puede enfrentar. No es un destino ineluctable.

* Asesor de la ONU y diversos organismos internacionales.  Autor de numerosas obras traducidas a diversos idiomas.