Signado por la perplejidad ante los signos del mundo que lo rodea, un tal Ochoa intenta en los años setenta escribir una novela sobre el hotel Eden. Durante su proyecto de escritura, se reencuentra con un antiguo amor, Mónica, pero entre ellos las cosas resultan desgraciadas. Sus padres habían conocido la felicidad en ese escenario de las sierras cordobesas que también fue refugio de algunos jerarcas alemanes responsables del Holocausto. El intento de culminar la novela fracasa entre anécdotas triviales, tortuosas y tragicómicas.
Esa es la línea argumental de Hotel Eden, el excelente libro que en 1999 publicó el escritor y psicoanalista argentino Luis Gusmán (El frasquito, Villa, El Peletero), tentado por los misterios del otrora majestuoso albergue para ricos locales u europeos que buscaban en el valle de Punilla un lugar donde respirar aire puro que los alejara de sus metrópolis de incipiente contaminación ambiental y los preservara de la tuberculosis y otros males.
“Secreto bien guardado”
Luego de un período floreciente, el atractivo albergue vacacional decayó, fue abandonado y saqueado con un sistema delictual perfectamente organizado del que se hablará más adelante. Hoy, mediante una concesión que otorgó la municipalidad de La Falda a un particular, funcionan en sus instalaciones un pequeño hotel boutique y algunas carreras de la Universidad privada Siglo Veintiuno. Pero su gran atractivo, ese que empuja a decenas de viajeros cada día a intentar develar sus misterios, son sus historias de personajes famosos, nazis y fantasmas para lo cual se han montado un tour diurno y otro nocturno, con guiadas a cargo de jóvenes entrenados ad hoc.
La novela de Gusmán bebe de la realidad para convertirse en una pura ficción, y es una referencia literaria insoslayable para el visitante ilustrado que vacaciona en las sierras mediterráneas. Algo similar ocurre para quienes ayer nomás, en 2019, pudieron ver por la tele la miniserie Secreto bien guardado, basada en el libro de Viviana Rivero, con Oriana Sabatini y Vico D’Alessandro, bajo la dirección de Alberto Lecchi. Se trata de otra historia de amor complicada, fechada en 1940, entre Amalia Kiev, una muchacha judía, y el abogado nazi Marthin Müller, ambos personajes ficcionales, también ambientada en el hotel Edén.
Pero lo que produce asombro en la actualidad, cuando se forma parte de la visita a lo que quedó del opulento hotel, que hoy se emplaza en un parque de 9 hectáreas, donde cantó Hugo Del Carril, almorzó Albert Einstein y declamó Berta Singerman, es –como adelantamos- su historia de saqueos.
Comencemos por el principio, cuando el ex oficial del ejército alemán Roberto Bahlcke, radicado en la ciudad de Córdoba, compra la estancia La Falda de la Higuera de 900 hectáreas en uno de los mejores microclimas del mundo y se asocia con el cónsul de Suiza y fundador de la Bolsa de Comercio de Córdoba, Juan Kurth, y con la empresaria alemana María Herbert de Kreautner para levantar un hotel al pie del cerro El cuadrado.
Es 1898 y aunque el edificio no está completamente concluido comienzan a llegar los primeros pasajeros, en tren hasta la estación ferroviaria a 6 kilómetros de distancia y luego en carruajes tirados por caballos. Son necesarios trescientos obreros trabajando a destajo para dar por finalizadas las obras: 122 habitaciones, 38 baños, salón comedor, salón de baile, ala de conciertos anfiteatro, usina de energía propia, una flota de veinte automóviles Ford T, piletones donde las lavanderas usaban lejía para desinfectar la ropa por posibles casos de tuberculosis. Llegaron a trabajar 125 empleados para 250 personas y como no había pueblos cercanos, todo se elaboraba allí, con excepción de las bebidas que se compraban y se traían de afuera.
¿El führer en el Eden?
Sin embargo, por conflictos financieros, unos años después de Kreautner queda a cargo y amplía la publicidad de la residencia a Europa para incrementar la clientela y las ganancias. Pasan un par de años y al no tener los ingresos esperados, la empresaria le vende el hotel a los hermanos Walter y Bruno Eichhorn. Tampoco el negocio prospera de la manera esperada y se inicia el loteo de los terrenos que da lugar a la fundación de la localidad de La Falda, uno de los típicos destinos turísticos de la provincia mediterránea. Walter y su esposa, Ida Bonfert, se acercan al nacional socialismo y establecen una amistad personal con Hitler. En 1945, cuando la Argentina le declara la guerra al Eje, el Eden es incautado y se utiliza como prisión de lujo para los miembros de la diplomacia japonesa. Los Eichhorn, condecorados en Berlín con medallas de oro, habrían sido de los principales aportantes a la campaña publicitaria que en 1933 llevó a Hitler a la cancillería alemana. Y aunque no hay documentos ni fotografías que lo certifiquen, una mucama le reveló a un periodista del diario Los Principios haber visto y atendido al führer, más relleno y sin su clásico bigote, en la residencia principal de los propietarios del Eden. Eichman y Menguele también se habrían hospedado allí.
Córdoba, como algunos otros lugares de la Argentina, fue destino de jefes nazis que ingresaron clandestinos a la Argentina luego de los desastres que perpetraron en Europa durante la Segunda Guerra. Con numerosos residentes alemanes en algunas localidades de La Patagonia, como Bariloche y Villa La angostura, o Misiones, la ideología del nacional socialismo se irradió antes, durante y después, hacia sectores de la población local. En la última dictadura militar, el ideario antisemita y la germanización proliferaron en los centros clandestinos de detención con banderas nazis flameando, e imágenes de Hitler y svásticas colgando en los despachos de los represores argentinos.
Pero otras cosas sucedieron también en aquel paraíso cordobés. El poeta nicaragüense Rubén Darío recitó parte de su poemario, Arturo Toscanini se inspiró, los presidentes Figueroa Alcorta, Agustín P. Justo y Julio Roca descansaron en sus quien llegó acompañado por su médico personal, cuya hija de ocho años, Ana, murió de tuberculosis en una de sus habitaciones. Dicen que el espíritu de la niña, conocido como la dama de blanco, deambula por las noches por el hotel y hay curiosos que se suman a las visitas nocturnas para ver si dan con él.
1965 fue el último año en que el hotel funcionó y hoy dicen los guías que todo lo faltante, desde el suntuoso mobiliario hasta las maquinarias, pasando por la vajilla, los espejos y las obras de arte, pueden encontrarse cómodamente dispuestos en algunas de las residencias privadas de los pobladores de alto nivel adquisitivo esta localidad cordobesa. Y aunque es vox populi que no fueron vendidos ni adquiridos de buena fe, no hay forma de comprobar que se trató de un robo sistemático porque en él intervinieron, cobrando coimas y comisiones, algunos empleados de alto rango, los actuales poseedores de lo saqueado y abogados y escribanos que le dieron visos de legalidad con papeles y firmas a cada uno de los objetos que faltan de su lugar original, un poderoso motor Crossley, por ejemplo, el único que hasta entonces había ingresado al país, y que proveía de energía a todo el Eden.
En los años setenta hubo un intento de volver a ponerlo en la mira turística con la creación de un casino, pero las remodelaciones y adecuaciones nunca se concluyeron. 1988 fue el año en que se declaró al edificio Monumento Histórico Municipal. Sus mitos y leyendas crecen junto con la lenta recuperación de sus habitaciones y salones adonde acuden interesados en conocer sus verdades y sus ficciones.