En los chistes, los alemanes nazis y los judíos fueron representados de manera estereotipada: los primeros, con una nariz recta, una gorra militar con una calavera entre laureles en el centro o un casco con el símbolo rúnico de la organización militar y de seguridad nazi, la Schutzstaffel (SS), además, del brazalete con la cruz esvástica y, en algunos casos, la cruz de hierro en la chaqueta. Los judíos fueron representados con su nariz ganchuda, vistiendo de civil, se llamaban Rebeca e Isaac, los hombres usaban pequeños y redondos anteojos y llevaban en sus brazos el número tatuado por los nazis en su ingreso a los campos de concentración.
El primer chiste mostraba a un cabo nazi fanatizado con hacer tatuajes a un detenido judío que acababa de llegar en tren al campo de concentración. El dibujo, muy esquemático, mostraba a un costado al tren y en el otro, al prisionero tatuado con dibujos en la nariz, en la cabeza con forma de kipá, y en el resto del cuerpo, además del número reglamentario. En el centro del dibujo, estaba un oficial llamando la atención de su subordinado, quien en su mano sostenía la aguja para tatuar: “¡Cabo! ¡Déjese de firuletes, que todavía quedan como diez vagones!” El tatuaje volvió a estar en el centro de la humorada en otro chiste en el cual un judío le decía a otro: “¡Ay, Isaac! ¡Yo sabía que el tatuaje no era nada bueno! ¡Ahora nos cobran patente y nos multan por mal estacionamiento!”.
Como en este último caso, los judíos prisioneros de los nazis tuvieron la palabra en algunos de estos chistes, en uno de ellos, un judío le decía a su mujer mientras veían pasar a un soldado de la SS llevando una botella de vino y un carrito con un pollo asado y un enorme postre: “¡Seremos vengados, Rebeca! ¡Se olvidan del colesterol!”. En cambio, el resto de los chistes eran diálogos entre nazis, entre un superior y su subalterno o entre pares. Al primer caso correspondía el chiste ya mencionado sobre los tatuajes y otros dos en los cuales, se visualizaba a un superior ordenarle a su subalterno: “¡Basta de latigazos, sargento! ¡Después me quedan todas las encuadernaciones marcadas!” o exigirle: “¡A ver sargento! ¡Búsqueme setenta músicos! Nos pidieron una partida de jabón de tocador…”.
Los chistes que representaban diálogos entre pares mostraban, uno de ellos, a un general nazi diciéndole a otro: “¡Hornos de cremación! ¡Pero ustedes son unos monstruos! ¿No piensan en la humanidad? ¿No piensan en la contaminación ambiental?” y otro, a dos soldados de la SS que conversaban rodeados de calaveras, uno decía “¡Qué tranquilidad hay aquí!” y su compañero contestaba: “Bueno, ya se sabe… El calavera no chilla…”.
En estos chistes el remate cómico colocaba, al igual que en otros chistes sobre tortura y muerte, en un segundo plano las atrocidades cometidas en este caso por los nazis a los judíos, lo cual puede sugerir cierta naturalización de la violencia. Esto genera el interrogante acerca de si estas representaciones humorísticas eran banalizaciones o aportaban una mirada crítica del mal. La cuestión central era en torno a los límites de la representación y la tensión entre ética y estética. El impacto visual –por lo terrible y horroroso- de las representaciones de Catón ubicaba su propuesta humorística en el más delgado límite ético de una representación humorística.
“En efecto, el juego propuesto por Catón consistía en poner en un segundo plano las atrocidades nazis, aún con el riesgo de trivializarlas, para contribuir a su desnaturalización. Esta propuesta partía de concebir al lector cumpliendo un papel activo en su apropiación de dichas representaciones y llevando a cabo una operación en la cual lo que estaba en segundo plano pasaría a primero. En este sentido, no resultaba casual que estos chistes se hayan publicado en el contexto político antes mencionado. Sin embargo, no tuvieron el efecto de cohesión esperado ya que no se produjo la identificación del lector, en particular judío, con el humorista, lo que dio lugar a expresiones de enojo”, escribió la solcióloga Mara Burkart (La revista HUM® frente a los límites éticos de la representación humorística)
Críticas y contrapuntos. La revista abre el debate
En el número de octubre, la revista ofreció una gran cantidad de cartas de lectores repudiando la tira gráfica. HUM® realiza una editorial corta en la que expresaba:” “La publicación de una doble página titulada ‘Holocausto’ originó protestas y manifestaciones de desagrado en algunos lectores judíos, incluso la DAIA, que remitió una carta donde expresa su repudio por lo que califica de “humillante explosión antisemita”
“Antes estas reacciones, dice la revista, no tenemos más remedio que ponernos serios por un rato `para dejar claramente establecidas las pautas que rigen el humor de nuestra revista en este caso particular y en todos los casos”.
A continuación, la revista estableció sus propios argumentos: “Pensamos que el humor no debe temer no soslayar la muerte, no debe ocultar las miserias y las tragedias humanas, no debe retroceder ante los temas espinosos. Vamos a insistir con un ejemplo clásico: Amborece Bierce, maestro indiscutido del humor negro, que vivió los horrores en la guerra de secesión tan de cerca que fue herido de gravedad y retirado del frente (…) Hoy a nadie se le va a ocurrir opinar que sus escritos eran una burla a sus compañeros despedazados a las víctimas de la masacre de Gettysburg. Los mismos norteamericanos durante el proceso de la Segunda Guerra Mundial, no olvidaron la sonrisa. Las grandes revistas de los años 1941 al 1945 publicaron infinidad de trabajos humorísticos a raíz de la catástrofe universal, que de ninguna manera pueden calificarse como burla a los millones de víctimas”.
“En segundo lugar nos parece poco razonable que “Holocausto I” sea juzgado como un ataque a los judíos. Las dos páginas no eran otra cosa que una flagrante critica al nazismo y sus métodos genocidas”. “No somos racistas por haber satirizado a Bokasaa (fue gobernante de Centroáfrica) , ni somos anti-españoles por haber contado cuentos de gallegos. Tampoco somos sionistas por haber hecho chistes a costa de los árabes. Después de todo, el humor como dijo René de Obaldia ‘es una de las formas amable de la desesperación`”
En ese mismo número el presidente de la DAIA, Dr. Nehemías Resnizky sostenía: “tomar como materia de supuesto humor, la tragedia sufrida por el pueblo judío en los años del Holocausto (1939-1945) está mas hay de toda calificación posible (…) Como argentinos y judíos sentimos una tremenda desazón de que en nuestra patria pueda existir una publicación, que como lo hace HUM®, no encuentre mejor entretenimiento que agredir al público lector gastando chanzas sobre las matanzas de seis millones de seres humanos nuestros a manos de los asesinos nazis”
En el mismo sentido, otros “asiduos lectores” decían: “lamentablemente muchachos en este último número estuvieron muy mal, y se los escribo con mucha bronca. Quiero hacerles recordar que hay gente que estuvo en campos de concentración y todavía lleva ese famoso número en el brazo (…) Esa es una mancha que la revista no merecía (…) Lo que ustedes publicaron es repugnante, ese tema nunca puede ser tratado, fue la mayor humillación que vivió el hombre en toda su historia. Fue algo demasiado doloroso para la humanidad (…)”
Durante los meses de octubre, noviembre y diciembre se recibieron numerosas cartas cuestionando muy duramente esa tira gráfica. Aunque hubo algunas que en sentido contrario avalaron a la revista. Un lector que se hacía llamar Alcides Campili, decía: “Al leer la carta del Sr Resnizky, parece que para él solo son tragedias las acontecidas al pueblo hebreo. No importan al parecer, la matanza de cerca de 1.000.000 armenios en manos de los turcos, el verdadero holocausto de Hiroshima. Parece que el Sr Resnizky olvida que en la Segunda Guerra Mundial murieron 19.000.000 de otros países (…) Quiero destacar que detesto profundamente denominaciones del estilo de Asociación Católica”, Sociedad Hebraica, Sociedad Islámica etc. Las consideró gérmenes nocivos dentro de la sociedad argentina pues llevan implícitas en si una distinción incivilizada, propia de los ignorantes fanáticos, por cuestiones religiosas”.
En noviembre, la revista publica una pequeña editorial que se denomina “Punto Final” en la informa que “ya cerrada nuestra edición anterior, nos enteramos que algunos periódicos judíos, también habían puesto el grito en el cielo por los chistes de Cantón. Nueva Presencia nos dedicó su primera plana integra. El comentario es felizmente bastante mesurado y no se desata como otros, en improperios gratuitos e incongruentes. Mundo israelita por su parte calificó lo publicado de grosero agravio del más bajo corte antisemita o desborde antijudío concepto que están lejos de corresponder a la realidad”
Otra carta remitida por Graciela Donoso es bastante polémica ya que por un lado tiene un perfil antisemita muy fuerte poniendo a la comunidad judía fuera de la sociedad argentina. Además, sugiere a esta colectividad quedarse callada ante determinados temas para no herir más susceptibilidades “del resto de la sociedad. “(…) La sensibilidad judía me tiene dodripa (textual). He leído chistes más morbosos que los de Catón sobre vietnamitas, africanos, persas y lo que fuere que están muertos torturados o desesperados y nadie levantó su voz. Sin embargo, basta que usaran el tema judío para qué les cayera la inquisición dicho sea sin ironías. ¡Córtenla! ¡Basta de pensar que en todo gentil duerme un Hitler en potencia! No es posible que uno pueda decirle al almacenero que lo afana que es un gallego de porquería y no haya consecuencias, pero si es un tendero del once el que te afana y le decimos que es un judío de porquería nos caga la DAIA y otras instituciones. (…). “¡Basta! ¿quiénes se creen que sol el pueblo elegido? ¿Qué deuda tenemos con ustedes lo que no les hicimos nada?¡ Ma finishenla! No sigan alimentando odios y `dándoles razones a los que dicen que ustedes son distintos, para que después nos digan ‘Ah’ ¿viste que la culpa es de ellos? Porque ya saben para un paranoico no hay nada mejor que un perseguido”
En el número de diciembre y a pesar que la revista tuvo en ediciones anteriores intenciones de darle un cierre a la polémica HUM® marcó el final del tema con este texto: “a pesar de nuestra advertencia sobre el punto final, siguieron llegando cartas. Con estas ocho que publicamos, definitivamente finiquitamos el asunto (…) como última acotación debemos decir lo siguiente: ninguno de los cinco judíos que integran el staff de la revista, se sintió perseguido por los chistes de Cantón”
Los editores explicaban que los chistes de Catón “no eran otra cosa que una flagrante crítica al nazismo y sus métodos genocidas. (…) rechazamos enfáticamente las acusaciones de antisemitismo o de complacencia con las atrocidades hitlerianas”; así como también que “los ejemplos ilustrativos de la bestialidad humana no deben olvidarse ni evitarse, llámese Auschwitz, Treblinka, Hiroshima, Mi-Lai o Camboya” (Resaltado en el original).
Más allá de las acusaciones de antisemitismo para la revista en general y para Catón en particular, queda claro el conflicto central era en torno a qué se entendía por humor y los límites de la representación humorística, un debate que aún hoy no está saldado y que cada tanto resurge. Basta recordar lo sucedido con el fatídico atentado a la revista Charly Hebdo en 2015.
Sin embargo, hay otro debate que dio en la cara de lectores son los debates interminables sobre la comparación y de la Shoá con otros genocidios. Es cierto que la Shoá tiene una mayor carga simbólica e histórica que los otros crímenes contra la humanidad. Por un lado, por el hecho de que el “quiebre de la civilización” -el poder sistemático de aniquilamiento de un sector de la población por parte de un Estado moderno y su burocracia, en su máxima y más trágica expresión- haya sucedido en Europa, cuna misma de la civilización, y en Alemania en particular, sociedad civilizada y centro de los debates intelectuales en torno a aquella.
“Por otro lado, el Holocausto implicó a nivel internacional la actualización de los derechos humanos, consumada en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en 1948 y la creación de instituciones internacionales, como la ONU y sus dependencias, dedicadas formalmente a su observancia y la condena de su violación. Ambas cuestiones convirtieron a la Shoá en un límite y también en un caso testigo a partir del cual considerar las masacres posteriores”, señala Mara Burkart
Pero la puesta en relación del holocausto con otros casos históricos y actuales resulta necesaria, para que su enseñanza permita su proyección a un universo más amplio, que permita prevenir y entender procesos en distintos momentos y situaciones, y no quede todo remitido a la unicidad del caso
La revista HUM® con estos chistes quiso provocar o ampliar los límites de la representación humorística: no lo consiguió de la misma manera que lo logró con otras cuestiones. Sin embargo, el haber ofrecido el correo de lectores como ámbito de opinión y expresión libres la fortalecía no sólo como espacio serio de crítica sino como espacio polifónico en el cual podían expresarse puntos de vista diferentes.