Christian Tiscornia, fundador de la escuela sustentable Quinta Esencia

“Este momento de crisis ambiental es una gran oportunidad para repensarlo todo”

Desde Oslo, el fundador de la primera escuela pública sustentable de Argentina, construida a base de elementos reciclados, conversó con Nueva Sion acerca de la temática medioambiental y compartió su visión llena de esperanza y de posibilidades que contrasta con el desasosiego contemporáneo en torno a la crisis ambiental y civilizatoria.
Por Inés Dunstan

-Christian, sos licenciado en políticas públicas y abogado, pero tenés mucho de filósofo. La crisis ambiental evidencia problemas profundos en la forma de vincularnos con la naturaleza. ¿Cómo entendés la conexión entre seres humanos y naturaleza?
-Hemos construido una visión donde el ser humano se constituye en el centro del universo y la naturaleza es solo un recurso a explotar. Pareciera que entendemos a la naturaleza como “lo que nos rodea” y no a nosotros mismos como parte indivisible de ella. Esta visión antropocéntrica desconecta nuestro ser natural y otorga luz verde a una licencia para explotar indiscriminadamente los recursos. Así, el ser humano se va convirtiendo en un depredador de suelos, ríos, mares, bosques, fauna, montañas, culturas indígenas, y en ultima instancia, de todo signo de vida posible, incluida la suya propia.

-¿Cómo hacemos para revertir esta visión antropocéntrica?
-Reflexionando sobre nuestra capacidad innata de generar vida y cómo ayudarnos a reactivarla. Es vital aprender a cuestionarnos sobre cuáles son las fuerzas que nos hacen olvidar este poder que todos tenemos, en qué momento trazamos una línea divisoria entre cultura y naturaleza perdiendo progresivamente la habilidad colectiva de evolucionar que la naturaleza nos enseña en todas sus dimensiones. Debemos poner el centro de nuestra atención sobre aquello que nos mantiene tan alejados de esa raíz animal que nos conecta al todo y transformar ese paradigma mercantilista que nos enfrenta con el resto de la naturaleza. Siento que nuestra mirada fragmentada de la vida nos va llevando a reforzar un circulo vicioso de miedo, de necesidades materiales inagotables que nos terminan vinculando violentamente con nuestro entorno, y en ese tránsito nos alejamos del otro y primordialmente de nosotros mismos.

-De ahí surge la crisis ambiental…
-Sí, la crisis ambiental es consecuencia directa de nuestra cosmovisión lineal y fragmentada. Un indicador evidente de que nuestra antena perdió conexión. Somos como una abeja que corta la flor pensando que la acumulación de tallos es lo que la hace feliz. Cuando nuestra raíz vital pierde contacto con la tierra, empezamos a mirar todo desde la escasez, desde la intranquilidad, desde la necesidad personal de acumular, empezamos a rapiñar objetos, sentimientos, sensaciones, lo que sea para alcanzar espejismos de bienestar.
Desde esa falta de conexión vital todo empieza a perder sentido. La política ya no nos representa, nos empuja a la fragmentación, no encuentra narrativas de esperanza genuina, no genera interlocutores válidos que nos puedan hablar, que nos conmuevan, que nos muestren la posibilidad de evolucionar hacia una nueva cosmovisión integradora. Desde esa falta de conexión la empresa se convierte en un mero brazo ejecutor para extraer lo que sea, al precio que sea, para vender lo que sea para satisfacer no sabemos realmente qué. El sistema educativo se transforma en una máquina de sedar humanos, donde educador y educando inevitablemente se enfrentan, la visión lineal que rechaza nuestra condición de seres únicos se hace carne en el aula, ninguno gana, se nos enseña a competir, a repetir, a zafar, se nos agudiza la mirada de un futuro mediocre, fragmentado y monocromático. Desde esa vital desconexión nos cerramos, nos “cuidamos”, desconectamos nuestra capacidad creativa, nos frustramos, nos olvidamos que solo vinimos a aprender a amar, a ser con otros.

-Y, sin embargo, te mostrás esperanzado…
-Pienso que este momento de crisis es una gran oportunidad para animarnos -nuevamente- a repensarlo todo. Para cambiar el punto de encaje. Para cuestionarnos esta división artificial entre cultura y naturaleza. Para cuestionarnos esta visión segmentada de la vida y construir una nueva cosmovisión sistémica donde el todo es más importante que las partes. Para volver a nuestro “yo raíz “y observar como la naturaleza, de la cual formamos parte, es una gran maestra, una perfecta máquina de vida, de abundancia para todos los seres. Estamos en un punto de la historia de la humanidad que ya ni siquiera alcanza con “no hacer más daño”, con no contaminar más, con no joder al prójimo, porque ya mucho daño ha sido realizado; ahora es tiempo de sanar, de meternos de lleno en un nuevo ciclo de regeneración de la vida, de la nuestra personal y de la colectiva.
Cuando esa trama invisible se hace consciente, cuando entendemos que ya vinimos enteros, perfectos y con esa capacidad innata de generar vida, todo se transforma. Imaginemos un segundo si pudiéramos observar y apreciar la realidad desde nuestras fortalezas, desde nuestra complementariedad, desde nuestra capacidad de florecer combinando las fortalezas propias y las de cada ser que nos rodea.

-Según tu cosmovisión, ¿qué cambios serían necesarios para crear estas condiciones de regeneración?
-Los problemas sistémicos y complejos requieren de soluciones sistémicas y complejas. Necesitamos poner en práctica formas de pensar distintas a las que nos han traído hasta acá. Como punto de partida necesitamos el trabajo coordinado y colaborativo de todos los actores de la sociedad. Un gobierno consciente trabajaría en cada ámbito posible para crear estas condiciones de regeneración, Imaginemos, por ejemplo, cómo podría ser un nuevo sistema agrícola que ponga el foco en la diversidad, en fortalecer la riqueza de los suelos, en cuidar la salud del agua, en promover la soberanía alimentaria, en incentivar ecosistemas sanos y abundantes para cada ser. Imaginemos un sistema energético basado absolutamente en la biomímesis. Imaginemos una educación que celebre nuestra diversidad, que nos enseñe a dialogar, a crear, a cooperar, a imaginar sin limites, a redescubrir que somos únicos y perfectos, que somos naturaleza, que solo debemos aprender a identificar nuestros dones para nuestra evolución personal y colectiva. Imaginemos pasar de la cultura de la extracción y la depredación a una focalizada en la restauración y la regeneración. Imaginemos pasar de una sociedad que se la pasa compitiendo a toda máquina a una que comparta sus talentos, que coopere en todos los sentidos posibles. Imaginemos pasar a una nueva industria que abandone la concepción lineal de producción y consumo por una nueva basada en una multiplicidad de procesos circulares, donde conceptos como la basura ya no deberían existir mas, porque todo estaría pensado para ser parte de diversos nuevos ciclos. Imaginemos pasar de la frustración y la queja, del modo víctima al modo facilitador del florecimiento colectivo. Porque una persona que se siente apreciada siempre va a hacer más de lo esperado. Porque somos simplemente parte inseparable de un gran ecosistema que solo puede funcionar bien si cada una de sus partes toma conciencia de sus riquezas, si cada una de sus partes logra sanar y aportar naturalmente a la salud del todo.

-Muchas gracias Christian por hacernos reflexionar con tus palabras. Una última pregunta, teniendo en cuenta que hace más de 15 años vivís unos meses en Oslo, Noruega, y otros en Buenos Aires. ¿Cuáles son las diferencias en relación a la conciencia ambiental en estas dos culturas tan distintas?
-Las problemáticas ambientales de ambas sociedades parecen a simple vista muy diferentes, pero tienen una raíz común; y si uno las mira juntas, resumen perfectamente el problema global que tenemos en relación a nuestro modelo de producción y consumo. Por un lado, en Noruega los niveles de consumismo son alarmantes, imaginate que si cada ciudadano del mundo consumiera como lo hace un ciudadano noruego promedio se necesitarían, de acuerdo a las Naciones Unidas, 3.4 planetas tierras para satisfacer semejante nivel de demanda. Para colmo, muchos noruegos piensan que “comprando verde” se solucionan los problemas ambientales, entonces invaden el mercado cuanto “Tesla” eléctrico se te ocurra, productos “eco amigables” de todo tipo y todos parecieran felices con esa solución. Pero el consumismo desmedido cambia el disfraz y sigue vivito y coleando con nuevo formato. En Argentina, por otro lado, con niveles inadmisibles de pobreza donde casi el 50% de los jóvenes menores de 18 años son considerados pobres, y hay mucha gente que literalmente se va a dormir con hambre, el problema ambiental también es muy serio. Porque para satisfacer niveles de consumo exorbitantes de cierta parte de la sociedad argentina y otros países “desarrollados” del mundo, somos campeones del desmonte de nuestros bosques nativos, número uno en el uso de agrotóxicos en los campos (según un reciente informe del INTA ya hemos perdido un 50% de la materia orgánica de los suelos por nuestras prácticas agrícolas), la megaminería también es un problema serio en relación a la contaminación del agua dulce y los ejemplos de depredación de nuestros ecosistemas se multiplican. Es decir, ambos países tienen problemas socioambientales diversos que muestran claramente como el extractivismo, eje central del modelo global de desarrollo, y el consumismo como falsa receta de felicidad, están atentando seriamente contra la vida en el planeta. Repensar un nuevo modelo global de desarrollo que ponga en el centro el cuidado de la vida es tarea fundamental.