Fragmento del libro de Amos Oz, “Aquí y allá en la Tierra de Israel”, 1983.
Pregunto qué pasará después de la próxima guerra. “Otra guerra -determina Naif- y después otra más. Más guerras”. ¿Y al final de las guerras? “Al final, tal vez se cansen. Tal vez no queden soldados. Tal vez les llegue la razón”. Noto que Hassan y Naif son estrictos en el uso de la tercera persona: “pelearán”, “morirán”, “se cansarán”. Intencionalmente se abstienen de utilizar “nosotros” y “ustedes”. Con respecto al anciano, Abu-Azmi, no participa de la conversación. Quizás no entiende hebreo. Su rostro es adusto y está surcado por arrugas; es el rostro apasionante de una persona que piensa en profundidad. La colilla de un cigarrillo tiembla apenas en el ángulo de su boca. Sus palmas están extendidas sobre una tabla de fórmica y su mirada no se aparta de ellas: como si estuviera estudiando sus dedos de memoria. ¿Será sordo? ¿O dormita con los ojos abiertos? ¿Tal vez ya escuchó suficiente a lo largo de su vida y no quiere oír más? Permanece en silencio.
1.
Ella ni siquiera gemía. Estaba parada afuera de nuestra casa temblando. Estaba llena de barro. Fui a sacar la basura y la vi. Se notaba que había recorrido un largo camino. No me imaginé cuán largo. La lavé un poco y la entré. No llevaba collar, pero era obvio que pertenecía a alguien. Sabía cómo comportarse con gente, cómo provocar que la quieran. ¿Tuviste una perra alguna vez? Entonces, sabes cómo es. Cómo se entregan a la caricia. O se sientan junto a ti en silencio, exactamente cuando te sientes solo. Mi mujer me dijo: “Debemos devolverla”. Le pregunté: “A quién?”. Nos demoramos con eso dos o tres días. Desde que nuestros hijos abandonaron el moshav para irse a Tel Aviv, no teníamos por quién preocuparnos. La sacábamos a pasear por la playa. Le comprábamos comida especial para perros en la despensa. Hasta le pusimos un nombre: Haile. En honor a ese corredor de fondo, Haile Gebrselassie.
Lentamente, Haile se fue tranquilizando. Dejó de temblar. El chirrido de una silla en la cocina la hacía pararse, ladrar y girar sobre sí misma. Finalmente, mi mujer dijo: “Esto no está bien, Oshik. En algún lugar hay una persona que está buscando a esta perra. Que se preocupa por ella. Entonces subí un aviso a Facebook. Adjunté una foto. Con la franja blanca que atraviesa su frente. Dos horas después llegó la llamada. Una pareja de Sderot. Lloraban en el teléfono. Dijeron que ya venían a buscarla. En auto no es nada. Un cuarto de hora, veinte minutos. Un golpe en la puerta. Entraron. En vez de correr hacia ellos, la perra se escondió bajo la mesa. Se le acercaron. Se agacharon. La acariciaron. La besaron en la franja. Le hablaron: “Tasha, Tasha”. Ella salió lentamente de abajo de la mesa, pero a la vez nos miraba como un condenado a muerte. Nos contaron que cada vez que suena la alerta roja, Natasha huye. Pero que nunca había llegado tan lejos. “Este moshav está fuera del área de peligro, ¿no?”, preguntó el hombre. “Mientras tanto”, respondí. “No sabemos qué hacer con ella -agregó la mujer-, hasta la llevamos a un psicólogo de perros. No sirvió para nada. Nos dijo que son síntomas de pánico. Eso se lo podíamos haber dicho nosotros. También dijo que todo empieza con los dueños. Con el ejemplo que le damos”. “¿Quieren tomar algo caliente?”, preguntó mi esposa. “No, gracias -respondió la mujer-. Estamos apurados. No queremos viajar de noche”. El hombre añadió: “Ven, Tasha, nos vamos”. Le colocaron el collar. Engancharon la correa. Y la arrastraron tras ellos. Hubo un momento en el que ella se detuvo. Resistió el tironeo. Y volteó la cabeza hacia nosotros. Como si estuviese dudando.
2.
Tienes quince segundos para salir del auto, tirarte al piso y cubrirte la cabeza con las manos. ¿Entiendes lo que es? La verdad, no tienes chance de entender hasta que no vivas aquí. Una visita fugaz no es suficiente, aunque me parece muy bien que vengas. ¿Cuántos hijos tienes? ¿Tres? Muy bien. Imagínate que viajas con los tres y de pronto suena la alarma. Y los tres están atados a sus butacas. Y debes elegir a cuál vas a liberar y levantar en brazos y a quién vas a dejar que se arregle solo. Al principio hacía turnos entre ellos. Para que ninguno desarrolle ningún complejo, que no crea que su vida vale menos que la de sus hermanos. Pero en la última larga racha, el verano pasado, estaba viajando con los chicos cuando sonó la alarma. Me detuve, abrí la puerta trasera. Tenía intención de levantar en brazos a Irad y a Elad. Porque era su turno en la ruleta. Pero Elad me dijo de repente: “Mamá, levanta a Eden. Yo me arreglo”. Debes entender que no hay tiempo para pensar. Todo sucede rápido. Tomé a Eden y a Irad. Elad se quedó. Yo estaba segura de que él iba a correr detrás de nosotros, pero se quedó en el auto. Piensa cómo que es: yo lo veía sentado ahí solo. Y el cohete voló por sobre nosotros, lo vimos volar sobre nosotros y aterrizar cerca de Mefalsim. ¡Bum! Después regresé al auto. Abracé a Elad muy fuerte y lo besé en la cara y por todo el cuerpo y le pregunté: “¿Qué pasó? ¿Qué pasó? ¿Por qué no quisiste que te sacara?”. Al principio se quedó en silencio. No respondió. Y recién cuando reanudamos el viaje, de repente dijo: “Mamá, yo tengo el cuerpo más chico. Al cohete le será más difícil alcanzarme”. Esa misma noche le dije a mi marido: “Basta, suficiente, nos mudamos. Así no puedo más. No quiero lastimar así a mis hijos”. Él estuvo de acuerdo: “Lo que digas”, porque vio que yo estaba atacada y él sabe que no hay lo qué discutir conmigo cuando estoy atacada. ¿Cuánto tiempo pasó desde entonces? Casi un año. No me mires así. La familia de mi marido. El sustento. Mis mejores amigas. Todo está acá. Y en concreto, esto es bastante un paraíso, cuando no es un infierno. Además, como si uno viviera en Suiza. Todo aquel que vive en este país vive junto a un volcán que puede entrar en erupción en cualquier momento. Aquí es más extremo.
3.
Leí en Wikipedia que estudiaste psicología. ¿Te acuerdas del experimento con el puente? Cuando el muchacho empieza a cortejar a la muchacha después de que ella atraviesa el puente angosto sobre el abismo, tiene más posibilidad de conquistarla que si lo intentara con la misma chica en la calle. Es científico. ¿Entiendes? El cuerpo se llena de adrenalina y el cerebro interpreta la adrenalina como enamoramiento. A partir de ahí se me ocurrió. Me dije: no es así nomás que cada vez que hay aquí una racha de ataques, aumenta la cantidad de parejas que se enamora. Así conocí a Odelia. Ambos estudiábamos Ciencias de la Computación en Sapir y, te lo digo francamente, sin los cohetes no creo que alguien como ella se hubiese fijado en mí. Así fue también para ustedes durante la Guerra del Golfo, ¿no? En síntesis, estoy trabajando ahora en una aplicación de citas entre personas del centro del país con gente de Sderot, No te rías. Piensa cuántos viajan a acostarse sobre las tumbas de los tzadikim en Safed para conseguir un arreglo matrimonial. Y nosotros estamos más cerca. En total, una hora de viaje. ¿Qué dices? ¿Quieres ser mi ángel? Eso significa que tú inviertes ahora dinero en mi start up y te enriqueces cuando Google nos compre. No hay problema. Tómate tu tiempo. Piénsalo. Tengo otras starts ups. ¿Quieres oír? Imagínate si hubiera una aplicación que te dice exactamente cuánto tiempo tienes hasta el próximo refugio. Los conductores la usarían. Y también los que salen a correr a la noche. Todo ser humano quiere saber cuánto tiempo tiene hasta el próximo lugar seguro. Es una necesidad básica, ¿no? ¿Dices que es un mercado pequeño? Escucha, por ahora es relevante solamente para los que viven en la zona que rodea Gaza. Pero estos hijos de puta todo el tiempo amplían la distancia. Y tienes la Autonomía Palestina. Algún día se van a cansar de ser los “chicos buenos de Ramallah”. Y Nasrallah(1) desde el norte. Un día de estos estará harto de autocontrolarse. Finalmente, también ustedes correrán de refugio en refugio, hermano. Y entonces, aquí tienes un plan de salida(2) en la mano. Piénsalo. Tómate tu tiempo. No debes decidir ahora.
4.
Mi papá tenía un amigo en Gaza. Bassem. Eso fue antes de la desconexión(3). Mecánico. Tenía un taller. Me acuerdo que una vez se nos quedó el auto en Gush Katif y él vino a auxiliarnos. No solamente vino a auxiliarnos. Nos arregló el desperfecto del motor sin cobrar nada e incluso nos invitó a su casa, en Bait Hanun. Creo que yo tenía siete u ocho años cuando sucedió eso. No sé cómo comenzó la amistad entre ellos. Pero recuerdo que su familia también venía a visitarnos en Sderot. Y que su hijo tenía más o menos mi edad y que jugábamos a la pelota en el patio mientras los adultos conversaban. Y él siempre me ganaba. En síntesis, aproximadamente hace un año recibo un llamado. En la oficina. Y la persona al otro lado me pregunta, con un fuerte acento árabe, si yo soy Rafi, el hijo de Abraham. Le dije que sí. Me dijo que me acompaña en mi sentimiento. Le di las gracias. A pesar de que estaba un poco sorprendido. Mi padre había muerto un año y medio atrás. Y hacía mucho que el dolor era solo mío. “¿Con quién tengo el gusto de hablar?”, pregunté. “Me llamo Fadi. Soy el hijo de Bassem. El mecánico. De Gaza”. “¡Uau!”, exclamé. “Jugábamos a la pelota”, agregó. “Recuerdo”, dije. “Te llamo porque necesito pedirte algo”. “¿Cómo está tu padre?”, pregunté. “Él también murió. En la Operación Plomo Fundido”. Se hizo un silencio. Largo. Porque, ¿qué se puede decir? “Ustedes empezaron?”. “Los dirigentes que tienen están locos?”. Finalmente dije: “Te acompaño en el sentimiento. Dijiste que querías pedir algo”. “Sí -afirmó-. Nuestra situación aquí es terrible. Seguramente lo sabes. No hay comida. No hay agua. Mi hijo deber ser operado de urgencia, tiene un tumor, y no tenemos dinero para pagar al médico. Quiero preguntarte si estás dispuesto a prestarnos un poco”. “¿Cuánto?”, pregunté. “4.000 dólares”. “No es un poco”, dije. “Lo sé”, respondió Fadi. “Déjame pensarlo”, le pedí. Convinimos en hablar al día siguiente. Durante toda la noche di vueltas en la cama. Y cuando me dormí soñé con mi padre. Estaba vestido con la camiseta blanca que siempre usaba. Llevaba las mismas zapatillas Adidas de siempre. No me dijo nada. Solamente me clavó esa mirada suya que conozco tan bien de no-me-decepciones-hijo. A la mañana siguiente le transferí a Fadi 4.000 dólares a la cuenta bancaria que me indicó. No le conté nada a mi mujer. Para que no me convenciera de no hacerlo. No dije ni una palabra a mis amigos. No me hubiesen comprendido. En concreto, yo tampoco entiendo. Actué automáticamente. Y ni siquiera me sentí bien conmigo mismo después. Todo lo contrario. Tú eres el primero a quien le cuento. Y si lo escribes en el diario, cambia los nombres, ¿sí? Y escribe también el final de la historia. Hace un mes, cuando llego aquí a la oficina, encuentro en el buzón un sobre marrón. Sin nombre, sin nada. Y dentro del sobre hay 4.000 dólares. De verdad. Intenté comunicarme con el número desde el cual Fadi llamó, pero no hubo respuesta. Pero es él. Estoy seguro. ¿Quién si no me hubiese puesto 4.000 dólares dentro de un sobre?
5.
En el verano mi marido y yo viajamos a Italia. Para airearnos un poco. Para tranquilizarnos después de la última racha. ¿No nos lo merecemos? Dejamos a los chicos en la casa de la abuela, en Netanya. Compramos un paquete que incluía el vuelo y el hotel en Roma. Visitamos todas las piazzas. Comimos muchas pizzas muy ricas. No de esas de delivery. Nos divertimos mucho. Todo el tiempo nos reíamos y nos sacábamos fotos junto a las fuentes. Pero en la última noche, a las 05:00 de la madrugada, un camión que recolectaba residuos pasó debajo de la ventana de nuestra habitación. Tienen un chirrido parecido al sonido del altavoz de la alerta roja. Salté de la cama, dormida, y salí corriendo por el pasillo del hotel en busca del refugio y así como estoy corriendo, viene en sentido contrario alguien, también en jogging, y le grito “¿Dónde está el refugio?” y ella me contesta en hebreo: “No sé, no sé”. De repente, las dos nos detenemos. Nos miramos una a la otra. Y me doy cuenta de que es Tamar, de Mefalsim, con quien hago zumba. Una vez por semana. Y me empiezo a reír. Y después lloro. Y también ella se ríe y llora. Y tiembla todo su cuerpo. Y las dos nos derrumbamos sobre la alfombra del hotel, con la espalda contra la pared. Y nos quedamos así sentadas, sin emitir sonido hasta que los latidos vuelven a su ritmo normal.
Nuestras respiraciones se tranquilizan. Entonces, ella me dice: “Me parece que regresaré ahora a mi habitación”. Y yo le digo: “Sí, yo también”. Y ella agrega: “Que disfruten de Roma”. Le digo: “Ustedes también”.
No sé explicarte por qué, pero de todos los momentos, justamente ese, en el pasillo del hotel de Roma, ¿es un post trauma? Ojalá. ¿Cómo se puede estar después de un trauma si con cada racha el trauma vuelve?
6.
Cuando Maia me dejó quedé destruido. No me lo esperaba. Estábamos por casarnos. Por lo menos, eso creía yo. De repente ella me dice que siente que no es lo que quiere. Y que hay cosas mías que le molestan. Como mi aliento. Le dije que me iba a cepillar más. Pero no le importó nada. Una mañana se levantó, abandonó nuestro departamento y regresó a la casa de sus padres en Rishon LeTzion. Se llevó todos sus libros. Y la foto del mar en invierno, que habíamos comprado juntos. Y justo entonces comenzó la última racha. Nadie quería salir con la moto para hacer el reparto. Todos temían que les cayera un cohete en el camino. Yo trabajaba en la cocina. Pero le dije a Tzion: “No tengo ningún problema en hacer el delivery”. Él me preguntó: “¿Tienes licencia para motos?”. “¡Por supuesto!”, respondí, a pesar de que solo contaba con experiencia. Así comencé. Me convertí en el único repartidor de pizza. Entonces oyeron los del sushi que había alguien dispuesto a hacer delivery incluso cuando hay alarmas y le pidieron permiso a Tzion para llamarme cuando no estoy en la pizzería. Y también los del restorán yemenita. Y así es como me muevo con la pizza y las salsas y el jachnun y el sushi y el jengibre en la cajuela de la moto mientras los cohetes sobrevuelan por encima de mi cabeza y también los morteros y no hay ni un perro en la calle. En realidad, está esa perra, Natasha, que siempre se escapa de la ciudad cuando hay alarmas. ¿Te contaron sobre ella? Somos los únicos que andamos por la calle mientras el cielo es todo luces y explosiones y no me importa, no me importa nada, al contrario, espero que un cohete me caiga encima y haga desaparecer el dolor que Maia me dejó en el corazón.
Y entonces, en uno de los repartos, una chica me abre la puerta de su departamento. Vestía jogging. Tenía el pelo recogido así nomás. Y mientras le entrego el pedido, me doy cuenta que tiene en la pared colgada la foto del mar en invierno. La misma que teníamos Maia y yo. Tuve que preguntarle de dónde la había sacado. Y me empezó a contar sobre su exnovio. Elad. Que murió el primer día del Operativo Tzuk Eitán(4). Y que esa foto era de ellos. Y mientras hablaba, los dos parados en la puerta de su departamento, suena nuevamente la alerta roja y entonces me toma de la mano y me dice: “Ven, ven”. Y me hace entrar y me lleva a la habitación segura. Después de que se termina, me dice en voz baja: “Tal vez puedas quedarte un rato. Tengo miedo de quedarme sola”. Hay algo de su voz que me llega, que penetra dentro de mí a través de todas las Cúpulas de Hierro(5). Y no soy capaz de decirle que no. Me dejo llevar por ella hacia el sofá en el living y la dejo sentarme a su lado. Y apoyar su cabeza en mi hombro. Y así nos quedamos sentados, debajo de la fotografía del mar en invierno, en silencio. Mientras el bíper sigue sonando como loco.
1. Secretario general de Hezbolá.
2. Plan de salida: preparación para la salida de un empresario de su emprendimiento para maximizar el valor empresarial en una transacción de fusiones y adquisiciones.
3. Plan de retirada unilateral israelí de las colonias de la región de Gush Katif, en el sur de la Franja de Gaza (2005).
4. Conflicto bélico, 2014.
5. Sistema móvil de defensa aérea diseñado para interceptar y destruir cohetes de corto alcance.
* Publicado en Yedioth Ahronoth, 8/10/2019
** Escritor nacido en Jerusalén en 1971. Ha publicado una colección de cuentos, seis novelas, una obra de no ficción y un libro infantil.
Traducción de Tamara Rajczyk