Marshall Meyer y el deber de la resistencia judía en la diáspora *

Hace 26 años moría un importante referente comunitario y un valiente luchador por los Derechos Humanos durante las dictaduras de América Latina.
Por Martín Maslo, Presidente de la comunidad Judía Bet El de Argentina

Hoy se cumplen 26 años de la muerte del rabino Marshall Meyer, fundador del Seminario Rabínico Latinoamericano y de la comunidad Bet El de Argentina, de cuyos orígenes florecieron decenas de comunidades judías conservadoras en toda Latinoamérica.
Activista incansable por los Derechos Humanos en las épocas de dictaduras en Argentina y otros países latinoamericanos, fue elegido por el presidente Raúl Alfonsín para integrar la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas a la vez de haber sido miembro de la Asamblea permanente por los Derechos Humanos y fundador junto al periodista Herman Schiller del Movimiento Judío por los Derechos Humanos.
«No tengo derecho a permanecer callado» fue uno de sus pilares de resistencia.
Pero su resistencia, impregnada en la comunidad judía conservadora y progresista en todo Latinoamérica, no quedó circunscripta a la lucha contra la dictadura militar en Argentina.
Las transformaciones religiosas de su legado tienen origen en la búsqueda de un judaísmo renovador y unido a la realidad de la vida moderna, un judaísmo centrado en el hombre y en la justicia social.
Su comunidad Bet El en Argentina, centro ideológico de transformaciones y revoluciones culturales, unió en la liturgia a hombres y mujeres (separados en el rezo por la ortodoxia), dio a la mujer derechos igualitarios en el ritual (celebraciones de bat mitzvah y lectura de la Toráh), y dio lugar a cambios y consecuencias ulteriores como la ordenación e implantación de rabinas mujeres, la igualdad y libertad de elección sexual en el judaísmo y la permanente lucha por las causas que hacen a la justicia social como precepto religioso.
Una plaza inaugurada en 2005 en Buenos Aires lleva su nombre y una placa en una esquina del barrio de Belgrano recuerda su legado.
Pero su ideal y su resistencia a la desigualdad y la injusticia son parte viviente del colectivo que mueve a varias generaciones en la búsqueda de la inserción del judaísmo diaspórico en las sociedades.
Marshall fue un rabino de la acción y la palabra (y no al revés), fue un cura villero, un sindicalista en lucha permanente, un cuadro forjador de ideas colectivas, un soporte para madres y abuelas de Plaza de Mayo, un pastor, y, aunque murió más temprano que tarde, así como su maestro Abraham Yeoshua Heschel caminaba de la mano de Martin Luther King Jr. en sus marchas, hoy él estaría en cada plaza y en cada marcha, demandando que la sociedad deje su anestesia individual y mire hacia el prójimo, que sufre y necesita.

* Fuente: Ynetespañol