Jánuca, la fiesta de los relatos

¿Quién podría contar aquellas cosas que nos sucedieron?

Se acerca Jánuca, la celebración de las luces, un tiempo en el que los días se acortan significativamente en el Hemisferio Norte. La festividad marca el comienzo del reinado de las tinieblas, fruto de la escasez de horas de sol, pero la luz de nuestras candelas reconforta los corazones acechados por el temor y el frío.
Por Rabino Eliyahu Peretz *

Simbólicamente, atendiendo a la interpretación de Hilel z´´l, con el encendido de las velas aparentamos representar la batalla personal y colectiva contra aquellas manifestaciones o acciones humanas que consideramos reprehensibles en cada época. Reseñemos que posiblemente algunas de estas acciones, las hoy consideradas indeseables y censurables, en un pasado más o menos remoto no fueron comprendidas como negativas. Sin embargo, lejos de paralizarnos, esta evidencia nos ha de hacer más conscientes de la mutabilidad de nuestras expresiones culturales, sujetas a los elementos externos y a las vivencias de nuestro pueblo y de sus integrantes.
Retornemos pues a Jánuca y preguntémonos: ¿fiesta de los milagros o fiesta de las acciones? Nuestros sabios se posicionaron claramente a favor del milagro durante generaciones y decidieron apartar del canon de la biblioteca judaica los rollos de los macabeos, que fueron transmitidos y conservados en la tradición cristiana. Esta acción de nuestros predecesores no parece gratuita y algunos, desde una perspectiva claramente revisionista, sostienen que lo hicieron obligados y en un contexto represivo en el que otros escribían nuestra historia y dictaban nuestras acciones empleando la fuerza.
Esta teoría se asienta sobre fuertes cimientos, sin embargo quienes la sostienen parecen obviar la existencia de “Meguilat Antiocus”, un relato que ha sido datado por algunos investigadores como previo a los propios libros de los macabim. Esta narración, traducida al hebreo desde el arameo por el propio Saadia Gaon en el siglo X de la era común, contiene la memoria del odio de Antiocus hacia el pueblo judío, de la fuerza de su cruel imperio y de los actos de su enviado a la tierra de nuestros antepasados, acciones que finalmente condujeron a la guerra y a la victoria del pueblo judío. Existen varias versiones del texto y no todas contienen la plenitud del relato. Se han encontrado diferencias entre las conservadas en Salónica y en Yemen, las cuales contienen elementos comunes aunque faltan en algunas versiones el relato del enfrentamiento final. Parece que la sabiduría colectiva hubiese seleccionado retazos descartando otros en función de las necesidades del momento o del lugar.
Cuán voluble es nuestra memoria y cuán sabia la cultura popular que adapta el relato y su exégesis a nuestras necesidades. Así lo hizo también el sionismo clásico, adoptando sin parpadear los ajenos libros de los macabeos y la narrativa del judío beligerante, todo esto en su búsqueda del “judaísmo de los músculos” soñado por Max Nordau y algunos de sus coetáneos. Hay quienes ambicionan mantener esta pretendida “verdad” estática, empero ya vimos que existe la posibilidad de resignificar, de revisar el relato de nuestros sabios y aprender de los textos y omisiones que ellos nos legaron.

Los significados de Jánuca
Al plantear el cuestionamiento acerca de qué es Jánuca, nuestros sabios parecen contestar en las fuentes mediante una alegoría, equiparando la escasez de aceite con las reducidas fuerzas militares que lograron sobreponerse a la aparentemente robusta mayoría, al igual que el aceite satisfizo la necesidad para resistir a la penumbra durante mucho más tiempo del estimado. No obstante, en la guemara, nuestros sabios antes de narrar el “milagro del aceite” también mencionan la acción de los macabeos (de la casa de los jashmonaim), pero sin detenerse en el hecho ni darle excesiva significancia. Se centran por tanto y sin duda en la luz que ellos alimentaron, y con la que lograron componer una significativa porción del corpus literario que nos constituye como pueblo.
Destaquemos por ejemplo a Yojanan ben Zacai, quien al abandonar su amada Yerushalaim logró salvaguardar la continuidad del relato con su sabios en Yavne. Sin olvidar nunca la ciudad de sus anhelos, tejieron juntos parte del entramado de nuestra historia colectiva y nos la transmitieron para que la enriquezcamos con el relato personal y colectivo de cada tiempo, para que la interpretemos en cada contexto.
En estos días de la fiesta de Jánuca, el relato personal se alumbra a la luz de nuestra janukiá en casa y se incorpora al relato colectivo a través del mandato “pirsuma denisa” (publicitar el milagro), a través de la obligación de sentarnos a compartir nuestras dispares perspectivas sobre lo ocurrido en Jánuca y sus enseñanzas. De esta forma, Jánuca pasa a ser la fiesta de los relatos, donde la intensidad del discurso no puede ni debe ocultar el contenido que es la luz. Son los días en los que el fanatismo ha de verse eclipsado por el diálogo y el intercambio de opiniones, los días en que relatamos y re-relatamos, jornadas en las que reescribimos la descripción de nuestros temores e inseguridades como pueblo y también nuestras aspiraciones más puras.
Seamos cada una y cada uno de nosotros el shamash con todo su potencial para encender y propagar la luz en los momentos de oscuridad, recordemos nuestro potencial para iluminar los relatos sombríos, como ya lo hicieron nuestros sabios, sin permitir que la intensidad de la exaltación se sobreponga al contenido y los valores de nuestra tradición.

* Comunidad Bet El.