Ruben Melzer, 1944-2019

«Pocos como él»

Hace pocos días falleció en Israel Ruben Melzer, histórico redactor de Nueva Sion y militante de la Jativá Anilevich desde la década del ‘60. Su primo Guga, quien compartió con él espacios personales y de militancia sionista, traza una semblanza de un javer que dejó un recuerdo indeleble en el movimiento.
Por Guga Kogan

Los primos, Ruben Melzer y yo, fuimos reclutados por el sheliaj Ioshua Faigon como redactores de Nueva Sion, por ser los únicos que dominábamos el hebreo fluido y la realidad política y social israelí. Éramos los únicos judíos entre la “manga de jóvenes judíos cuasi asimilados” que se incorporaron a la Jativá Anilevich sin saber una sota de judaísmo. Y de sionismo ni que hablar.
Estos dos atributos los adquirimos juntos en el Majón de Morim de la calle Tucumán y durante un año de estudios en el Instituto Religioso Harav Gold, en la Jerusalén de antes de la Guerra de los Seis Días. Una aldea de 3 por 5 cuadras que finalizaba en el Portón Mandelbaum. Más allá podías ligar, si te equivocabas de vereda, un balazo de la Legión Jordana.
Allí nos empapamos de la política israelí, de los vaivenes políticos de los próceres fundadores del Estado, Ben Gurion, Eshkol, Tabenkin y Meir Iaari; quienes discurseaban en hebreo y se peleaban en ídish, en especial con Beguin. Allí llegamos a la conclusión que la religión judía en Israel era la antesala al nacionalismo judío, con miradas de beatos y ritos enrevesados. Por ello, cuando volvimos de Israel, cruzamos juntos la vereda y entramos en Junín 265, el antro del sionismo socialista bien entendido y luchador.
Así entramos por la puerta grande a redactar “el pasquín”, como llamábamos con cariño a Nueva Sion, bajo la mirada curiosa de los shlijim, que recién llegados del tambo del kibutz, no entendían cómo esos dos “pendejos” sabían más que ellos de lo que acontecía en Israel. Y encima, “opinan por escrito”, “cuentan acontecimientos” y “deciden cuáles serán los temas apropiados a publicar en primera plana”.
Ruben tenía varios “defectos”. El primero era un olfato para pescar, antes que yo, las noticias y artículos más interesantes del Al Hamishmar, que era nuestra misión traducir y recauchutar. Siempre me ganaba, como cuando éramos chicos, allí en Zárate, donde nacimos, y me ganaba al ajedrez. El segundo era un apetito insaciable. Sin advertirlo, morfaba toda la heladera de Rosalía Rapaport, la madre de Mario Rapaport, el Redactor en Jefe, que en su departamento hacíamos “El Pasquín” por las noches. Cuando se levantaba a la mañana, Rosalía abría la heladera vacía y sabía que Ruben Melzer, “el termite”, como lo llamábamos por ese sublime apetito, había estado allí. Y ella se callaba, porque era “por la causa”, por la conciencia sionista inculcada por su ínguele, estudiante de Filosofía, Jefe de Redacción del periódico judío más combativo de América Latina.

Artículo del Nro. 428 de Nueva Sion con motivo de la aliá de Ruben y Guga

Éramos “los primos” de Zárate, que a los 17 años ya ostentábamos el título de “periodistas”, con el que nos pavoneábamos en los círculos de la Juventud Anilevich para impresionar a las chicas. Ruben era sionista a ultranza y chinófilo por convicción de que el futuro era de Mao. Una combinación esotérica mantenida por conocimientos y por una memoria de elefante para recordar todo acontecimiento geopolítico de los años ‘60, ante el cual su contrincante en discusión quedaba boquiabierto y sin argumentos. Con ese bagaje intelectual no solo sabía redactar artículos y noticias, también daba charlas de esclarecimiento político que los oyentes bebían a grandes tragos.
Éramos caballos de una batalla escrita sin bocal. El sheliaj de turno, que desde Israel y el Mapam (QEPD) era nombrado como comisario político del periódico, órgano del Mapam (QEPD), se encontraba con dos ejemplares que sabían más que él de la realidad israelí y no aceptaban su conducción ideológica. El que intentaba imponer una línea sin consultar a “los primos” era inmediatamente relegado al margen y veía el periódico solo después que cerrábamos las galeras en la Imprenta Aleman, allí por el Bajo.

Guga Kogan con Reuben Melzer

Mario Rapaport era el que más sufría por nosotros. No solo por el saqueo de su heladera, sino para lograr imponer un estilo de redacción a dos brutos de la lengua, cuya máxima instrucción en redacción castellana eran la primaria con composiciones tema La Vaca, las historietas Patoruzito y mucho Salgari.
Reuben tenía ese don que tienen pocos, en periodismo, de ver el proceso político y social que conduce un Estado en formación y pronosticar, casi al milímetro, lo que iba a suceder unos meses más tarde.

Por él y su contribución fuimos un periódico guerrero que formó a su alrededor un Movimiento juvenil que cambió el rumbo de muchas vidas y conciencias.
Sin él, no hubiéramos sido tan relevantes en la calle judía de los años ’70.

Gracias primito por lo que fuimos.