Solo Bibi o en hebreo “rak Bibi”, es la frase que se escucha más a menudo de parte de los incondicionales votantes de derecha que no conciben alternativa alguna más que la continuidad del líder del Likud al frente del partido y al frente del Estado. Y esta frase volvió a repetirse la pasada semana en la manifestación convocada por parlamentarios y dirigentes del Likud en reacción a la acusación por soborno contra Netanyahu que en estos días oficializó el Fiscal General del Estado Avijai Mandelblit.
Desde diciembre de 2018, luego de conocerse los resultados de la investigación policial, Mandelblit y su equipo fiscal se dedicaron a estudiar cada una de las tres causas en las que estaba sospechado el Primer Ministro. La Fiscalía General invirtió un año en evaluar los testimonios y las pruebas y la decisión fue contundente. Netanyahu ha sido acusado de fraude, abuso de autoridad y ni más ni menos que de soborno y por eso será llevado a juicio. Sin embargo, esto no parece influir sobre los fervientes seguidores del Primer Ministro que en la manifestación en Tel Aviv vapulearon a la fiscalía buscando aplazar su tarea y deslegitimar al Poder Judicial todo. No faltaron agresiones a periodistas y opositores, y tampoco el grito “solo Bibi”.
Y en este caso no queda más que coincidir: ¡solo Bibi! Solo Bibi ha sido capaz de paralizar a Israel durante más de un año con el único fin de salvaguardar y defender su interés personal. Solo Bibi.
En el año 1977 se disputaban elecciones en Israel, Rabin era candidato y tenía amplias chances de ganar y continuar en el cargo que venía desempeñando desde 1974. Un mes antes de los comicios, una investigación periodística reveló que Lea, esposa de Rabin, tenía una cuenta bancaria en Estados Unidos, lo cual estaba prohibido por ley. La publicación desató un drama político. El Fiscal General de aquel entonces, Aharon Barak, quien décadas más tarde sería presidente de la Corte Suprema, le dio a Rabin un ultimátum: “O renuncias o te enjuicio”.
Rabin renunció, y en las elecciones el Likud se hizo con el poder. Rabin pagó un alto precio político y personal. Solo Bibi no está dispuesto a pagarlo. Solo Bibi.
Hace once años, cuando Ehud Olmert promediaba su mandato como Primer Ministro se vio envuelto en sospechas de soborno y de conflicto de intereses. Lo acusaban de nombrar funcionarios afines y de otorgar licitaciones de forma irregular cuando ejercía como alcalde de Jerusalén y como ministro de Industria y comercio en el gobierno de Ariel Sharon. Sin esperar a que los casos lleguen a la Fiscalía General, y aun cuando la investigación policial estaba en proceso, Olmert le presentó al Presidente Shimon Peres su renuncia al cargo de Primer Ministro. Por entonces, Peres declaró que valoraba la manera honrosa en la que Olmert había decidido transferir el gobierno. Solo Bibi no concibe tal manera. Solo Bibi.
No se trata de la ausencia del atino a renunciar o a dar un paso al costado luego de más de once años en el ejercicio del poder. Netanyahu se propuso demonizar y corroer los cimientos de la democracia israelí. Lo que pusieron de manifiesto las respectivas actitudes de Itzjak Rabin y de Ehud Olmert es el sometimiento al control del Poder Judicial, la creencia en las instituciones que garantizan el cumplimiento y la igualdad ante la ley. Netanyahu, junto a sus ministros y seguidores, han llevado adelante una campaña sistemática de deslegitimación de la fuerza policial, de fiscales, jueces y de la Corte Suprema; todos ellos garantes del estado de derecho. El punto cúlmine fue la afirmación de Netanyahu de que la acusación en su contra es un golpe institucional contra su gobierno.
Y en estas últimas semanas de 2019, a horas de que se agote el plazo final para formar gobierno en Israel, todo parece indicar que inexorablemente la Knesset va a volver a disolverse por tercera vez consecutiva en menos de un año. Inestabilidad e incertidumbre seguirán dominando el escenario político de Israel en tanto y en cuanto siga sonando el mismo eco: Solo Bibi.
* Sheliaj Hashomer Hatzair.