-Comencemos con la primera pregunta: ¿Quién es Eva Halac?
-Upa…
-Bueno, si tenés años de terapia quizás te sirva de ayuda para responder….
-Es que no tengo años de terapia, no los tengo. En realidad yo estoy viendo qué hacer. Es una pregunta que me hago y hago en mis obras, qué hacer. Qué hacer y cómo pararme en el mundo. Así que todavía estoy respondiendo esa pregunta.
-¿Estás buscando quién sos?
-No estoy en la búsqueda de quién soy, yo sé quién soy. El tema es el hacer, es distinto… Vamos a hacer un esfuerzo por responder a esta pregunta. A mí me gusta la experimentación. Yo me siento más cerca de las artes visuales. En el espacio escénico pienso en imágenes. Los textos vienen después. Soy una persona con imaginación, eso soy.
-Compartís con tu papá el arte y la pasión por la dramaturgia, ¿lo considerás una herencia o un legado, y por qué?
-Lo comparto con mi padre y creo que… a ver… ¿cuál sería la diferencia entre herencia y legado?
-A mi entender, herencia es algo que uno recibe y el legado es algo que se recibe también pero a su vez lo acepta.
-Entonces es un legado.
-Si tendrías que definir al teatro, ¿cómo lo harías?
-¿El teatro en general?
-El teatro en general y si querés también el tuyo propio…
-Es difícil encontrar definiciones, pero voy a trata de pensar desde lo que respecta a mí y mis experiencias. Creo que más que nada hoy, pero quizás siempre pasó, más allá de la catarsis que sigue existiendo, creo que es una reunión voluntaria de personas para poder debatir acerca de aquellos temas que no se pueden hablar directamente. Creo que es lo más cercano que encontramos para poder hacerlo. El teatro encuentra personas porque pueden utilizar ese lenguaje que de no existir no se encontrarían. De hecho, es maravilloso lo que ocurre… se encuentran personas que vienen de distintas extracciones culturales, sociales, económicas, y se conforma como un lenguaje de ese grupo. Hay un lenguaje que nos permite comunicarnos.
-¿Este lenguaje nos permitirá poder debatir con el pasado, el presente y el futuro también, verdad?
-Por supuesto. Lo que debatimos siempre es el presente. Siempre trato de dejar en claro que a mí no me interesa el pasado. El pasado es para los documentales. Las obras que se llaman históricas me parecen espantosas, me parecen que son como una suerte de híbrido, que no termina de ser una clase de historia ni una obra de teatro. El teatro siempre es presente y la historia es una excusa solamente. Es decir, una fuente inagotable de temas, de situaciones, de imágenes.
-¿Existe un eje común o un denominador común en toda tu obra, cuál es?
-En los textos siempre aparece, me doy cuenta, un personaje antisocial. Que a pesar suyo termina siendo enemigo de todo el mundo. Un personaje que quiere influir en la realidad y la realidad termina influyendo en él, termina transformándolo. Pero creo que desde el punto de vista de la imagen tengo una simultaneidad de puntos y líneas sobre el plano, que de alguna manera buscan a través de esa imagen, contar, generar ese planeta, ese mundo donde estos personajes se encuentran. Busco un teatro que no opine, sino que sea voces, de muchas voces y que en todo caso esa opinión se vaya como transformando y se escuchen en forma simultánea todas esas voces. Busco un teatro de atmósferas te diría. Siento que desde hace mucho, desde que soy chica, que mi legado y mi herencia son todas esas voces. Esas voces que escucho desde mi infancia, que discuten, que debaten, que tratan de comprender, que mezclan política, filosofía, literatura y que no resuelven. Sin embargo, tienen siempre la seguridad de tener algo para decir y eso es cómico también. No puedo dejar de mirarlo con cierta ironía y también te diría con cierta ternura. Me parece como que hay algo de todas esas voces que siguen dando vuelta y que en general los textos no coinciden con las acciones. Incluso desde las mismas personas que las emiten. Te diría que ese abismo entre lo que se dice y lo que se hace también está en la imagen.
-Estudiaste Ciencia Política en la UBA, ¿cómo se integra tu carrera en tu producción, si es que lo hace?
-Estudiar Ciencia Política me sirvió para poder guiarme en lecturas. Como siempre sirve la universidad. Es una guía literaria, sin duda, para poder analizar, entender, construir.
-En J. Timerman, tú última obra, aparece una representación histórica de los años ´70. ¿qué significado tienen para vos esos años en la Historia Argentina y qué te motivó a escribirla?
-Siento que venimos con una gran carga de consignas. Que venimos arrastrando esas cargas de consignas y deseos. Descubrí en la historia de Timerman que estos deseos se pasan de una generación a otra. Hay una frase que dice Abrasha Rotenberg en su libro sobre La Opinión, que es: “Un hombre es la suma de sus acciones más los sueños que no pudo realizar“, creo que hay algo de esto en lo que nos construye como seres humanos. Siento que en la generación del ‘70, lo que pude encontrar en esa historia, es que estos hombres, Timerman, a esa edad, en una época muy particular de Buenos Aires, se encontraba en los bares con los refugiados de la Guerra Civil Española, y que eran personas que admiraba muchísimo y que le despertaban un deseo de un sueño heroico que de alguna manera guió toda su línea editorial. Al darse cuenta que también esto era compartido por un sector, era una necesidad de un sector. Por lo menos ver cómo capitalizar y cómo hacer catarsis con ese deseo. Porque es un deseo que tiñe todo. Creo que ese deseo es puesto en acción en la generación siguiente. Resulta tan fuerte que la generación que sigue termina tomando las armas. Él cuenta en su libro más autobiográfico, ese libro terrible que escribe después del secuestro, él dice que encontrarse con estas personas, con éstos combatientes que venían de pelear en la Guerra Civil era como tocar el fascismo con las manos, porque esta gente había tocado al fascismo con sus manos. Había que compararse con estas personas. Un chico de veinte años, él tenía veinte años en ese momento. Eso lo sentí también cuando escuchaba a las personas que habían sido, como en el caso de todos los amigos de mis padres, habían combatido la dictadura, la historia Argentina, hay algo de todo eso que volvió a ocurrir. Me sentí muy identificada con ese escuchar y ese transmisor de deseos que en un lugar donde descoloca y obliga a repensar cuál es la posición ante el mundo. Donde todas las posiciones parecen chiquitas, parecen ingenuas, al lado de la figura del combatiente. Creo que vivimos atravesados por esos sueños heroicos todo el tiempo, que a su vez fueron respuestas de sueños anteriores, y hay algo del soñar y el ser soñado. Del vivir la vida que fue soñada por otro y que al enfrentar en la realidad no ocurre. Se vuelve a contar de otra manera. Sentía que hay algo de eso que estamos viviendo, por ejemplo, la generación del ’70 con toda su carga simbólica que llena de consignas y de acciones, pero básicamente de consignas, de gestos. Me parece que vivimos en una sociedad muy gestual, y esa carga gestual no se condice después o desilusiona mucho a la hora de poder llevar a la realidad esas palabras. Creo que hay algo de esa disociación, de esa frustración inclusive que también vive mi generación.
Las cosas como las vemos
-Creo que los sueños se resignifican en otra generación y quizás se concretan de una manera diferente…
-Creo que Timerman lo vio. Trabajó con el show, hizo marketing con eso y después se hizo cargo de eso también. Hay algo de ese Timerman terrible que a través del diario La Opinión le contesta a los guerrilleros y les pide por favor que dejen, que no le hagan el juego a los militares porque justificaban la represión. Él se siente parte y responsable de haber alentado de alguna manera un sueño, nunca con las armas sino que siempre con la literatura. De alguna manera es inevitable no formar parte, al menos, de una cierta responsabilidad cultural. Creo que hay una cierta responsabilidad cultural en la violencia. Creo que él lo vio. Escribió sobre eso de una manera admirable. Fue muy valiente al hacerlo y reconocerlo. Fue una persona que reconoció sus errores.
-Tu papá formó parte de la sección La Opinión cultural dirigida por el poeta Juan Gelman, ¿qué lugar tiene este periódico en tu historia familiar y personal ?
-Creo que ese periódico es parte de una generación. Hay todo un mito alrededor de ese diario. Por supuesto. yo tengo de primera mano un montón de anécdotas que utilizo en la obra sobre el trato despótico de Timerman. Todo el anecdotario de lo que lo hace divertido. Pero también ser hijos de La Opinión, somos los hijos del diario La Opinión. Siento que somos una generación que tiene en un lugar muy importante ese tipo de periodismo. Creo que es un legado, esa es la herencia. Es una herencia pesada también. Es una herencia que no se puede dejar de lado sin reflexionarla, sin hablar de eso. Siento que hizo sentir a muchas personas, lo compruebo día a día, por anécdotas, por historias que me cuentan, hizo sentir a muchas personas parte de un proceso histórico. Es lo que aparece, lo que hizo también el éxito del diario. Había como una especie de “sociedad secreta“, de cierto sabor clandestino, de cierto carnet, como una especie de membrecía de hecho, sin ser enunciada. Sin embargo, “el club” de La Opinión era eso. Creo que durante mucho tiempo lo terrible es que funcionó. Lo terrible es que funcionó tanto para el que lo tomó al pie de la letra, como para el que lo vio como una amenaza.
-Fue funcional para el imaginario de los dos.
-Y sí.
-Como dice la frase: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia” ¿Quién escribió para vos la historia de los ‘70 y cuál sería la otra historia?
-Creo que esa frase hay que investigarla un poco más, porque el que gana no necesita mentir, en todo caso, ya ganó. A lo sumo justificar pero no mentir. En todo caso estamos hablando de ganar y perder, la gran trampa es seguir creyendo que se gana y se pierde. Que estamos en la guerra, en la batalla, son términos bélicos ganar y perder, de competencia en todo caso, y este sistema nos obliga a eso. Entonces me parece que la gran batalla cultural es terminar con la idea de que hay ganadores y perdedores. Creo que habría que reformularla a esa definición. Creo que la Historia se escribe sola, a pesar de nuestras pretensiones de ser controladores del pasado y del futuro. Es a pesar nuestro y que hay muchas voces.
-Que también se va reescribiendo con el paso del tiempo…
-Se va reescribiendo porque es un devenir. En devenir de muchas voces. La historia es un devenir de muchas voces que suenan en forma simultánea. Esa es la base de mi teatro. No es una voz, sino muchas.
-Hay una frase del Talmud que dice: “Las cosas no son como son, sino como nosotros las vemos“
¡Genial, genial! Ese es el teatro de Shakespeare, que es mi guía. En Shakespeare, los personajes son según los ojos de quien los mire. Ser según los ojos de quien te mira, es tener muchos rostros. A Shakespeare se lo ha definido como el más humano de todos los dramaturgos. Creo que cuenta historias terribles y de ninguna manera podemos afirmar que es teatro histórico, es cualquier cosa menos eso. Siempre está hablando de nosotros y del comportamiento humano. Cuando nos metemos con el comportamiento humano, estamos siempre hablando del presente. En todo caso es “sin tiempo”, ni presente, ni futuro, ni pasado. Es un “sin tiempo“ que nos hermana, que nos une. Quizás esa es la única función que hay en lo que se podría llamar cultura. En todo caso, habría que inventarle otro nombre ya a la cultura. Borrarle el tiempo, terminar con el tiempo, porque la historia, los que ganan y los que pierden tiene una carga temporal que no pertenece al mundo del arte y mucho menos al de la ficción.
-¿A tu entender, cuál es el impacto que tuvo la obra en el público trayendo los años ´70 en el año 2019? ¿Cómo pensás que impactó en aquellos que vivieron esos años y en aquellos que no?
-Lo que pasa es una obra de teatro, no como un segmento de la historia. Las personas que no saben ni siquiera quién era Timerman, lo que me han dicho, y lo que vi, gente muy joven, lo ve como un capítulo de una serie. J. Timerman es un capítulo de una serie. Te podría decir que la mejor definición de J. es el capítulo de una serie. Una serie que yo soñé e imaginé también desde lo estético. Siempre quise plasmar en el escenario a estos hombres de traje, con ese estilo medio Mad Men, yendo y viniendo con mucha premura y mucha seguridad tratando de resolver en un espacio de tránsito que no tiene ni principio ni fin y que impide instalarse también. Esa imagen es un extracto de las imágenes de las series donde caminan con los vasitos de café en las manos, naturalizando todo. Esa naturalidad con la que vivimos segundo a segundo, esta cosa del segundo a segundo del rating, hay algo del minuto a minuto.
-Timerman también se preocupaba por el rating…
-Claro, está preocupado por el rating. Totalmente. Sí, absolutamente. El modo, el tono que encontré que más corresponde a esas personas, en ese ámbito, que combina periodismo es decir, la redacción del diario y también los pasillos de la Casa Rosada, tiene que ver con lo que más me llegaba a mí creo de la escucha de las voces cuando yo me concentro y es el rating. Es lo que vemos hoy, en los diarios o sea, quien está más buscado en las redes, cuál es la palabra que más sonó. Es el signo de estos tiempos es el minuto a minuto, y creo que fue el signo de Timerman.
-¿Cómo fue el trabajo de investigación que realizaste para poder escribir el texto de la obra?
-Uh… atroz, atroz. En un punto, todos los personajes que aparecen escribieron libros que tienen entrevistas, y así pude construir las voces con una lógica de sentido para que puedan dialogar, enfrentarse y argumentar con una lógica. Que tengan una voz propia, a mí me parece fundamental que tengan una voz propia. Para eso, sí, sin duda, ahí es donde la historia aparece como una gran fuente para la ficción. Hasta Lanusse tiene tres libros escritos. Sin duda, no los escribió él. De hecho, en el último hay un periodista de La Opinión que es el que le toma las entrevistas y después lo redacta. Es el único que se puede realmente leer en términos de cierta redacción, porque los otros son terribles, ahí también habla la esposa. Timerman escribe muy bien, es un gran escritor. Es un placer leer a Timerman. Leí todo lo que él ha escrito, expresa su pensamiento. No es difícil construir un personaje alrededor de eso y después sobre eso imaginé. Si hay un pensamiento aparece también la posibilidad de la construcción de un personaje que no es Timerman sino que es un personaje de una obra de teatro. Del mismo modo, Abrasha, que escribió y es escritor. Escribió novelas, escribió una pieza sobre su vida, hermosa, que se llama Última Carta de Moscú, en donde hay algunos elementos que aparecen en la obra. Después es Abrasha y no es Abrasha. Sin embargo, por ejemplo, sobre Graiver hay muy poco material escrito por él mismo pero está lleno de muchos libros escritos sobre él.
-¿Por qué elegiste titular la obra personalizando el nombre de J. Timerman y no quizás utilizando otro como diario La Opinión u otro diferente?
-La obra se llama J.Timerman. Hay algo de un juego. Fue una pregunta que yo me hice básicamente al terminar de escribir. Me cuestionaba qué hacer con los nombres de todos. En un momento pensé usar nombres de Western. Abrasha Rotenberg era Cooper, la Luz era Lasiter, Timerman era Timerland, eran nombres de Western. Después pensé, que total no eran ellos, si no eran ellos, estaba segura de eso, no eran ellos. Incluso tenía como miedo, lo que me parecía espantoso era la idea buscar actores que tuvieran relación con esa imagen que los había conocido. Llegué a pensar en hacerlo todo con mujeres, en un momento, justamente para borrar, porque me parecía que ellos., que ya era mucho. Existían demasiadas estéticas mezcladas y líneas abiertas, demasiadas direcciones para poder seguir en esa pintura. Entonces directamente pensé: “Si va el título queda más claro, qué no es…”. Porque J. Timerman es lo menos Jacobo Timerman que sí existe. Porque si le hubiera puesto El Director por el diario sí hubiera puesto La Opinión, en un momento se iba a llamar Sin fotos y sin Fútbol. Porque eso era el diario. Pero eso sí daba para un documental, en cambio, J. Timerman sonaba a una serie, sonaba a esto es una ficción, por supuesto basado, inspirado, en estos personajes. Me parecía muy terrible por otro lado usar sus historias, sus pensamientos, hacerlos debatir y no usar sus nombres. Los nombres están, pero el título de la obra juega con que si es o no es y es un guiño también, una contraseña como digo yo. Es un guiño para los que lo conocieron y para los del “ Club La Opinión“, como un código encriptado.
-¿No puedo dejar de preguntarte sobre la escenografía donde las vallas ocupan un lugar central y que representan las mismas para vos?
-Tenía muy claro antes de comenzar a ensayar que el espacio era un espacio de tránsito, casi como una línea recta donde los personajes pudieran encontrarse, pudieran cruzarse, pero nunca verse quizás. Creo que terminó de definirse con estas vallas que hicieron que fuera un camino peligroso. Son vallas de contención y con-tensión también, con cintas de peligro. Ellos caminan con tanta seguridad e instalan sus cuerpos de pronto apoyados en esas vallas como si estuvieran definitivamente en otro lugar. Como si ese lugar en donde están hubiera desaparecido, desde un punto de vista científico, como si fueran parte de una fantasmagoría que quedó de una dimensión que ya no está más. Esas vallas que son tan actuales, tan del paisaje urbano, tan reconocidas por el espectador, vinieran como justamente a subrayar esa fantasmagoría porque son como hologramas que utilizan como puntos de apoyo. A todas luces no son vallas, que parecen apoyados en la barra de algún bar, en algún escritorio y que no está, que desapareció. Hay algo fantasmagórico que quería tuviera lugar y para eso necesitaba desmaterializarlo. Creo que esa ausencia de materia está justamente en la presencia de las vallas, como algo que está derrumbado, que solamente ha quedado un camino muy, muy precario para poder transitar por ese espacio que se advierte al peatón que no lo haga.
-Tus personajes están en constante movimiento. ¿Qué querías expresar con esa vorágine de pasos que recorren?
-Ese devenir sin dudas. Es el devenir del que hablamos. Ese devenir de palabras, de gestos, de consignas, de deseo básicamente, de deseo que es transmitido. Hay una lucha generacional también en Timerman que la siento muy presente hoy. Hay algo del pensamiento adulto y del pensamiento joven. Ese debate que no está cerrado en mi obra y siento que sigue siendo a partir de los mismos ítems. Como que a mí me gustaba y que siento que está muy presente, es la necesidad que veo en muchas personas incluso que ya han vivido otras épocas y sienten una necesidad de hablar con las consignas de la juventud. Quizás para no sentirse viejos. Hay algo de esa resignación del personaje, de Timerman, que se da cuenta que al tener que enfrentarse para advertir inclusive, para cuidar, para ser responsable, hay algo de la responsabilidad que necesariamente lo hacer perder juventud. La responsabilidad te transforma en adulto, es inevitable. Es una paradoja muy grande porque es un lugar que se adquiere con el tiempo, es inevitable.
-Sé que estuvieron en el teatro algunos protagonistas de esos tiempos o cercanos a ellos. ¿Qué les impactó de su propia representación en la obra y que te impactó a vos de sus comentarios?
-Bueno, es difícil para una persona, más allá de aclarar que esto es una ficción, sin dudas es difícil. Es más, todas las personas que fueron periodistas en La Opinión o que conocieron a Timerman, vieron Timerman. Se volvieron a encontrar con él. Entonces era también muy difícil explicar, más allá de que eso algo suma, pero que pero no fue esa la intención. Abrasha, el personaje, con ese libro tan maravilloso que él escribió sobre el diario, y ese personaje que aparece en ese libro, sin duda es un personaje que él escribió de sí mismo también. Yo tomé el personaje, no lo tomé a Abrasha. Tomé el personaje que él escribió sobre él, sobre Abrasha, sobre sí mismo, donde ocupa un lugar bastante antagónico al lado de Timerman, siendo los dos socios. Sin duda, el verse para él fue complejo. Ese día sacó su Instagram donde comenzó a contar su vida con una frase hermosa donde dice: “yo quería cambiar el mundo y el mundo terminó cambiándome a mí“, donde vuelve a ser mi personaje. Pero creo que él se dio cuenta en determinado momento que ese no era él y era él, y que en todo caso hay una parte de él ahí. Para el actor creo fue muchísimo más difícil que para él. Para el actor que lo representaba, creo que la parte más compleja … fue al estreno, fue un desafío terrible para el actor, Leonardo Murúa, saber que el personaje que él estaba representando estaba sentado mirándolo. Pero creo que miramos lo que queremos ver. Abrasha por ejemplo, había venido a ver mi obra, una obra del estilo que se llama Café Irlandés, en donde hay un diálogo también entre dos periodistas, Tomás Eloy Martínez y Rodolfo Walsh, entre otros personajes. Tomás había sido muy amigo de él, de Abrasha. Él vino a ver la obra y me dijo:·”Yo lo ví, yo no pude ver otra cosa, lo vi todo el tiempo a él, seguí a Tomás. Cuando estábamos ensayando incluso Café Irlandés y había una mesa de bar que estaba hundida entre unas butacas de cine que esa era la escenografía, un gran cine, me acuerdo que mi padre que vino a ver un ensayo, Me comentó: -yo tenía unas ganas de sentarme en esa mesa y charlar con ellos. O sea, hay algo que pasa también que va más allá y despierta sin duda toda una nostalgia. No puedo evitar, y me conmueve también. No lo puedo resolver, no puedo resolver nada de eso y me siento muy impotente porque despierta emociones, angustias, recuerdos de los buenos y de los malos, y vivencias. Coloca a las personas en un estado que no puedo ayudar.
-No es responsabilidad eso…
-No, no, es tremendo, si, o sea tanto los personajes que se nombra, el hijo de Timerman que vino a ver la obra, Javier Timerman, igual me escribió muy amable y dijo que había representado muy bien ese debate, la época, los ´70, eso que está siempre en un revival. Sin duda para él no es lo mismo.
Por eso es muy difícil, no puedo… me siento una irresponsable habiendo hecho eso también.
Actuar como un padre
-Esa irresponsabilidad es tu parte juvenil lo que demuestra que aún no alcanzaste la adultez…
-(Risas) Sí, sí, sin dudas fue una gran irresponsabilidad.
-¿Quisiste dejar en la obra una conclusión, mensaje o idea al espectador? Si es así, ¿cuál es?
-No puedo contestarte eso. Porque si yo pudiera definir en esos términos, no hubiera escrito una obra de teatro.
-¿Podés vivir pensando que cada uno se lleva una conclusión diferente?
-Sí, si. Es lo que ocurre en definitiva, es lo que ocurre. Yo se que hay algo que ocurre que es que yo miro a través de los ojos de los espectadores. El teatro se termina de completar, la puesta en escena, cuando empiezo a verla a través de los ojos de los espectadores. No siempre la veo igual. Siento por ejemplo ante ciertos textos que aparecen como un suspenso en el aire, como cierto extrañamiento que se puedan pronunciar. Siento que se escuchan, como si hay ciertas palabras, hay algo de lo que se puede decir y de lo no se puede decir que creo está presente en la obra. Creo que la conclusión está también en la obra pero prefiero reservarme la explicación.
-Muchos de los personajes, periodistas y personalidades del diario La Opinión son judíos. Para vos es una casualidad o ¿hay algo intrínseco en el ser judío en relación a las letras, el debate, la opinión, la diferencia de ideas, etc.?
-No, no, de hecho Timerman escribió y siempre fue muy judío, el judaísmo fue parte de su vida. Tanto como Abrasha Rotenberg. De hecho, creo que fue uno de los fundadores de Nueva Sion. Hay una especial atención inclusive de cómo se hablaba de Israel y de Medio Oriente en el diario. Creo que había una cultura alrededor de entender la mirada que también pasaba por ese tamiz. Sin duda, creo que más que una religión es una cultura el judaísmo, y este es un diario que marcó un hito cultural.
-Creo que más que una cultura es una contracultura…
– Las culturas son una contracultura siempre. Es como lo de la historia la escriben… en ese devenir siempre hay una contracultura… es anti sistema o es sistema bueno es igual en punto si estamos hablando de intangibles, ¿no? en ese punto.
-¿En lo personal tenés algún vínculo con lo judío?, ¿y cuál es?
-A ver… Antes de contestarte esto. A mí, algo que me conmovió cuando lo leí a Timerman, es esto de que él de alguna manera se quedó en la Argentina ante todas las voces que le pedían y le aseguraban que lo iban a secuestrar porque sentía que hay algo de lo judío, que el ser judío tenía que demostrar que era valiente. Que no podía ser un judío que se escapaba. A mí esto me conmovía muchísimo. La necesidad de sacrificarse por el judaísmo en este punto. Había como un sacrificio en nombre del judaísmo. Tal es así que no se equivocó porque cuando lo secuestran la acusación era ser justamente el jefe de una asociación cultural al servicio de toda esa construcción demencial que gira alrededor del antisemitismo. Pero me pareció que hubo un sacrificio desde ese lugar. Siento que sí, que tengo una conexión con el judaísmo, por supuesto. Mi padre es sefaradí.
-Te pregunto entonces si te identificas con algún tesoro de la gastronomía del Oriente…
-Si lajmayin, kipe, mi idea de paraíso es que te reciben con eso. En el paraíso están los que cocinan en Helueni y Sarkis. Hay algo de la reflexión sobre el qué y el para qué que es muy judía. Sobre el cómo vivir. Creo que es una pregunta que al tener como parte de la cultura el nomadismo y llevar entonces el valor que está en la palabra y que está en tensión con la propiedad, está en tensión con la nacionalidad, es vivir en continua tensión y el tratar de saber qué hacer. Creo que esta reflexión filosófica, ese modo de vivir, hay un modo de vivir con una empatía naturalizada con la filosofía. Hay algo del interrogarse, del interrogarse a sí mismo, interrogar a Dios. Creo que el judío es un cuestionador constante. Hay algo de ese alumno que está siempre preguntando desde ese lugar también. Eso hace que tengamos muchas vidas, de no poder resignarse una sola.
-¿Cuál es el sueño que tenés para con ésta obra, o pesadilla…?
-Con el teatro siempre espero que los espectadores se entretengan. El teatro es un entretenimiento, es parte del mundo del entretenimiento. Inevitablemente la palabra entretenimiento está devaluada, pero yo siento que la discusión filosófica para mí es un entretenimiento. La discusión, el debate es un entretenimiento. El preguntarse qué hacer en el mundo es un entretenimiento también. Es un gran entretenimiento. Hay algo de ese hedonismo puesto en ese lugar con lo que juega el teatro. Siento que está logrado, me superó la expectativa de lo que podía ocurrir. Era algo que a todas luces podía no importarle a nadie. No podía evitar hacerla. Tenía todas esas voces en mi cabeza y esas discusiones. Creo que lo que sigue después del estreno es un misterio. No quiero cambiar ese misterio. Es lo más interesante también.
-¿Tenés algo más que quieras decir o agregar?
-Estoy pensando, porque vos me haces preguntas desde un lugar que es muy interesante. Traté de que no fuera una obra que tuviera una carga porque Timerman también trata de evitarlo y punto. Me parece que hay algo de ese argentino, que sin serlo, fue muy argentino igual, tiene esa tensión entre el ser judío y argentino. De las ficciones culturales que necesitan los países, ¿no? De ver hasta donde jugarlas. Pero es inevitable no saberlo y no advertirlo. No sé qué más decirte. Creo que en todo caso te podría decir que hay algo de los hombres, que aparece también en los 70, en esa obra me di cuenta en un momento que eran todos hombres. Los personajes femeninos que yo escribo ocupan lugares muy protagónicos. Siento que hay un problema con las mujeres en el teatro contemporáneo.
-De hecho, en la obra hay dos mujeres tácitamente, la novia, la esposa de Lanusse y la modista…
-Hay algo del subrayado, de que es un mundo de hombres que el único personaje femenino que aparece por algunos segundos está en la clandestinidad Lo hace siempre una actriz distinta. Busqué justamente que el aporte político en ese sentido en la obra que está puesto en esa forma. En esa forma, en el cómo y en el cómo está resuelto el único personaje femenino que aparece. Ese personaje, con ese carácter, esa manera te diría tan ácida, tan cáustica, es una imagen familiar para mí. Mi madre tiene mucho más sin ser judía de eso. Una imagen familiar de mi infancia que está asociada a los ´70 porque está en ese mundo, ¿sí? Me crié con mi madre, no con mi padre. Soy hija de la generación del ´60, de padres separados. Mi madre haciendo tertulias en su casa con el piano hasta las seis de la mañana donde venían personas muchas veces desconocidas, sectores intelectuales, teatro de títeres, esa manera tan terrible de crear mundos y a su vez poder ser tan cruel, tan cruel, no, cáustica, esa es la palabra. Ese derrame de flores y de ácido a la vez. Que para mí esa voz, esa emoción tan opuesta, tan encontrada, tiene el clima de los ´70.
-Creo que en los ´70 se vivía con mucha intensidad no solo en lo social sino también en lo familiar…
-Hay algo de familia en la obra. Funcionan como una familia. Hay una familia en esta obra.
-En una parte de la obra cuando Timerman interactúa con el periodista joven por ejemplo podría ser una escena familiar…
-Bueno, el periodista joven es el único personaje de ficción, que por eso tiene el nombre de ficción que es Julián Sorel, que es un personaje de Rojo y Negro de Stendhal.
-Timerman es como un padre en esa escena…
-Es inevitable, es inevitable, hay algo muy, muy familiar para mi en la obra, que va más allá, mucho más allá de la historia, de los ´70 que yo respiraba en mi casa.
-Muchas gracias por la entrevista.
-A vos por haber ido a ver la obra y por el reportaje que se convirtió en un interesante intercambio.
La obra se presenta en Timbre 4, última función del año sábado 23 de noviembre, 20:30 horas.
Ficha Técnica
Texto: Eva Halac,
Actúan: Orlando Alfonzo, Guillermo Aragones, Juan Pablo Galimberti, Cristian Majolo, Mucio Manchini, Hernán Muñoa, Leonardo Murúa, Gregorio Scala, Carlos Scornik, Ramiro Vayo,
Actores reemplazo: Ian Guinzburg,
Músicos: Gustavo García Mendy, Juan Sevlever,
Vestuario: Micaela Sleigh,
Escenografía: Micaela Sleigh,
Iluminación: Miguel Solowej,
Música original: Gustavo García Mendy,
Diseño gráfico: Andrea Torti,
Asistencia de escenografía: Merlina Garcia Brunelli,
Asistencia de vestuario: Merlina Garcia Brunelli,
Prensa: Marisol Cambre
Asistencia de dirección: Jennifer Aguirre Woytkowski,
Producción ejecutiva: Jennifer Aguirre Woytkowski,
Dirección: Eva Halac
Colaboración en la producción de la entrevista: Daniel Wejcman