Crisis social y represión militar en Chile

Tamara Callejas: “Nuestros hijos dijeron: ‘No queremos más esto’”

“Hoy existe una generación nueva, que son nuestros hijos que crecieron en democracia y que no tienen miedo. Ellos son los que ponen la cara”. Las palabras pertenecen a Tamara Callejas, luchadora por los derechos humanos de Chile, hija de militantes asesinados por la dictadura de Pinochet, que actualmente vive en Argentina. “Están yendo a casas a detener a dirigentes estudiantiles. Y hay personal de civil que recorre las calles en auto, llevándose gente que camina por la calle: las suben y no sabemos qué ocurre con ellos”, denuncia Tamara. Nueva Sion la entrevistó en el contexto del convulsionado movimiento que está experimentando Chile en estos tiempos, cuyo desenvolvimiento es aún incierto.
Por Darío Brenman y Gustavo Efron

-Durante mucho tiempo se mostraba a Chile como el ejemplo a seguir para el resto de Latinoamérica. ¿Cuál es tu reflexión sobre eso?
-Desde afuera, se veía a Chile como el país ejemplar, el modelo a seguir. Los números eran buenísimos, crecimiento relativo de entre 2 y 3% anual… La realidad es que los chilenos no somos dueños de nada, estamos hablando de las jubilaciones, salud, luz, el agua. A todo esto, hay que agregarle que en la Constitución hay un gasto reservado, que es el 10% de lo que produce el cobre, que se los llevan las Fuerzas Armadas. La gente se cansó, porque además venían saliendo muchos casos de corrupción y mucha xenofobia. Yo me fui del país, justamente por este último tema.
-Cuándo hablas de xenofobia: ¿quiénes son los más perjudicados?
-La gente de color. Llegaron muchísimos haitianos que tienen una bondad increíble, incluso pueden llegar a dar la vida por tu persona. La verdad es que nos estamos transformando en una sociedad de mierda, con mucho odio. Inclusive existe una altísima tasa de suicidios. La gente se tira al metro desde lo alto del famoso Costanera Center, que es uno de los shoppings más importante de Latinoamérica. Hubo ancianos que se tomaron de la mano y se suicidaron juntos.
-¿Por qué crees que en tantos años no se pudo reformar la Constitución de Pinochet, además de mantener un sistema represivo que hace recordar a las épocas más oscuras de América Latina?
-El paso de la dictadura a la democracia fue consensuado con los militares, por eso tenemos una Constitución que afecta muchísimo la calidad democrática. Michelle Bachelet hizo un intento de reforma, comenzó hacer algunos cabildos abiertos y nos comenzamos a juntar entre vecinos y hablar muchísimo, pero no llegamos a nada. Fue más fácil asegurarse el sistema neoliberal, porque todos salieron bien parados. Hay partidos de izquierda incluso que también ganaron mucho dinero con todo esto. De todos estos gobernantes que hemos tenido luego de la dictadura, ninguno hizo nada por nosotros. Lo que cambió en estos años es que hoy existe una generación nueva, que son nuestros hijos que crecieron en democracia y que no tienen miedo. Ellos son los que ponen la cara y dicen: “No queremos más todo esto”. No puede seguir muriendo la gente. No la tienen fácil. Con este gobierno de Piñera volvieron todos los viejos esperpentos de la dictadura.
-Teniendo en cuenta que los partidos políticos más importantes son parte de un sistema corrupto, ¿quién puede capitalizar todas estas movilizaciones? ¿No se corre el riesgo de un giro gubernamental hacia la ultraderecha al estilo Bolsonaro en Brasil?
-Creo que estamos en la incertidumbre sobre quién puede capitalizar todo esto. Lo que sí está claro es que la gente que se moviliza es antifascista. Yo creo más en un giro hacia la izquierda. Por lo que estoy viendo, la derecha tiene sus días contados. Los que se movilizan no son solamente los sectores más pobres, hay gente de los barrios altos y medios protestando por igual. Igualmente tenemos políticos que sí salen a las marchas como los del Frente Amplio y algunos del Partido Comunista.
-Igualmente, hay un término muy usado por los politólogos y sociólogos que se denomina “democradura” (gobierno cívico-militar), y ese es el mayor riesgo.
-Piñera convocó a una reunión de todas las instituciones que tienen que ver con el resguardo del país. Estamos hablando de militares, aviación, navales, policía; es decir, todos los entes de seguridad. Y eso es peligroso, porque quiere decir que puede llamar nuevamente a un Estado de emergencia y de ahí al Estado de sitio es nada. Últimamente están yendo a casas a detener a dirigentes estudiantiles. Y hay personal de civil que recorre las calles en auto, llevándose gente que camina por la calle: las suben y no sabemos que ocurre con ellos.
-¿Y cuál es la respuesta discursiva ante estos hechos por parte del gobierno?
-El gobierno insiste que las violaciones a los Derechos Humanos son hechos aislados y sacaron de la frase la palabra “sistemáticas”, tratándose de despegar de estas cuestiones violatorias a los Derechos Humanos. En la práctica, en la primera semana de manifestaciones teníamos centros clandestinos de tortura, inclusive gente baleada y que se la torturaba en la vía pública. Esto contado por abogados muy cercanos a mí que están trabajando con organismos de derechos humanos. En la semana del Estado de sitio los camiones iban llenos de gente herida, y tenían como protocolo entregarlos a las comisarias. Al ver llegar a personas en muy mal estado, no los querían recibir porque los iban a culpar a ellos de que los habían torturado. Finalmente, terminaban tirando a esos chicos donde los habían levantado. Esos son datos que no están en ninguna parte.
-¿Qué representa para vos, en tu biografía personal, lo que está ocurriendo hoy en tu país?
-La verdad es que llevaba años pensando que esto tenía que pasar en Chile, y yo quería ser parte de esto, pero justo estoy en Argentina. Yo lo veo con buenos ojos porque necesitábamos un cambio radical desde la Constitución en adelante. Este país es cíclico, cada 45 o 50 años el pueblo de Chile se despierta. Me preocupa y estoy muy angustiada por las violaciones a los Derechos Humanos, porque la sensación que hemos tenido es que la dictadura terminó ayer. En la represión no se cambió nada, ni protocolos ni una estructuración como se supone que nos prometieron que se iba a hacer. A nosotros nos dijeron como familiares de víctimas de la dictadura que se habían transformado a las Fuerzas Armadas y la Policía y que de hecho se les enseñaba la materia de Derechos Humanos, cosa que es mentira. El gran problema es que se subestimó mucho al pueblo chileno, al expresar mucha o demasiada paciencia, pero el pueblo no olvida sus padecimientos. Lo más triste es que el gobierno se empecina en criminalizar la protesta social, en llamar delincuentes, extremistas, la misma ideología que usaba la dictadura.

 

Recuperar la identidad

-Tamara, vos te enteraste a los 25 años que sos hija de militantes que fueron asesinados por la dictadura militar en Chile. ¿Cómo te fuiste dando cuenta de la verdad sobre tu vida?
-Yo tenía dos años cuando mis padres desaparecen, primero fue mi papa que era mirista (del MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionario), y a quien lo matan el 6 de octubre de 1973. Además, era del grupo del GAP (guardaespaldas de Allende). En diciembre, llevan detenida a mi mamá desde Santiago a una escuela de artillería, y ahí desaparece. A mi padre lo enterraron con nombre; a mi madre, no. A mí me dieron en adopción, porque yo también al parecer era peligrosa, por eso nadie de mi familia se quiso quedar conmigo. Me entregaron a una familia que era de derecha, que no militaba, y que sabiendo mi historia decidieron cuidarme hasta que apareciera mi madre. Como nunca apareció, entonces esta familia habló con mi abuela biológica y le dicen que me quieren adoptar de manera legítima. Yo crecí sin saber esta historia porque mis padres adoptivos decidieron no contármelo y como no tengo recuerdo de mis otros padres, para mí en ese momento era lo único que tenía. Lo que sí durante la noche aparecían algunas pesadillas.
-¿Qué tipo de pesadillas?
-Que una señora me tiraba agua y me golpeaba. Era mi abuela biológica, quien en realidad era una persona tremenda. Uno ve mi historia y puede parecer muy trágica, pero yo la elaboré y he tenido mucha suerte porque yo estoy viva gracias a que esta abuela me golpeaba, mi madre no la quería mucho y por eso hizo lo posible para que no me quedara con ella y finalmente se cumplió lo que ella quiso. La familia de adopción me cuidó mucho porque yo tenía mi salud muy deteriorada y por eso le debo todo. Yo estoy muy agradecido por todo lo que hizo mi familia adoptiva, y buena parte de lo que soy se lo debo a ellos.
-¿Y cuándo percibiste que algo no te cierra de tu propia historia?
-En la adolescencia tenía la sensación de que no pertenecía a esa familia y no sabía por dónde venía la cosa, tenía mucha angustia, lloraba mucho. Una vez les hablo a mis padres y les digo si había algo raro que ellos me quieran contar. Ellos negaban todo y me decían que mis dudas tenían que ver con mi edad adolescente. Yo, que era muy rebelde, participaba en organizaciones populares; estuve en las marchas contra Pinochet sin saber nada de mi pasado.
Ya estando casada, en 1996 me enteré por una excompañera de colegio que estaba realizando un trabajo de tesis sobre las mujeres desaparecidas chilenas, que le había llegado un libro sobre la historia de mi mamá y en ese texto hay un capítulo que se llama Tamara Isabel, donde sale mi foto de pequeña. Ahí me entero de todo.
-¿Qué impacto causó en vos esa noticia?
-Al principio era escéptica, y como esta compañera sabía que no le iba a creer me trajo papeles y fotos de mi mamá. Cuando la vi, lo más impactante fue que por fin encontré a alguien que era parecido a mí. Después estuve una semana muy mal, no quería hablar con mis padres, hasta que un tío interfirió y ahí se produjo el diálogo con ellos, en el que me dijeron que no quisieron contarme para no producirme dolor. A partir de ahí comenzó la búsqueda de mi identidad. Lo que hice primero fue salir del shock. Cuando estuve más o menos bien, comencé a buscar a mi familia y ahí conocí a mi abuela, que estaba con dos tíos que son medio hermanos de mi mamá, pero la verdad es que no tuve onda con ellos. No eran buena gente.
-Vos sus una persona conocida en Chile, ¿tu deseo de venir a la Argentina tiene que ver con tratar de desprenderte de tu propia historia y venir a un país donde podés pasar más inadvertida?
-De mi historia nunca me voy a desprender y jamás pretendería que eso pasase porque finalmente la mujer que soy ahora es todo esto que me identifica. La verdad que en Chile no la pasé muy bien, había mucha envidia de otros hijos porque uno salía en los medios y ellos no figuraban. Y la verdad, mi exposición pública mediática no es algo que busqué. Mi idea era mandar un mensaje, no victimizarme, seguir luchando, tener una vida normal y no sentarme a llorar a mis muertos. En Chile hay mucho esto, que si vos sos un familiar tienes que ser amargado y víctima, y estar con la foto todo el tiempo. Y a mí me parecía que no era la manera.