La rotunda victoria de Hamas en las últimas elecciones palestinas nos confunde a todos. Los optimistas como yo tratamos, no obstante, de encontrar algún atisbo de esperanza para el futuro, y en seguida les mostraré el texto que me ayudará a explicar lo que quiero decir. Pero la primera impresión es que hemos retrocedido en el proceso de paz y volvemos a una situación de imposible diálogo con los palestinos. No hay ninguna duda de que el bloque pacifista israelí que promovió la iniciativa de Ginebra, junto con representantes de Al Fatah y de la Autoridad Nacional Palestina, se halla ahora ante unas esperanzas rotas que resultan mucho más desesperantes al estar tan cerca las próximas elecciones legislativas en Israel.
Aunque no se hubiese dado la victoria de Hamas, no parecía que la iniciativa de Ginebra se hubiera podido materializar ante la realidad en la que nos hallamos, pero sí servía al menos de modelo, una especie de faro en un mar turbulento que iluminaba el camino y también la esperanza de llegar finalmente a la segura orilla.
Sin embargo, tras la victoria de Hamas, la iniciativa de Ginebra pasa de momento al cajón de los documentos de buena voluntad, papeles que ya han perdido todo su sentido histórico o político.
Uno de mis buenos amigos del bloque pacifista me envió por fax la declaración de principios que hizo Hamas en el año 1993 y me dijo: «Fíjate, por favor, en cada palabra». Y eso hice y quedé horrorizado. Es una declaración tremenda por su extremismo, por la ausencia absoluta de voluntad de llegar a conciliación alguna.
Es una declaración fundamentalista desde el punto de vista religioso, y es racista y antisemita. Y además en ella no se está hablando de renuncias territoriales, sino religiosas, es decir, si nosotros queremos quedarnos en nuestra tierra, el único camino que nos queda es la islamización (ni siquiera la cristianización). Y ni los mayores pacifistas del mundo, como Noam Chomsky y sus colegas, estarían dispuestos a aceptar volver a las leyes que regían en la edad media.
No obstante, quisiera que los lectores de ‘La Vanguardia’ leyeran otro texto. Lo ha escrito un hombre de unos cincuenta y cinco años; es un agricultor de Galilea que en el pasado trabajó en los servicios de seguridad israelíes. De vez en cuando nos manda a mí, y a otros, pequeños artículos por correo electrónico, e incluso cuando no estoy de acuerdo con sus análisis y opiniones, hallo sus comentarios ejemplares por su sentido común, su conocimiento preciso y hasta por los fundamentos morales en los que están basados.
Este hombre se llama Dani Reshef y me ha dado permiso para incluir en este artículo un breve escrito suyo llamado «Mejor así».
He aquí, por tanto, un análisis más optimista para estos días tan oscuros:
«Entre nosotros hay gente que puso su esperanza de paz y el futuro de nuestras relaciones con los palestinos en un grupo de personas corruptas que llevaban años gobernando a la sociedad palestina. Estoy hablando de los dirigentes de Al Fatah. En la anarquía que ha reinado en los dos últimos años en la Autoridad Palestina ha brillado de forma casi absoluta un grupo ligado a Al Fatah o a la Autoridad Palestina gobernada por dicho partido. No importa cuáles eran sus verdaderas intenciones con respecto a Israel, pero lo cierto es que en la práctica se dedicaron a saquear las arcas palestinas, crear la anarquía y desintegrar la sociedad palestina.
La victoria de Al Fatah en estas elecciones habría supuesto continuar con la sombría época del caos, donde por un lado la Autoridad Palestina daba la imagen de ser un gobierno político y por otro se cometían atentados terroristas contra Israel mientras no fueran satisfechas sus exigencias económicas o políticas.
No hay verdadera democracia hasta que no se pasa una primera prueba: el cambio de gobierno a través de las urnas y no a través de la fuerza. No hay nada más importante para el futuro de Israel y Palestina que una sociedad palestina realmente democrática. Si alguna vez existe la posibilidad de hallar una solución al conflicto que hay entre nosotros, en estas últimas elecciones se ha puesto la piedra angular necesaria para entrar en un proceso vital: la alternancia democrática, el cambio de gobierno por medio de las urnas. Y la importancia de este proceso democrático es mayor que todas las desilusiones y dificultades que se sienten a corto plazo y es también mayor que el duro golpe que han sufrido esos que quieren paz ahora y que tan impacientes estaban aguardando la madurez democrática de la sociedad palestina.
Israel no necesita ni el reconocimiento ni el consentimiento de Hamas para actuar, decidir y, por supuesto, existir. Es Hamas, que ahora va a ser responsable del bienestar de los palestinos y de su economía, el que necesita el reconocimiento internacional para poder arreglar las finanzas, instaurar el orden público y liberar a la sociedad palestina del poder de los grupos armados. Esa responsabilidad seguro que hará que su comportamiento sea más moderado, si bien es imposible saber en qué medida. Cuanto más logre restaurar el orden público y la economía palestina, más atadas tendrá las manos Hamas para reanudar este maldito conflicto. Se podría decir que Hamas está mucho más maduro que Al Fatah para un acuerdo estable y de largo alcance en el que no habrá un reconocimiento ideológico de la existencia del Estado de Israel, pero sí una aceptación pragmática de la realidad y una posibilidad de recomponer la sociedad palestina. Ya se ha dicho que muy a menudo en Medio Oriente, lo que es temporal acaba siendo fijo. Pero si Hamas aprovecha estos momentos para armarse, nosotros en Israel no debemos quedarnos parados, sino aumentar y desarrollar nuestra fuerza.
El principal escollo que tenía Israel con respecto a la solución de establecer sus fronteras de forma unilateral dentro del marco de un Estado judío democrático era la incertidumbre sobre las posibilidades de alcanzar un acuerdo definitivo, pues está claro que todos preferimos hacerlo con consenso. Ahora la victoria de Hamas hará que Israel tome rápidamente la decisión de fijar unilateralmente sus fronteras como Estado judío democrático, ya que todos nosotros sabemos que la opción de alcanzar un acuerdo definitivo ya no es viable durante los próximos años. Y eso es también lo que explica la política del Likud y la derecha: si ellos continúan defendiendo que sólo se pueden hacer concesiones si son fruto de unas negociaciones para un acuerdo definitivo, el plan político por el que abogan implica permanecer por muchos años en los territorios sin negociar.
La victoria electoral de Hamas no ha complicado la situación, sino que la ha simplificado y aclarado. En vez de un gobierno de Al Fatah, corrupto, podrido, anárquico, bicéfalo, con una parte política y otra parte caótica y terrorista, se establece ahora un gobierno más honrado y comprometido, con una relación más fuerte con lo que ocurre en las calles. La sociedad palestina ha superado con éxito este auténtico examen democrático y con ello ha abierto las puertas a la posibilidad de conciliación entre los dos pueblos para más adelante. El gobierno ha cambiado no tanto por cómo está el conflicto con Israel sino sobre todo por un proceso de reconstitución de la sociedad palestina desde dentro.
A Israel se le ha acortado ese periodo sombrío de Al Fatah y las tres opciones que tenía Israel hasta el día anterior a las elecciones -primera, negociar y esperar hasta alcanzar un acuerdo definitivo; segunda, replegarse unilateralmente y, tercera, permanecer por siempre en los territorios- se han reducido a dos: quedarse en los territorios o salir de allí de forma unilateral.
Por tanto, se podría concluir que nada malo ha salido de estas elecciones palestinas y que ahora estamos mejor».
¿Acaso este hombre lleva razón? El tiempo lo dirá. Yo mientras intento mantenerme optimista.