Frente al dramático escenario generado por la invasión turca al norte de Siria, impactó la tibieza de los principales gobiernos de Occidente: solo varios días después de que empezara la ofensiva ordenada por el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, fue que Donald Trump se acordó de los kurdos, luego de haberlos dejado solos, y sancionó a tres ministros turcos por no detener la ofensiva. Por su parte, la Unión Europea (UE) se limitó a llamar a un cese de las hostilidades y a la búsqueda de una salida diplomática. Nadie esperaba mucho más de los europeos.
Recordemos que la zona que dejaron desprotegida las tropas de Estados Unidos representa un tercio del territorio sirio y en ella viven cuatro millones de personas. Eran controladas por las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una milicia dirigida por los kurdos que no sufrían la dictadura del presidente sirio Bachar el Asad, pero sí habían padecieron las atrocidades del Estado Islámico (ISIS).
Pero el ISIS fue derrotado en marzo por las milicias kurdas, las cuales contaron con el apoyo de Estados Unidos, que mantenía desplegados unos 1.000 soldados. La mayor parte del combate sobre el terreno lo realizaron los kurdos, ahora “traicionados” por Washington. Esta palabra no la usan solo los kurdos sino también importantes políticos norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, que no pueden entender la forma en que Trump abandonó a sus aliados.
Trump defendió su polémica decisión de sacar a sus tropas diciendo que lo que sucede entre Siria y Turquía no le incumbe a Estados Unidos. ”No es nuestro problema». Pero algunos analistas creen que a Trump esta decisión le puede salir muy cara en términos políticos internos, ya que los congresistas de ambos partidos que se indignaron por su decisión podrían buscar “venganza” si les toca votar en alguna de las instancias del proceso de “impeachment” que está comenzando.
Volviendo a Medio Oriente, hay que decir también que ante esta ofensiva, cientos de miembros del ISIS que estaban detenidos en el territorio controlado por las FDS se han escapado, ya que ante la llegada de las tropas turcas no quedan guardias para custodiarlos. Algunos temen que el ISIS aproveche este caos para rearmarse.
Ganadores y perdedores
El escenario que dejó Trump no pudo ser mejor para Turquía, ya que pretende deshacerse de los kurdos que están cerca de sus fronteras, a quienes acusa de terroristas. Tuvo las manos libres para hacerlo. Sus objetivos fueron bases militares de las Unidades de Protección Popular (YPG) y las FDS, las fuerzas militares de los kurdos de Siria a las que Ankara acusa de terrorismo por sus vínculos con el PKK, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, un grupo armado que ataca en Turquía desde 1983, y que Estados Unidos y la UE incluyen en la lista de organizaciones terroristas.
Además, Erdogan quiere crear una franja de seguridad de 30 kilómetros de ancho y 480 de largo en la frontera y usar el territorio para instalar allí a dos de los 3,1 millones de refugiados sirios que alberga en su territorio.
Quien sí se preocupó por esta “invasión” turca en territorio sirio es Al Asad, porque siempre teme que las tropas de Erdogan aprovechen y se adentren más profundamente en Siria. Los kurdos se dieron cuenta de esto y rápidamente fueron a hablar con el presidente sirio, y como resultado de esa gestión permitieron la entrada del Ejército regular sirio en una zona que Al Asad perdió durante los ocho años de guerra civil y que ahora puede recuperar.
El ataque turco y este pacto sellado entre las autoridades kurdas que controlan desde hace años el territorio en el norte de Siria con Al Asad, han cambiado los equilibrios militares y políticos. Se ha sacudido el frágil y siempre tenso escenario sirio, donde las potencias y distintos grupos étnicos y religiosos tienen muchos y encontrados intereses. Por eso nadie es demasiado optimista que todo esto pueda terminar bien, a pesar de que ahora todos tratan de estabilizar la situación.
No muy convencido, Trump acaba de anunciar que Turquía se comprometió a “un alto el fuego permanente” en Siria, y por eso ordenó un levantamiento de las sanciones que había impuesto el 14 de octubre a tres ministros turcos en castigo por la ofensiva militar contra los kurdos.
Al Asad y su principal apoyo, el presidente ruso Vladimir Putin, son los grandes ganadores en toda esta historia, más que por ninguna otra cosa porque están recuperando territorio que hasta hace pocos días estaba en manos de Estados Unidos. Se trata de un éxito, aunque ahora tengan que repartirlo con Erdogan, con quien terminaron negociando.
Este es el precio que ha tenido que pagar Putin para mantener la estabilidad e integridad territorial en el norte sirio tras la huida de Estados Unidos. Pero también logró devolverle a su aliado Al Asad el control de la mayoría de la frontera turca y forzó que los kurdos vuelvan a ser controlados por el gobierno sirio.
Por otra parte, con su decisión de abandonar a los kurdos, que si bien ratifica la política de Estados Unidos de “desengancharse» de Medio Oriente, Trump transmite un mensaje preocupante a sus aliados en la región: no es un socio confiable. De lo que no hay duda es que otra vez los grandes perdedores fueron los kurdos.