A vos, que pensás que estamos en un país en guerra.
Sí, lo estamos, pero esta guerra no es nuestra. Traje a mis hijos, por su propia voluntad, a este país que si no fuera por los atentados terroristas sería el lugar más tranquilo del Mundo.
Nos fuimos de la Argentina porque mis chicos, dos adolescentes, no podían salir a la calle por tener pánico de que los asaltaran (en pleno Bs. As.).
No vivíamos mal pero llego el momento de partir empujados por factores ajenos a nosotros.
Sin dudarlo ni un minuto, el lugar elegido era Israel.
Y he aquí la pregunta que se harán: ¿Israel? Atentados, guerra, horror.. Sí, nuestras raíces estaban acá y acá nos veníamos.
Igual, en la Argentina el antisemitismo estaba latente en todos lados.
Para elegir un hogar había que elegir el que nos pertenecía y no me iban a señalar por ser judía.
Vivir en Israel implica salir de un cajero automático y que nadie te mire cuando contás plata. Vivir en Israel implica cruzar la calle por la senda peatonal y sin semáforo, los autos paran para que pase el peatón.
Vivir en Israel es ir en trenes impecables, con butacas de pana y que a nadie se lo ocurre romper o tajear, donde nadie te tira del vagón porque te quieren robar.
Vivir en Israel, y aunque nadie lo crea, es respirar paz a cualquier hora.
Es caminar por la calle a la madrugada sin peligro y que los chicos estén seguros.
Eso es vivir en este maravilloso país, lleno de flores de todos los colores y que nos ha recibido con los brazos abiertos.
Todos son solidarios, todos te preguntan qué necesitás, no te dejan estar solo ya que para las fiestas judías se preocupan dónde o con quién vas a estar, si tenés comida y cómo te sentís.
Nos sentimos acompañados debido a la solidaridad del Pueblo Judío para con sus hermanos que llegan desde todo el Mundo.
Amamos a estos israelíes gritones y huraños que tienen un corazón grande como una casa, que construyeron un país increíble, moderno, lleno de autopistas, y…..lleno de cerebros.
No tenemos más miedo, los israelíes nos contagian su valor y vamos a integrarnos a ellos porque eso es lo que quieren, que no nos aislemos.
Muchos de los que vinieron se volvieron por miedo a la guerra. Voy a repetir lo que dijo mi hija cuando llegó y se paró frente al Mediterráneo gritando «Israel, ni mil guerras me sacan de acá, éste es mi lugar, el mar, el cielo, la tierra, los edificios. Nadie me puede echar de acá. Esto es mío”.
La emoción del padre y mía fue muy grande porque supimos que tomamos la decisión correcta.
Israel tiene su pro y su contra pero en la medida en que no se difunda lo que en realidad es, todos creen que vivimos en un infierno, y es todo lo contrario. Salvo honrosas excepciones, como Orianna Falacci y algunos pocos, Israel es el blanco de todos los que descargan sus frustraciones y su mediocridad, atacan a un país que cuando faltaron vacunas contra la polio las envió, cuando hay desastres naturales manda sus equipos de salvamento, y cuando necesitan ayuda humanitaria siempre está dispuesto a ayudar al Mundo.
Sigan sin conocernos, nosotros seguimos en pie a lo largo de miles de años…