Pensamientos post Iom Kipur

De caos y metamorfosis

La evidencia de que la realidad es irregular y discontinua allana el camino para aceptar al mundo tal y como es: una no-totalidad que siempre es imprevisible. ¿Hay algo que podamos sentir esencial en un mundo en permanente metamorfosis?
Por Gustavo Efron, Director de Nueva Sion

«No le temas a tu caos. No huyas de él. Déjalo crecer en ti, colmarte, volverte loco. Pero no lo sofoques con la felicidad», decía José Pablo Feinman en el libro “La Sombra de Heidegger”, retomando a Nietzsche. Buen pensamiento para azotarnos en el post Iom Kipur, ¿verdad?
“En un mundo sin dioses sólo los hombres que arrostran su caos, que jamás se sacian, ni descansan. Los que crean, imaginan y deciden en medio de y desde el caos. Sólo ellos son aún capaces de engendrar una estrella», dice Feinman.

La reflexión me recuerda a una entrevista que le hicieran a Jesús Martín Barbero, reconocido filósofo y antropólogo colombiano, quien decía: «Bienvenido de vuelta al caos”, y la idea que planteaba allí es que “actualmente este mundo está tan fuera de órbita que sólo un regreso al caos nos va a permitir reinventar la sociedad”.
Interesante esta idea, que va en contra del sentido común de nuestra época. ¿Hablamos de un caos creativo? Es sabido que todas las transformaciones sociales, culturales y políticas, que devinieron en otro tipo de relaciones, en otro tipo de sociedades, más complejas y también en algún punto más avanzadas, pasaron por procesos de cambios enmarañados en el caos.

El otro día, precisamente en el encuentro de Iom Kipur que organizamos conjuntamente desde Nueva Sion con Tzavta y Hashomer Haztair, estuve con Jorge Schussheim, el genial músico, humorista y publicista, quien hace un tiempo posteaba algo muy parecido. Decía: “El orden nunca ha creado nada. Lo que crea es el caos”. Y las respuestas fueron cataratas y cataratas de debates, con una profundidad espiralada que se alimentaba mensaje a mensaje.

Hay un libro muy interesante del italiano Alejandro Baricco, llamado “Los Bárbaros”, que recomiendo. En una parte del texto, un hombre está ante una ciudad destruida por los bárbaros y la pregunta que surge es: ¿Los bárbaros construyen una ciudad? Jesús Martín Barbero, en esta entrevista, retoma este pasaje y responde que: “Sí, la construyen, pero mucho después. Primero la destruyen”.
¿Estamos hablando de la destrucción como germen de la generación de energía? Sigo abriendo puntas, hay mucho para explorar… Porque de lo que estamos hablando en el fondo es de la denominada Teoría del Caos. Esta teoría, que parte de la matemática y la física, y se va extendiendo a todas las ciencias, supone aceptar la complejidad del mundo, que no puede ser pensado de manera lineal, como una cadena de causas y efectos. Según esta mirada, no se puede reducir el mundo a lo que podemos conocer de él. Hay mucho de indeterminado, y de inabordable, es mucho más lo que desconocemos que lo que conocemos, y la predictibilidad siempre es relativa al pequeño ángulo desde el que experimentamos el planeta.

Así, podemos decir que la tendencia a ordenarlo todo choca con la misma realidad, que es irregular y discontinua. Muchos científicos ya han renunciado a la ilusión del orden para dedicarse al estudio del caos, que acepta al mundo tal y como es: una no-totalidad que siempre es imprevisible.
Con el equilibrio encontramos fenómenos repetitivos y leyes universales, pero, a medida que nos alejamos de él, nos desplazamos de lo universal a lo único, hacia la riqueza y la novedad de lo inesperado. Esta es, sin duda, una de las características bien conocidas de la vida y es precisamente a esto a lo que apunta la Teoría del Caos.
Quizás la mejor metáfora de esta imprevisibilidad de la vida es la que imaginó Franz Kafka en el cuento La Metamorfosis, probablemente el más reconocido y sintomático de toda su obra. En este cuento, un joven llamado Gregorio Samsa se despierta un día y se da cuenta de que se convirtió en un insecto. Lo interesante es que Gregorio sigue pensando como un ser humano, pero su cuerpo parece ser un escarabajo, o una cucaracha, no se sabe bien. ¿Cómo es que un hombre, de buenas a primeras, debe vivir la vida en el cuerpo de un insecto? ¿Qué pasa en su relación con los seres que lo rodean? ¿Cómo es su nueva vida como insecto? ¿Qué lugar empieza a ocupar en el mundo? ¿Cómo se va acomodando a esta transformación? Gregorio está encerrado en una habitación; en un momento abren la puerta y descubre a una familia en decadencia: las cenas ahora son calladas, ya nada era como antes.

La pregunta es cómo podemos convivir con el mundo de lo indeterminado. La pregunta es si necesitamos un mundo de certezas para sentirnos plenos. Si necesitamos una versión acabada de nuestra historia, que cierre, para encontrar respuestas. O si podemos vivir siempre en la pregunta. ¿Hay algo que regula el caos? Y si llevamos el argumento hasta el extremo, al absurdo: ¿Qué pasa si un día, en nuestra sociedad, nadie sigue ninguna regla? Por ejemplo, ningún conductor hace caso a ningún semáforo. ¿Habrá cientos de choques simultáneos? ¿O de a poco se irá autorregulando, y finalmente los choques seguirán siendo más o menos los mismos? Y aquí entramos en un debate de nunca acabar acerca de los alcances y los límites de la libertad.

Para ir cerrando, voy a tomar algunas de las ideas de lya Prigogine, un físico y químico belga de origen ruso, ganador del Premio Nobel de Química en el año 1977, que también trabajó sobre la Teoría del Caos. Prigogine decía: “Sin duda en el siglo XXI veremos el desarrollo de una nueva noción de racionalidad donde la razón no estará asociada a certidumbre ni la probabilidad estará asociada a la ignorancia. En este marco, la creatividad de la naturaleza y, sobre todo, la del hombre, encontrarán el lugar que les corresponde».

Luego de estas reflexiones, la pregunta que me surge es si la acumulación gota a gota, paso a paso, de una experiencia de vida es la que nos puede ir completando, y haciendo crecer y vivir con intensidad, o si sólo la ruptura nos permite alcanzar rasgos de plenitud, si sólo la transformación nos hace más libres y auténticos. Aun así, sigo preguntándome si hay algo que podamos sentir auténtico en un mundo en permanente metamorfosis, parafraseando al gran Franz Kafka.