El Periódico de Catalunya -4 de enero de 2006-:

«Somos viento»

"Podemos decir ahora que el primero de enero del 2006, fuerzas conjuntas de la otra campaña tomaron, hicieron suya la ciudad de San Cristóbal de las Casas, símbolo de la soberbia y del orgullo del de arriba", clamó el subcomandante Marcos. Arropado por 60 comandantes en el estrado, más de 10.000 indígenas bajos, morenos y cubiertos con pasamontañas en las calles, y otros tantos simpatizantes y turistas de todo el mundo en la plaza de la capital de los Altos de Chiapas, Marcos se despidió de su Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) e inició la otra campaña. "Vamos a empezar a caminar -dijo el ahora Delegado Zero- para cumplir nuestra palabra de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y unir nuestra lucha zapatista con la lucha de los trabajadores del campo y la ciudad".

Por Toni Cano (Desde San Cristobal de las Casas)

Tras su velocísimo viaje en moto desde la selva, Marcos entró a pie en San Cristóbal rodeado por tres cordones de seguridad y millares de encapuchados zapatistas, en una nueva y apabullante demostración de fuerza de la guerrilla, la misma que, tras diez años de preparación en la selva Lacandona y los Altos, tomó siete municipios chiapanecos en plena celebración de año nuevo de 1994.

En lenguas mayas

Era ya noche cerrada del domingo cuando, tras los parlamentos de cinco comandantes, tres hombres y dos mujeres, el Delegado Zero se despidió de mandos y milicianos en sus propias lenguas mayas.
«Somos viento, no tememos morir en la lucha. La buena palabra ha sido ya sembrada en buena tierra; esta buena tierra es su corazón de ustedes y en él florece ya la dignidad zapatista», les dijo el uniformado, que había saludado sus discursos con bocanadas de humo, la pipa bajo la narizota oculta, raído el uniforme. El incesante clamor se acalló para dar espacio a un impresionante minuto de silencio en memoria de «todos los compañeros caídos». Tras el escenario y las multicolores vestimentas tradicionales de los comandantes indígenas, un enorme mural mostraba la punta de los fusiles y machetes que se habían quedado en el monte, inactivos desde el alto el fuego, que acabó con aquella desigual guerra contra el tiempo.

Los marginales

Marcos iniciaba personalmente la exploración de la vía política con los oprimidos y los demás marginales: «La Sexta Declaración se propone ir, hablar, escuchar, hacer acuerdos con todos los que hacen andar las máquinas, los que hacen parir la tierra, los que llevan los servicios y los productos a todas partes y al final se quedan sin nada», explicó.
Marcos citó a continuación a todos los otros que a él se le ocurrió simbolizar con ese emblema de la Sexta que es un pollo de patas dislocadas que camina como pingüino, y así lo llaman. «Es muy otro, es Pingüino. Por ahí debe andar. Venía en la moto; se mareó», explicó el subcomandante, ahora delegado.
Entre vivas al subcomandante insurgente, así como a «la otra campaña», «el recorrido nacional», y a «los pueblos en lucha y en resistencia», Marcos dijo: «Nosotros, en la Sexta y en la otra, estamos poniendo todo lo que tenemos: la vida es lo de menos; nuestra autoridad moral, nuestro prestigio, lo que hemos avanzado está puesto en esta iniciativa». Y precisó el grado de apertura de esta otra campaña, paralela a la electoral: «Sólo a las izquierdas; donde está el corazón y donde está el futuro, vaya».
Marcos denunció que, a medida que la marcha de los millares de zapatistas avanzaba por San Cristóbal, las autoridades fueron apagando las luces de la calle principal. «De eso se va a tratar ahora», señaló.
«Ellos, allá arriba, van a tratar de hacer la oscuridad en torno a la otra campaña, y a todos los que se han unido a la Sexta Declaración. Así como avanzamos todo ese trecho a oscuras, poco a poco, despacio, cuidando nuestros pasos, así habrá de ser el inicio de la otra campaña. Llegará el momento en el que arriba se rindan y las luces se mantengan encendidas, ahora con nuevo brillo».