Nuestros lectores pueden, entonces, encontrar en la prensa los resultados provisorios y finales de los comicios y las negociaciones, las reales y las ficticias, que ya se iniciaron entre los bloques adversarios, en tanto que nosotros trataremos, muy brevemente, de narrar esta experiencia.
Esta aproximación difiere de la mirada primaria, que habla de un avance notable de los sectores de «centro», de orientación moderada y liberal, englobados en la lista Azul y Blanco.
Una lectura resignificante del acontecer electoral revela, en los frutos y en su piel, la profundización de las tendencias xenófobas y autoritarias, el crecimiento de la ortodoxia religiosa radical, producto -en ambos casos- de más de medio siglo de anexión y colonizaciones.
La derecha nacionalista israelí, afincada gruesamente en el Likud y en menor medida en Azul y Blanco, surgió -convirtiéndose en fenómeno ideológico y cultural determinante- como reacción tardía del movimiento revisionista a la hegemonía del sionismo socialista. Gracias al recientemente digitalizado archivo histórico de Nueva Sion, podemos efectuar un seguimiento histórico del ascenso de las bases sociales y las prácticas políticas de esta orientación.

Hace 70 años, en las primeras elecciones desarrolladas en el recién nacido Estado de Israel, todavía movilizado en la defensa de sus fronteras, el Laborismo, encabezado por David Ben Gurión, obtuvo 46 mandatos de los 120 puestos parlamentarios. La izquierda socialista, expresada en el Partido Obrero Unificado (MAPAM) resultó segundo en aquella contienda electoral inicial, al conquistar 19 escaños.
El fundador de la joven nación hebrea pudo formar coalición -de amplios cimientos parlamentarios- con MAPAM, pero prefirió adelantar su gobierno con las fracciones de centro y los partidos religiosos.
Probablemente, las raíces del actual espectro político, signado por la decadencia del Laborismo y la consolidación del Likud, heredero de la derecha revisionista, se encuentren en el histórico giro operado por Ben Gurión en 1949.