El miércoles 14 de agosto, Leonardo Albajari ofreció una conferencia en el marco del Departamento de Cultura de AMIA, donde sorprendió al público con las revelaciones de un trabajo que toma cuerpo en una muestra itinerante desarrollada conjuntamente con el Museo del Holocausto de Buenos Aires. Entre otras historias, Albajari contó que en el campo de concentración de Terezín se jugaban partidos de fútbol al mediodía y que los equipos se formaban solamente con siete jugadores, por el reducido tamaño del patio interno. En general se organizaban de acuerdo a las profesiones de los prisioneros: estaba el equipo de los carniceros, el de los electricistas, el de los cocineros, entre otros. En cuanto a los nombres de los clubes, se utilizaba el nombre de las instituciones de los cuales muchos judíos eran simpatizantes: Sparta, Hacoaj, etc. A medida que pasaba el tiempo, los partidos se hicieron más regulares, y hasta se formó una liga en la cual todas las semanas había competencias.
El proyecto fue realizado por un equipo de trabajo integrado también por otros tres periodistas: Guillermo Ibarra, Gustavo Asmús y Germán Roitbarg. Los relatos inicialmente fueron más de cuarenta, pero solamente tomaron 11, cifra no casual para la exhibición final: “Es que éste es ‘un número futbolero'», relató Albajari.
El investigador describió también el rol de la prensa austríaca, sobre todo del semanario dominical y deportivo Fussball Sonntag, en la utilización con fines políticos de la gran selección nacional de la década del ’30, para convencer a los lectores de votar por “SI” en el plebiscito propuesto por el régimen nazi para aprobar la anexión de todo el territorio austríaco al Reich.
Esta actividad se realizó en el marco de una numerosa propuesta de espectáculos, cursos y conferencias programadas para el 2019 por el Departamento de Cultura, a cargo del Rab. Dr. Fishel Szlajen. Entre las próximas actividades a ofrecer, se pueden mencionar los ciclos de opera El Barbero de Sevilla y Rigoletto, la obra de teatro Eye y yo, y la conferencia En busca del arte robado
Otra de las historias relatadas fue la de Mathias Sindelar, un gran futbolista que se negó a jugar para Hitler. Este famoso centrodelantero fue el único que no quiso jugar en la selección alemana en el mundial de 1938 disputado en la Italia de Mussolini.

En relación a los clubes perseguidos por el nazismo, Albajari destacó al Bayern Múnich, que es el club más grande de Alemania y con más ligazón con la comunidad judía. Ese fue el motivo por el que el régimen nazi quería destruir al Bayern, y es por eso que forzó a su presidente, Kurt Landauer, a dejar el cargo. Posteriormente fue arrestado en la Noche de los Cristales Rotos y trasladado al campo de concentración de Dachau. Allí estuvo arrestado como recluso 20029 en el salón donde tenían a personalidades importantes durante 33 días, cuando finalmente pudo escapar para luego exiliarse en Suiza.
En cuanto al club Borussia Dortmund, en 1930 su presidente, Egon Pentrup, fue obligado a renunciar después de haberse negado a afiliarse al partido nazi y en su lugar fue puesto August Busse, miembro del mismo. Cuando Hitler asumió el poder total en Alemania, mandó a matar a los directivos y jugadores del Dortmund, que fueron descubiertos imprimiendo panfletos antinazis.
En Holanda, el afamado Ajax estaba ubicado en un barrio donde en la década del ’30 vivían más judíos en el este de Ámsterdam. Si bien esta institución no es de origen judío, cada partido era un flamear de banderas, algunas con los colores del Ajax y la Estrella de David, que era llamada la estrella del Ajax. Luego llegaron los cazabombarderos de Hitler, que destruyeron Rotterdam y provocaron más de 900 muertos: Holanda entonces se rindió dos días después.
La Segunda Guerra y el intento de exterminio de la raza hizo que el club perdiera a su primer jugador de origen judío, Eddy Hammel, de nacionalidad estadounidense, quien fue arrestado por la policía holandesa y enviado a Auschwitz el 18 de enero de 1943, siendo asesinado el 30 de abril en las cámaras de gas del campo de exterminio.
En relación a los clubes beneficiados por el nazismo se sostiene que Adolf Hitler no era fanático del fútbol, sin embargo, entendía que esa pasión no se podía dejar de lado. Paul Joseph Goebbels, su ministro de Propaganda, decía que “Ganar un partido era más importante para la gente que invadir una ciudad del este de Europa”.
El Schalke 04 fue la bandera del nazismo entre 1933 y 1945, no sólo porque Hitler era simpatizante de ese equipo, sino también porque era un club en el que sus socios tenían que ser de «raza aria» y además debían mostrase fuertes y unidos para demostrar ser invencibles. Entre 1933 y 1942 el club jugó 14 de las 18 finales posibles en los campeonatos organizados por el nazismo: de 189 partidos, ganó 162, empató 21 y perdió sólo 6; el equipo del Tercer Reich marcó 924 goles y recibió 145.
El “ídolo perdido”

Otro de los casos presentados fue el del jugador Julius Hiscrch, “el ídolo perdido”. Su pasión por el fútbol hizo que debutara en primera división en 1899 y en 1910 obtuvo el primer título de campeón de Liga, tras vencer en la final al Holstein Kiel. A los 19 años fue llamado a las filas de la Manschaft, la selección alemana de fútbol, en la cual jugó 7 partidos entre 1911 y 1914 y rápidamente se transformó en su figura y uno de los jugadores más importante de Europa.
Con Hitler en el poder, en 1933 este séptimo hijo de comerciantes judíos renuncia a su equipo y se exilia. Se sabe que en 1943 este hombre, que fue el primer alemán de origen judío en formar parte de la selección de fútbol nacional, fue capturado y enviado a Auschwitz, donde se pierde su rastro.

Otra de las historias abordadas fue la del polaco Antoni Liko, que comenzó su carrera jugando como delantero y centrocampista para el equipo de su pueblo, el más antiguo del país, el Rakowizance. Cuando el 1 de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia, provocando el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se unió a la resistencia de su país, laArmia Krajowa o AK, y desde la clandestinidad operó contra el invasor. Fue detenido en Cracovia y enviado al campo de detención de Montelupich, y posteriormente fue trasladado a Auschwitz, por entonces un campo de prisioneros polacos, con el número 11.780.
“El fútbol fue usado por los opresores en el campo de Auschwitz para su divertimento, organizaban los famosos partidos de la muerte, donde la derrota del invasor era penada con la muerte en la mayoría de los casos. Como fue el fatídico miércoles 2 de julio de 1941, cuando los prisioneros polacos derrotaron a un equipo de guardias alemanes y al día siguiente Antoni Liko fue fusilado por ‘resistencia contra el poder del Estado’ a los 34 años. Testigos de la matanza señalaron al Hauptsurmführer Karl Fritzsch como el ejecutor”, cuenta Albajari.
El capítulo argentino
La conferencia también tuvo un capítulo argentino, con el nombre de Imre “Emérico” Hirschl, un judío húngaro que a mediados de la década del ’20 comenzó como jugador y entrenador a la vez en el Hacoaj Viena. Con este equipo tuvo oportunidad de recorrer el continente europeo y hasta realizar una gira por Estados Unidos. Después de esa experiencia decidió quedarse en el continente americano y Sudamérica fue su destino final. Primero en la ciudad de San Pablo, donde dirigió al Palestra Italia (Hoy Palmeiras). Allí se relacionó con dirigentes del Club Gimnasia y Esgrima de La Plata donde fue contratado en 1932. Emérico Hirschl fue el primer técnico extranjero en dirigir en el fútbol argentino. Tras tres años en Gimnasia y con buenos resultados al mando del equipo, el húngaro Hirschl fue contratado por River Plate en 1935. Allí logró dos torneos locales (1936 y 1937) y descubrió a dos de las más grandes glorias del club, José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera.

Pero su historia no es sólo futbolística. Según testimonios aportados por esta investigación, este técnico algunas tardes se iba al puerto de Buenos Aires para lograr hacer bajar judíos de los barcos. “Recordamos que, para esos años ya estaba en vigencia la Circular Nro. 11 del gobierno argentino que impedía el ingreso “a personas indeseables o con problemas políticos en su país de origen”. Esta circular generaba que muchos refugiados no pudieran encontrar asilo en Argentina y en muchos casos fueran devueltos a Europa, donde tiempo después el nazismo acabaría con sus vidas”.

Al final de la presentación, el investigador relató la vida de Saturnino Navazo, un jugador de Deportivo Nacional de Madrid. Se destacó como goleador y logró el ascenso. Cuando estaba a punto de fichar por Betis, estalló la Guerra Civil. Combatió en el bando republicano y luego huyó hacia Francia. Allí se alistó en el ejército para combatir contra al nazismo. Hacia 1940, luego de la invación alemana de Francia, el destino de muchos republicanos quedó a la deriva.
El ejército alemán consultó al gobierno ibérico qué hacer con ellos. La respuesta oficial fue: “Más allá de los Pirineos, no hay españoles”. Navazo fue enviado al campo de concentración de Matthausen y convertido en el preso 5.656. Salvó su vida por el fanatismo de los nazis por el fútbol: al verlo jugar lo hicieron responsable de 200 detenidos y lo nombraron organizador de los partidos. Esta situación extraordinaria le dio la posibilidad de sobrevivir y ayudar a muchos compatriotas.