Latinoamérica:

Una batalla ganada

Aquel martes 11 de septiembre de 1973, mientras las bombas destrozaban el Palacio de La Moneda y abrían un camino de sangre y retroceso en América Latina, Salvador Allende, improvisó -entre el estruendo de las bombas- uno de los discursos más conmovedores y esperanzados. Dijo minutos antes de luchar y suicidarse: “La historia es nuestra y la escriben los pueblos”. Tenía razón el presidente chileno. Pero también es cierto que el libro, los derechos de autor y las ganancias de la comercialización -generalmente- se la quedan los sectores concentrados de la economía. Al autor, el pueblo, sólo le queda eventualmente el protagonismo.

Por Hugo Presman

Cuando la historia y el autor se encuentran

Destruyendo todas las encuestas previas, Evo Morales ganó las elecciones del 18 de diciembre con más del 54% de los votos. En un país que desde hace cincuenta años, el ganador no superaba el 30%, el triunfo del primer presidente indigenista de América Latina, se suma a este viraje módico que, al igual que en otros países sudamericanos, tratan de cambiar la maltratada historia del continente.
Es la luz de un fósforo en un escenario devastado por la aplicación de políticas neoliberales que sumieron en la indigencia generalizada a los pobres, y empobrecieron a límites inimaginables a las sociedades mejor integradas.
En la voz de los que pretenden darle sonido a los desterrados y marginados de la tierra, vuelve a cabalgar Simón Bolívar y su sueño irredento de La Gran Nación Latinoamericana.
Dijo Evo Morales: “Necesitamos aliados en toda Latinoamérica, para reconstruir eso que Simón Bolívar llamó Patria Grande… Ésta es la hora de los vilipendiados, de los masacrados, de los olvidados, en 180 años de historia boliviana… El movimiento indígena no es excluyente, es incluyente. Con nuestro gobierno se acabará el odio, el desprecio. Se acabará con el Estado neoliberal y el Estado Colonial…. Aymarás, quechuas, por primera vez vamos a ser presidentes. Ya no es un problema ganar, va a ser un problema gobernar”.

La riqueza como maldición

La enorme riqueza que anida en su subsuelo, ha convertido a Bolivia en un paradigma de la explotación y el saqueo. Su propio nombre, originalmente Republica de Bolívar, expresa con patetismo el fracaso del Libertador que concluyó denominando con su apellido a una provincia de la balcanizada Nación Latinoamericana.
La historia comienza con la explotación de la plata del cerro de Potosí. Relata el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su libro ‘Las venas abiertas de América Latina’: “Dicen que hasta las herraduras de los caballos eran de plata en la época de auge de la ciudad de Potosí. De plata eran los altares de las iglesias y las alas de los querubines en las procesiones: en 1658, para la celebración de Corpus Christi, las calles de la ciudad fueron desempedradas, desde la Matriz hasta la Iglesia de los Recoletos, y totalmente cubiertas con barras de plata. En Potosí la plata levantó templos y palacios, monasterios y garitos, ofreció motivo a la tragedia y a la fiesta, derramó la sangre y el vino, encendió la codicia y desató el despilfarro y la aventura. La espada y la cruz marchaban juntas en la conquista y en despojo colonial… Vena yugular del virreinato, manantial de la plata de América, Potosí contaba con 120.000 habitantes según el censo de 1573. Solo 28 años habían transcurrido desde que la ciudad brotara entre los páramos andinos y ya tenía, como por arte de magia, la misma población que Londres y más habitantes que Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650, un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes. Era una de las ciudades más grandes y más ricas del mundo, diez veces más habitada que Boston, en tiempos en que Nueva York ni siquiera había empezado a llamarse así… El siglo XVIII señala el principio del fin para la economía de la plata que tuvo su centro en Potosí, sin embargo, en la época de la independencia todavía la población del territorio que hoy comprende Bolivia era superior al que habitaba lo que hoy es Argentina”. 194 años después, la población boliviana es cuatro veces menor que la Argentina.
La segunda época dorada comienza en el siglo XIX con la explotación del salitre. Los suelos europeos agotados podían ser mejorados con las propiedades nutritivas del salitre. Su explotación se realizó en la provincia boliviana de Antofagasta, principalmente a cargo empresas británicas asociadas a intereses chilenos. Cuando el gobierno boliviano intentó aplicar a las empresas un impuesto de 10 centavos por tonelada comenzó la Guerra del Pacífico que se desarrolló de 1879 a 1883, donde Chile obtiene un amplio triunfo sobre Perú y Bolivia, quedándose con territorios de estos dos países. Perú perdió la provincia salitrera de Tarapacá y Bolivia la de Antofagasta, lo que tuvo dos consecuencias dramáticas: perdió la salida al Pacífico y la mina de cobre de Chuquicamata ubicada en la provincia perdida.
La tragedia siguiente se desarrollaría alrededor del caucho cuando moría el siglo XIX. Bolivia era el segundo productor mundial. Cuando el gobierno intenta cobrar impuestos a la empresa Good Year, ésta junto a otras afectadas consiguen el respaldo de Brasil. Para ello en mayo de 1899, unos campesinos brasileños, apoyados por su gobierno, declararon la independencia del territorio de Acre (1899- 1903), que concluye con la pérdida para Bolivia de 152.522 kilómetros cuadrados de territorio. Brasil compra la provincia de Acre, centro de la explotación de caucho, por la irrisoria cifra de dos millones y medio de libras esterlinas. Esto fue convalidado por el Tratado de Petrópolis ( 17-11-1903). La compensación dineraria debía ser invertida en la construcción de líneas férreas para incentivar el comercio entre ambos países. Como era de esperar, el ferrocarril nunca fue construido.
En pleno siglo XX, surge la explotación del estaño, dando lugar a la famosa rosca que se enuncia como las viejas líneas medias de los equipos de fútbol: Hochschild, Patiño y Aramayo. Promovieron y depusieron gobiernos, constituyendo durante medio siglo el verdadero poder en Bolivia.

La increíble historia de Simón Patiño

Nació en Cochabamba en 1860. Era cholo, petiso, analfabeto y parecido al jorobado de Notre Dame. Se empleó como peón de almacén y lo casaron con una joven oriunda de Oruro. Cierto día, en ausencia del dueño, otorgó a un buscador de oro mercaderías a crédito, por 195 pesos. Cuando se enteró su empleador puso el grito en el cielo y lo intimó a que en una semana recuperara el monto del crédito. Simón y su esposa emprendieron la búsqueda del deudor y al encontrarlo, constataron que era totalmente insolvente. Sólo poseía una concesión para buscar oro. Cuando volvió y se lo mostró a su patrón, este estalló con una bronca incontenible y lo despidió dejándole el permiso de concesión. El matrimonio recurrió a sus pocos ahorros, con los cuales compraron mulas, herramientas, alimentos, y contrataron algunos indígenas para que trabajaran como mineros. Se dirigieron a los faldeos de los Andes, con la ilusión de encontrar oro. Esa búsqueda fue inútil. Pero excavando encontraron un mineral que creyeron que era plata. Era un estaño de baja ley. Con lo que obtuvo, siguió comprando tierras, contratando indígenas y explotándolos despiadadamente. Finalmente dio con una veta de excelente calidad en el cerro Juan del Valle. Patiño se convirtió en el principal productor de estaño y Bolivia en el primer productor de estaño del mundo. La industria del automóvil y de los envases demandaba estaño. El aumento del precio del estaño en el mercado mundial, transformó a Patiño en uno de los hombres más ricos del planeta. Compró fundiciones en Liverpool para procesar en Europa el estaño boliviano. Adquirió las mejores minas de Malasia e Indonesia, compró fundiciones en Nueva York, bancos en París y en Wall Street, y empresas navieras que transportaban su estaño.
Contrató a historiadores y genealogistas para cambiar su pasado y superado los cincuenta años, después de haber dejado atrás los dos primeros ciclos de enseñanza, se inscribió en la Universidad de la Paz donde obtuvo el título de ingeniero. Se radicó en Europa y murió en Buenos Aires en 1947, dejando una fortuna de más de mil millones de dólares.

La riqueza como maldición actual

La Standard Oil descubrió petróleo en 1924 y exportó durante seis años el crudo a la Argentina, sin informarle al gobierno boliviano, a través del Río Bermejo. En 1937 se la expulsa y se crea YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos)
De 1932 a 1935 se libra la sangrienta guerra del Chaco que costó la vida a 70.000 bolivianos y 40.000 paraguayos. Escribe Jorge Abelardo Ramos en ‘Historia de la Nación Latinoamericana’: “La sangrienta guerra interimperialista del Chaco, donde Bolivia y Paraguay son instrumentados por la Standard Oil y la Royal Dutch en la lucha por el petróleo. De la generación militar y civil de la guerra del Chaco, emergerá el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Bolivia… El MNR heredaba la tradición trunca del gobierno del coronel Germán Busch Becerra, un joven oficial de 35 años que al asumir la dictadura no había vacilado en dictar un decreto ordenando a la gran minería la devolución de las divisas obtenida por la venta internacional de los minerales. Agobiado por la presión “rosquera” y en la más completa soledad, Busch se suicidó en 1939. Pero su valerosa actitud sirvió de bandera a los jóvenes oficiales y civiles que fundaron poco después el MNR… La pequeña burguesía civil y la pequeña burguesía militar formada en la experiencia sangrienta y vergonzosa de la guerra del Chaco se había vuelto nacionalista. Su jefe era el mayor Gualberto Villarroel. Sus grandes crímenes fueron organizar por primera vez en la historia de Bolivia una Federación de Trabajadores Mineros y reunir un Congreso de campesinos indígenas… Al no atreverse a nacionalizar las minas y a entregar la tierra a los campesinos, no supo encontrar aliados… La conspiración estalló el 21 de julio de 1946. Derribó a Villarroel, lo colgó de un farol de la Plaza Murillo y reinstaló en el Palacio Quemado a los propietarios de las minas”
El gas fue descubierto por la Gulf Oil en 1967. La reserva actual de gas se estima en 48 trillones de pies cúbicos. Ese gas que se exporta a Brasil y Argentina no llega a los bolivianos. Apenas el 3% de su población tiene gas natural.

Antecedentes de los encuentros entre la historia y su protagonista

El 9 de abril de 1952 el MNR luchó en las calles de La Paz y venció al ejército oligárquico. Lo derrota, lo desarma y hecho insólito lo disuelve, conformando milicias obreras y campesinas. Encabezado por Víctor Paz Estensoro emprende la transformación de Bolivia. Nacionaliza las minas y ejecuta la reforma agraria. Los campesinos acceden a la tierra y como sucede tradicionalmente, con el tiempo se convierten en una fuerza conservadora. Ernesto Guevara observa de cerca este proceso apasionante y quince años más tarde, ya convertido en EL CHE, y con el MNR devenido en una sombra, olvida lo que presenció y es aislado por los campesinos que defienden su pequeña propiedad. Jorge Abelardo Ramos afirmó que la Revolución Boliviana se confinó voluntariamente en sus fronteras, lo que selló su suerte. Sostiene además: “Estableció un orden social conservador y una fuente de inmensos peligros. Para conjurarlo, la revolución agraria debía ser acompañada de una política de industrialización y de control político de toda la economía boliviana, con la participación de todos los trabajadores en el manejo de esa planificación. De ese modo, el campesinado podía en el día de mañana estrangular la revolución. No era nada imposible que se convirtiera en base pasiva de una dictadura militar capaz de garantizarle la posesión de sus tierras a cambio de la recolonización del resto del país”.
Eso sucedió efectivamente y los campesinos se convirtieron con el tiempo en base de sustentación de gobiernos antinacionales como el de René Barrientos Ortuño y Hugo Banzer Suárez.
Cuando se nacionalizaron las minas, muchas de ellas empobrecidas por la explotación irracional, Antenor Patiño, el hijo de Simón que había muerto en Buenos Aires en 1947, mantuvo el control del precio y el destino del estaño. Porque la nacionalización, dice Eduardo Galeano, “conquista fundamental de la revolución de 1952, no había modificado el papel de Bolivia en la división internacional del trabajo. Continúo exportando el mineral en bruto y casi todo el estaño se refinaba en los hornos de Liverpool de la empresa Williams, Harvey & Co de Patiño.
La segunda nacionalización del subsuelo boliviano se realizó bajo la presidencia del General Alfredo Ovando Candia que lo anunció desde los balcones del Palacio Quemado, siendo su ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz. Este gobierno expropió la Gulf, que se había atribuido la propiedad de los yacimientos de gas.
Como un trágico sino de los patriotas bolivianos, Marcelo Quiroga Santa Cruz, el mentor de la recuperación de las riquezas, fue asesinado años más tarde por la dictadura de los narcotraficantes del gobierno de García Meza.
Otro momento en que el pueblo entró en el Palacio Quemado, fue con el General Juan José Torres González que apenas gobernó nueve meses, entre el 7 de octubre de 1970 al 21 de agosto de 1971. Se nacionalizó el complejo minero Matilde (Goethita, plata, zinc), se concretó la recuperación de la supremacía estatal sobre el petróleo y el azúcar, el mejoramiento de los sueldos a los mineros afectados de una brutal rebaja, reparación pecuniaria a los ex combatientes de la guerra del Chaco, el reordenamiento de la administración pública, la liberación de los presos políticos de las guerrillas de Ñancahuazú y Teoponte, una política exterior no alineada y solidaria con los procesos de transformación, negociaciones con el gobierno de Salvador Allende para el restablecimiento de una salida soberana al Pacífico, la garantía constitucional para que las organizaciones de la democracia popular y representativa se constituyan en Asamblea Popular. Fue derrocado por Hugo Banzer y se asiló en Buenos Aires donde fue asesinado, en el marco del Plan Cóndor en junio de 1976. Tenía apenas 56 años. Sus restos fueron llevados a Méjico y retornaron a Bolivia por gestiones de la Central Obrera Boliviana y a iniciativa de los mineros y con el acuerdo del gobierno de Hernán Siles Suazo y el Congreso Boliviano.

Evo Morales

Nació en Oruro el 26 de octubre de 1959. Viene de la pobreza extrema. Juntaba con sus hermanos las cáscaras de naranjas que, desde los ómnibus, arrojaba la gente con las cuales intentaban ganarle a los embates del hambre. Concluyó la primaria y tiene un secundario incompleto. Cuando la vida se hizo insoportable, la familia de Evo se trasladó a Cochabamba. Hábil futbolista, se reveló como un político astuto en el sindicato de cocaleros del Chapare. Estuvo al frente de las luchas campesinas contra la erradicación de los cultivos. En 1997 llegó al Parlamento como candidato del MAS (Movimiento al Socialismo) por Cochabamba donde obtuvo el 70% de los votos. En octubre de 2003 la población de El Alto, habitada por numerosos ex mineros de minas cerradas y campesinos que perdieron sus tierras, se levantó contra la salida de gas boliviano a México y Estados Unidos. Se iba a realizar por un puerto chileno y Evo estuvo entre los líderes de la revuelta.
También participó en la batalla del agua que se inició por los precios exorbitantes de la empresa Bechtel.
Luchó por llevar las regalías petroleras del 18 al 50% que es ley desde julio.
Evo vive en una habitación que alquila en Cochabamba, ahí mismo donde inicio su carrera económica Simón Patiño, de apenas 20 metros cuadrados, con acceso a un baño y una cocina. Es soltero y tiene dos hijos.

Bolivia no existe

Descartando el rotundo triunfo de Evo Morales, Mark Falcoff, asesor del vicepresidente norteamericano Cheney, afirmó que “Bolivia debe ser borrada”.
Expresión similar tuvo la Reina Victoria, cuando Gran Bretaña era la primera potencia mundial. Cuentan que el dictador Mariano Melgarejo invitó a su residencia al embajador de Inglaterra y le convidó con un vaso de chicha. Al no aceptar la invitación lo obligó a beber un barril entero de chocolate. Luego fue paseado sobre un burro, montado al revés, por las calles principales de La Paz. Se cuenta que al enterarse, la Reina Victoria tuvo un acceso de cólera. Pidió un mapa de América del Sur y sobre Bolivia dibujó una cruz con una tiza y sentenció: “Bolivia no existe”.
Un poco más de un siglo separa las afirmaciones de Mark Falcoff y la Reina Victoria. Los dos últimos imperios decretaron la inexistencia política de Bolivia, pero la consideraron viva para esquilmarla.

Bolivia encogida y con números raquíticos

En el drama boliviano, el grotesco es una presencia permanente. Eso fue su presidente Gonzalo Sánchez de Losada, educado en Estados Unidos y con un manejo dificultoso del castellano, derrocado por una convulsión popular. Las políticas neoliberales se aplicaron con la misma sobreactuación menemista. Tiene nueve millones de habitantes, un PBI de nueve mil millones de dólares que parece muy pequeño en relación con la magnitud de las explotaciones del subsuelo, lo que tal vez se explica por las filtraciones, y una deuda externa de cuatro mil ochocientos millones de dólares. La pobreza supera el 64%.

La historia y el pueblo en el palacio quemado

El 22 de enero, Evo Morales, el segundo presidente indígena de América Latina (el primero fue Benito Juárez) asumirá la presidencia de Bolivia en el Palacio Quemado, llamado así porque fue incendiado el 20 de marzo de 1875 cuando se intentó derrocar al Presidente Tomás Frías. Es cierto que la historia no ofrece ningún seguro de éxitos y no hay personaje histórico que no sea tentado por la traición. Pero ese día será luminoso para los que escriben la historia.
Entrarán al Palacio con Evo Morales, los descendientes de los mineros del Potosí, los explotados con socavones en sus pulmones, los hijos y nietos de los obreros del salitre y del caucho, los obreros del petróleo y del gas, los que murieron en las nefastas Guerra del Pacífico y en la del Chaco. Pisarán la Plaza Murillo, donde hasta 1950 no tenían acceso los indígenas, los sobrevivientes de las minas de Catavi y Siglo XX, los campesinos expoliados, la sombras y la memoria del Coronel Germán Bush, del mayor Gualberto Villarroel, de Marcelo Quiroga Santa Cruz, de los líderes del MNR, de Alfredo Ovando Candia, de Juan José Torres, de los escritores Augusto Céspedes y Sergio Almaraz. Hasta el Che paseará su figura en la Plaza Murillo y el Palacio Quemado.
Si como dijera ya Evo, es “la hora de los vilipendiados, de los masacrados, de los olvidados, en 180 años de historia boliviana” Es imprescindible que no te olvides de ésta frase a partir del 22 de enero. Toda la historia Boliviana y Latinoamericana entrará con él al Palacio Quemado. Desde los balcones, podrá divisar a Bolívar y San Martín, a Antonio José Sucre y Simón Rodríguez, a Emiliano Zapata y Cesar Augusto Sandino, a Manuel Ugarte y Jorge Abelardo Ramos, a José Artigas y Francisco Solano López, a Francisco Morazán y Jacobo Arbenz, entre tantos otros. Y a todos los americanos, hijos de la tierra, que formaron los ejércitos libertadores. Te alientan Martín Güemes, Manuel Belgrano, Bernardo O´Higgins, Juan Velazco Alvarado, Juan Perón, Getulio Vargas y siguen los nombres. Y sus colegas actuales, Lula da Silva y Hugo Chávez, Tabaré Vázquez, Néstor Kirchner, Fidel Castro y, posiblemente, Michelle Bachellet. A la distancia percibirá a Ollanta Humala, en el Perú.
Lo que viene es mucho más difícil que el acceso a la Presidencia. La autonomía y secesión de Santa Cruz de la Sierra se esgrimirá como una amenaza permanente.
El imperio observa expectante.
Mientras el pueblo y la historia ocupen el Palacio Quemado, todo es posible. Incluso hasta lo que hoy nos parece imposible.