A propósito de Primo Levi

El valor del testimonio

En el marco de los 100 años del nacimiento de Primo Levi, el profesor Baruj Zaidenknop dictó una conferencia, organizada por el Departamento de Cultura de AMIA. La finalidad de la vida, el paso del tiempo, la compasión y la traición como actitudes consustanciales a la condición humana, fueron algunos de los tópicos abordados en el encuentro, centrado en la trilogía literaria con la que el químico italiano –devenido en brillante escritor– atestiguó la atroz experiencia de su paso por Auschwitz.
Por Mariano Szkolnik *

El tiempo de Primo Levi fue el de la excepción. Judío sefaradí nacido en Italia en 1919, vivió los avatares de una Europa convulsionada. Se sumó a los combatientes partisanos durante la Segunda Guerra Mundial, y capturado por una brigada fascista, fue entregado a los alemanes, quienes lo deportaron a Auschwitz en febrero de 1944. Allí vivió la experiencia del lager, sobre la cual reflexionó durante el resto de su vida. La construcción trabajosa de la condición humana –la cual puede ser reducida a escombros en cuanto la “normalidad” es puesta en suspenso– constituye el tema central de su obra. El campo de concentración es, acaso, eso: una planificada estrategia de despojo a las personas de su condición humana, a partir de subvertir todos los lazos de la solidaridad social de la que depende.
La disertación sobre Levi estuvo organizada en torno a algunas de sus expresiones más significativas respecto al fenómeno del nazismo. Sin contradicción alguna –casi retomando una tradición fundada por Baruj Spinoza–, encarnaba un ideario profundamente judío, a partir de su condición de agnóstico. Desde esas coordenadas y a raíz su formación académica, Primo Levi pensaba como científico, pero escribía como un literato. Su pluma carece de elementos barrocos, y denuncia con cierta perplejidad la degradación moral de un pueblo que supo ser expresado por Goethe y Schiller, Kant y Hegel, Bach y Beethoven.

La actividad se desarrolló en el contexto de una numerosa y calificada propuesta de espectáculos, cursos y conferencias programadas para el 2019 por el Departamento de Cultura, a cargo del Rab Dr. Fishel Szlajen. Entre las próximas actividades a ofrecer, se pueden mencionar la conferencia Tres Nazis en América Latina, la obra teatral Ana Frank – La Casa de Atrás, y la charla sobre Genética y Salud – Prevención en el Judaísmo

Trilogía
Tres fueron las obras citadas en la conferencia a cargo del profesor Baruj Zaidenknop, magister en Filosofía Contemporánea, actual director pedagógico de la Dirección General de Educación de Gestión Privada (DGEGP), y ex Director de las Escuelas ORT Argentina.
Si esto es un hombre (1947), es una suerte de biografía en la que el autor relata el día a día en el lager: el proceso de selección de los prisioneros, el rol de los kapos en la imposición y reproducción del orden, las condiciones sanitarias, la violencia cotidiana, el trabajo forzoso como estrategia empleada para horadar los últimos vestigios de humanidad, el hambre persistente, la humillación y la ausencia de solidaridad, la traición de los propios, la soledad, pero también la tenacidad en la resistencia a la más formidable máquina organizada para eliminar a todo un pueblo. “¿Cuál es la finalidad de la vida?”, se pregunta Primo Levi en un pasaje del libro. Claro, en condiciones normales, la vida puede ser pensada en un largo plazo, en el cual la dimensión vincular y afectiva cobra central relevancia. Pero para quien se encuentra en el lager, la respuesta a esa pregunta es otra: “Aquí y hoy, nuestra finalidad es llegar a la primavera”. De modo patente, esa finalidad –nos interpela Levi– es contextual, y va atada al valor que le asignemos a nuestra vida, y la de los demás.
Lo significativo del modo en el cual reflexiona Primo Levi, es que nos proyecta más allá de Levi. El búlgaro Tzvetan Todorov propuso distinguir, para el análisis de los acontecimientos históricos, entre la “memoria literal”, mediante la cual los sucesos son preservados en su unicidad, irrepetibles, intransitivos y sin que conduzcan a reflexiones por fuera de sí mismos, y la “memoria ejemplar”, merced a la cual, y sin negar la propia singularidad de la Shoá, es posible pensar al hecho como una manifestación particular de una categoría más general –genocidio, exterminio–, y que a su vez permite comprender situaciones nuevas. La “ejemplar” se trata, en todo caso, de una manifestación viva de la memoria. En este sentido, la relectura de los textos de Primo Levi permite la comprensión de otros sucesos históricos, probablemente menos extremos que la experiencia de la vida en el lager, pero no por ello menos inquietantes: Un “pibe chorro”, que juega su vida y la de sus asaltados a cada instante, asigna un valor más que limitado, casi efímero, a la existencia. Sin que tomemos conciencia de ello, su vida no transcurre en los términos de nuestra normalidad: en tanto víctima y victimario, se encuentra sumergido en un dispositivo de violencia sistémico y excluyente, que si bien no resulta tan visible como el del campo de concentración, posee un análogo efecto destructivo sobre la condición humana.
En La Tregua (1962), el autor retoma algunos conceptos trabajados en su primera obra. El texto inicia con el relato del momento en el cual los alemanes abandonan el campo ante el inminente avance de las tropas soviéticas. Levi cuenta el caso de un niño de tres años de edad que “no era nadie”: no sabía hablar, no tenía nombre, ni padres; era un “hijo de Auschwitz”; deambulaba con el resto de prisioneros liberados por un territorio bajo control soviético, devastado y carente de infraestructuras para contenerlos o alimentarlos. Enfermo y con las piernas atrofiadas que le impedían la marcha, el niño murió en 1945. De él, de su breve existencia, solo queda el testimonio escrito del autor. De modo conmovedor, comprendemos que Primo Levi no luchó por sobrevivir, sino por dar su testimonio sobre la degradación a la que fueron sometidos incontables seres.
Apelando nuevamente al concepto de “memoria ejemplar”, no podemos leer a Levi sin reflexionar sobre nuestra experiencia vital, sobre aquello que nos toca observar en nuestro entorno social, en el cual miles de seres invisibilizados tiritan de frío en las calles de Buenos Aires, envueltos en harapos y cartones. ¿Tienen nombre esas personas? ¿La finalidad de sus vidas es, también, “llegar a la primavera”? ¿Quién atestiguará su paso por este mundo? ¿Por cuánto tiempo más pueden ser degradados en su condición de seres humanos sin que ello afecte al colectivo social del cual formamos parte?
Los hundidos y los salvados (1986) constituye un escrito de madurez, en el cual el autor ensaya un conjunto ideas fruto de los años de experiencia, intercambios epistolares con otros sobrevivientes, y su participación en conferencias por todo el mundo. En el libro aborda el análisis del “microcosmos” del campo de concentración: el uso espurio del lenguaje alemán puesto al servicio de la maquinaria genocida, las lógicas del intercambio mercantil que emergieron en aquel contexto, las técnicas utilizadas para someter a los prisioneros, y las complejas relaciones entre dominadores y dominados. Levi afirma que el nazismo requirió de auxiliares del orden totalitario en los países ocupados, dado que una dominación tan extendida en el tiempo y el territorio no podía ser ejercida sin la entusiasta colaboración de una porción de las poblaciones locales. Finalmente, Primo Levi advierte que “hablar con los jóvenes resulta cada vez más difícil: Constituye un deber y un riesgo (ser anacrónicos, no ser escuchados)”. Baruj Zaidenknop concluyó su introducción a la obra de Primo Levi con la siguiente cita y, a la vez, advertencia: “Hemos sido testigos de un acontecimiento fundamental, imprevisto en un pueblo civilizado, que siguió a un histrión como Hitler. Puede volver a ocurrir, y en cualquier parte. La violencia está delante de nuestros ojos”.

Prólogo a una obra fundamental
La virtud de todo buen prólogo es invitar al lector a recorrer la obra que lo sucede. En este sentido, la clase abierta de Zaidenknop, persiguió ese objetivo: destacar la biografía y los escritos de Primo Levi, las circunstancias históricas de su producción, y los motivos que lo llevaron a tratar de comprender un fenómeno tan complejo y escasamente lineal como el nazismo. El paso del tiempo hace que el infierno se vea, riesgosamente, como un soleado día de playa sin protección UV sobre nuestra piel. De aquí la necesidad de actualizar y reflexionar sobre los hechos ocurridos a través del testimonio. Levi produjo una vasta obra literaria en la que, con un lenguaje sencillo, pudo escapar del olvido y el silencio, al testimoniar la experiencia de casi un año como prisionero en Monowitz-Auschwitz.
Si algo puede caracterizar al horror es su falta de palabras. Impronunciable, la tragedia deja mudas a sus víctimas y testigos (los perpetradores, los cómplices y los verdugos, en cambio, pactan el silencio). Testimoniar, entonces, no constituía un hecho lúdico ni estético. Para Primo Levi, dar testimonio de su experiencia era una obligación moral, mandato que se hace extensivo a nosotros, sus agradecidos lectores.

* Sociólogo. Docente de la UBA.