Contrastes y claroscuros en la economía israelí

Pese a un PBI per cápita en crecimiento sostenido, bajo desempleo e inflación controlada, la imagen de un Israel fuerte en el plano económico choca con algunas trabas. Entre los aspectos de las políticas neoliberales impulsadas por la coalición de derecha que generan mayor preocupación, se destacan la falta de políticas de educación pública que dificulta la potencial inserción de jóvenes marginados a empleos más calificados, así como las bajas transferencias sociales, que indican que las familias generalmente pertenecientes a comunidades árabe-israelíes y ortodoxas enfrentan privaciones que contribuyen a la pobreza infantil.
Por Federico Glustein *

A más de siete décadas de su fundación, se podría pensar que Israel tiene un excelente panorama social y económico, donde el desempleo es inferior al 4% y la inflación se encuentra controlada hace treinta años. El PBI per cápita asciende año tras año a la par de la productividad, trepando a casi 40.000 dólares y el PBI crece desde el año 2006 a un promedio de 4% anual. A su vez, es el segundo país con mayor cantidad de I + D del globo -solo por detrás de EE.UU.- así como tercero en la cantidad de patentes per cápita. La moneda nacional, el shekel, se revaloriza año tras año frente al euro, totalizando un 23% en los cuatro últimos años. Vivir en Israel resulta más caro que en España, Italia o Portugal, donde el costo de vida es la media de los países europeos, y los salarios mínimos alcanzan los 900 euros, mientras que en el país de Medio Oriente ronda los 1.200 euros mensuales. Dentro del sudoeste asiático es considerado como “de más avanzado desarrollo” económico e industrial.
Pese a ser reconocido como un ejemplo de éxito a nivel económico como un país con una industria de alta tecnología pujante y con una tasa de crecimiento muy elevada los último 30 años, por arriba del 5%, hoy en día la pujanza se está acabando y comienzan a surgir problemas de índole social y comercial que hay que poner en consideración.
Tomando los últimos 25 años, se puede visualizar que la balanza comercial, es decir, la diferencia entre exportaciones e importaciones, resulta deficitaria. Ese déficit se debe a que Israel importa una gran cantidad de alimentos necesarios para la vida europea, que la OCDE reconoce. El consumo de frutas y verduras, carnes y lácteos, necesitan de la importación para poder realizarse en cantidad, así como también, los migrantes en el territorio demandan bienes solamente producibles a escala en sus países de origen, como es el caso de los franceses y sus lácteos o la gran masa sudamericana con su canasta de consumibles de áreas llanas o subtropicales. Además, una parte importante de las exportaciones se corresponden con seguridad y sus servicios y productos tecnológicos, cuya demanda es variable y perfectamente elástica.

Junto a la problemática de la balanza comercial se encuentra la cuestión fiscal. De los últimos 15 años, el déficit fiscal ha estado presente en 14, promediando 3,6% sobre el PBI y totalizando una deuda pública que supera el 100% del Producto Bruto de Israel. Uno de los grandes axiomas del neoliberalismo, tan pregonando por la coalición gobernante, es el equilibrio en las cuentas públicas, hecho que no se cumple en la nación hebrea hace 12 años y posiblemente, de acuerdo a datos del propio gobierno, no se obtenga, al menos, dentro de los próximos 5 años.

En palabras de Eran Yaakov, quien encabeza la Autoridad Tributaria de Israel: “2020 será un año fiscalmente complejo”. Peor aún, los ingresos tributarios han estado por debajo del objetivo este año, incluso a medida que el gasto crece. Una de las grandes apuestas del Ministerio de Finanzas para aumentar los ingresos es reducir parcialmente la famosa enmienda 168, la cual concede exenciones de impuestos por 10 años sobre los ingresos obtenidos en el extranjero a los nuevos inmigrantes, así como a los residentes que regresan y que han vivido en el extranjero durante al menos 10 años. En esta línea, otorga a los habilitados una exención de 10 años para informar ganancias en el extranjero. Y prescinde a los sujetos de una declaración jurada fiscal, lo que incita a la desviación fiscal de impuestos locales. La autoridad fiscal ha intentado tres veces rescindir la exención de presentación y, según diarios israelíes, volverá a intentarlo por 2020 por cuarta vez, y tiene otra enmienda planeada que evitaría los abusos. La propuesta recuperaría la mitad de la exención de 10 años de los nuevos inmigrantes o los israelíes que regresan y que abandonan el país cuando expiran sus exenciones. En otras palabras, exigiría cinco años de declaraciones y pagos de impuestos atrasados.

Entre la retórica y la realidad
Estas políticas van en contra de las grandes preseas que pregonan los economistas liberales defensores del modelo económico israelí y atacan la amplitud económica y la libertad para abrir empresas sin que el Estado no se entrometa. Dentro del “Índice de Libertad Económica” -realizado por la Fundación Heritage y publicado por el Wall Street Journal-, Israel se encuentra en el puesto número 27, por delante de países como España, Japón o Bélgica. Si bien el índice no dice mucho, para los promotores de la supuesta “libertad económica” es valorable un puesto alto, dando a entender como que el país tendrá prosperidad si continúa en ese camino.
Sin embargo, en línea con la modificación planteada en el párrafo anterior, es conocido el proyecto del gobierno que les autorizaría a exigir a las instituciones financieras, como bancos y compañías de seguros, información sobre grandes grupos de clientes según criterios predeterminados, con el fin de monitorear posibles evasiones fiscales. Hace unos años, un proyecto en la Knesset fue archivado porque buscaba controlar grandes depósitos o transferencias que superaran los 100 mil shekalim. Es uno de los grandes temas que tiene reparos en la derecha política y una de las razones por las cuales, el primer ministro se encuentra a cargo de la cartera de Estrategia Económica.
Actualmente, existe la idea en el seno del Gobierno de gravar las ganancias de los gigantes de internet que actúan en territorio israelí. Cuando empresas como Google o Facebook recolectan dinero de los anunciantes israelíes o de las compañías israelíes que pagan a Amazon por sus servicios de computación en la nube, no pagan la totalidad de los impuestos. Estas multinacionales de internet, la mayoría estadounidenses, reservan sus ingresos de Israel en un tercer país y las ganancias en un cuarto, donde las tasas impositivas son las más bajas.
Una forma de evitar las complicaciones de imponer impuestos a las empresas sería mediante una tasa sobre el volumen de negocios en lugar de sobre las ganancias. Dicha tasa sería fijada inferior al 10%, en lugar de casi el 40% y ahorraría las disputas de Israel con otros países sobre qué proporción de las ganancias gravables debería obtener cada una. El potencial anual de ingresos fiscales para Israel está en los cientos de millones de shekalim, tal vez incluso sean mayores. Las perspectivas a corto plazo para la imposición son medias a bajas, pero las expectativas a largo plazo son mucho mejores.

Brechas sociales
Sin duda esto no ocurriría si no fuera por un incremento notorio de la pobreza y los estándares de bienestar de la población. Un informe de 2018 de la Organización de Cooperación Económica (OCDE), organismo del cual Israel forma parte, identificó amplias brechas económicas, falta de cohesión social y serios desafíos para integrar a los árabe-israelíes y ortodoxos no calificados en la fuerza de trabajo. Si bien el nivel de desempleo se encuentra en su mínimo histórico (3,7%), el PBI per cápita es el más alto de la historia (41 mil dólares anuales) y el crecimiento es sostenido, las excesivas capas de desigualdad están flotando a la vista.
La falta de políticas de educación pública dificulta la potencial inserción de jóvenes marginados a empleos más calificados y en los sectores dinámicos, así como un gran número de mujeres árabes se integran al empleo de forma informal o en el sector comercial, donde los salarios son los más bajos de la economía. Además, las bajas transferencias sociales -la asistencia social prestada por organismos públicos y ciudadanos a quienes viven en la pobreza o en peligro de caer en la pobreza- indican que las familias, a menudo grandes entre estas comunidades, enfrentan privaciones que contribuyen a las tasas de pobreza infantil.
La desigualdad ha ido subiendo de a poco a lo largo de los últimos 10 años, acercándose a pocos puntos de Argentina. Si tomamos el índice de Gini, que se utiliza para dicha medición, Israel posee un 40.7 mientras que Argentina posee 42.3, donde más cerca de cero es más igualitario. Y nadie, a simple vista, visualiza barrios con demasiadas carencias en Tel Aviv, Haifa o Jerusalén. Parece irracional pensar en un país con grandes obras de infraestructura, tecnología de avanzada para los distintos ámbitos de la producción, enfrentar estas realidades que los discursos oficiales por razones obvias ocultan.
Por supuesto, las ciudades más pequeñas y con mayor heterogeneidad social y/o religiosa se encuentran a tope de la postergación de obras que mejoren la calidad de vida o sean beneficiarios de programas que favorezcan la integración. Asimismo, es válido marcar que un gran número de poblados determinan su propia legislación y no aportan a la masa tributaria del gobierno central, y por este motivo, se justifica la falta del Estado nacional en la vida diaria de esos pobladores.
Como se ha demostrado, la imagen de un Israel fuerte choca con algunas trabas que, a largo plazo, podrían perjudicar el crecimiento, el desarrollo social y seguir incrementando la pobreza, afectando a sectores que tradicionalmente no eran afectados. Parte del desafío es superar los escollos de una forma inclusiva, pero sin intervención estatal, y sin un plan de contingencia, es más de lo mostrado a nivel internacional por parte de los gobiernos neoliberales. El conflicto político externo en algún momento –esperemos- va a terminar y una masa de jóvenes va a salir al mercado a buscar empleo formal y de calidad, desplazando a personas menos preparadas a empleos informales, emprendimientos de baja calidad o incluso al desempleo, generando aún más pobreza. Es bueno alertar al futuro nuevo gobierno sobre estos escenarios. Y resolverlos.

* Lic. en Economía.