Sharón obtuvo el apoyo de Shimon Peres, un dirigente histórico del Partido Laborista; del profesor Uriel Reichman, uno de los fundadores del Shinui (centro laico) y de Tsahi Hanegbi, el presidente del Comité Central del Likud, su ex partido.
El ministro de Defensa, Shaul Mofaz, anunció que él también ingresaba a Kadima luego de haber jurado fidelidad al Likud dos días antes.
Una encuesta publicada el lunes señala que Kadima obtendría 41 bancas de las 120 que tiene la Knesset (Parlamento), el Partido Laborista 21 y el Likud 11.
El Shas (ortodoxo sefardita) ganaría 10 bancas, y el Shinui se derrumbaría, pasando de 15 diputados que tiene actualmente a tan sólo 4.
Los otros partidos se mantendrían con 4 ó 5 legisladores.
Según el experto en Ciencias Políticas Akiva Eldar, “el éxito de Kadima es inquietante, ya que se trata de una formación que podría carecer de futuro, que carece de instituciones y de ideología, y que nació alrededor de un hombre».
»Sharón amenaza a la democracia, ya que recluta sirviéndose del poder para comprar a todos los que se ofrecen en el mercado político. El oportunismo y la defección se han convertido ahora en la norma y forman parte de nuestra cultura», protestó el nuevo líder laborista Amir Peretz.
»Los políticos cambian de partido como de camisa. Antes había una doctrina, una tradición o una idea.
Actualmente se dirigen a quien les ofrece más, y este fenómeno constituye una amenaza para la democracia israelí», sostuvo el ministro de Relaciones Exteriores Sylvan Shalom, uno de los dirigentes del Likud.