“Creadora de Madres, detenida y desaparecida buscando a su hijo Néstor y a los treinta mil secuestrados. Fue mantenida en cautiverio en la ESMA y arrojada viva al mar. Juicio y castigo a los culpables.” Así versa la placa instalada a los pies de la Pirámide de Mayo que recordará por siempre a Azucena Villaflor de De Vincenti, fundadora de las Madres de Plaza de Mayo.
Su cuerpo, identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense hace cinco meses, fue cremado y su hija decidió que las cenizas fueran arrojadas -durante la Marcha de la Resistencia- en el mismo lugar donde comenzó su lucha.
“Aquí nació mi mamá a la vida pública y acá debe quedar para siempre. Acá debe quedar para todos”, expresó Cecilia mientras miles de personas se acercaban al acto de cierre de la 25a Marcha de la Resistencia.
Cecilia, casi en tono de confesión afirmó que “nunca podré decirte cuánto te necesité en estos años, en estos diez mil días. Acá hay muchas personas que saben lo que es extrañar, sentir la angustia de no saber, de buscar. Mi mamá era nada más que eso, una mujer dedicada a mostrarnos, a sus hijos, de mil formas diferentes el mundo”.
“Este era el centro político de la ciudad. Para mí, viéndolo a la distancia, resulta maravilloso que mi mamá haya resuelto venir a luchar acá. Por eso, ella se quedará en esta plaza para siempre”, agregó para explicar su decisión.
Las cenizas fueron esparcidas al pie de la Pirámide junto con una porción de tierra del lugar donde fue enterrada Olga Arédez, aquella otra Madre que dio los primeros pasos en Jujuy y que murió el 17 de marzo.
La decisión de arrojar las cenizas allí fue tomada por Cecilia y sus otros dos hermanos, Pedro y Adrián.
Para eso, se pusieron en contacto con el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, quien avaló la iniciativa y participó en el acto. El cuerpo de Azucena fue identificado junto al de otras dos Madres: Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco. Dos meses después, el equipo logró identificar el de Angela Auad y la monja francesa Léonie Duquet. Todas fueron secuestradas, en manos del represor Alfredo Astiz. A Ballestrino y a Ponce se las llevaron de la Iglesia de la Santa Cruz el 8 de diciembre de 1977 junto con otras once personas. Azucena no había podido ir. Fue secuestrada dos días más tarde, al igual que Duquet.
El hallazgo del EAAF fue un gran aporte para las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos, ya que constituyeron el primer registro científico del circuito completo que siguieron víctimas de los “vuelos de la muerte”.
Las Madres continúan con su movilización no sólo, ahora, contra las violaciones a los Derechos Humanos y las desapariciones. Así lo resumió el documento consensuado por los organismos, que bajo el título “Levantemos sus banderas para seguir resistiendo”, pidió por la redistribución del ingreso, el no pago a la deuda y la necesidad de promover el trabajo y la educación.
La lucha continúa… y Azucena ya descansa en paz.