«Aunque me fuercen yo nunca voy a decir
que todo tiempo por pasado fue mejor.
Mañana es mejor»
Luis Alberto Spinetta, “Cantata de puentes amarillos”, Artaud, 1973
En 1989, más precisamente en noviembre, caía el Muro de Berlín, fecha que el historiador Eric Hosbawn definió como “el fin del siglo XX” y marco el punto culminante del fracaso no solo de los gobiernos comunistas de Europa del Este, sino que puso en cuestión la idea de la viabilidad de un mundo más justo y más solidario. En definitiva, se cerró el circulo utópico iniciado en 1917: las mismas revoluciones que prometían liberar al mundo de la opresión habían derivado en burocracias pesadas y totalitarias. Podríamos pensar que este hecho es el punto de partida de Melancolía de Izquierda, el último trabajo del historiador Enzo Traverso (Travi, 1957) quien asegura que en aquel momento “quedamos a la intemperie” y en lugar de celebrar la caída de regímenes autoritarios, y de la burocracia que había aplastado con su propio peso cualquier sueño de justicia universal, el episodio fue resignificado como el fin de los ideales de igualdad y de la intervención del estado en favor de los más desprotegidos. Se reinterpreto “la libertad” como la posibilidad de competir en todos los campos sin ningún tipo de ataduras.
Transitando la segunda década del siglo XXI, el sueño europeo de un futuro integrado y democrático se convierte en pesadilla: los ingleses votan a favor del Brexit, las derechas sacan a relucir lo peor del catálogo de la vieja Europa y con apelaciones xenófobas y racistas aumentan su caudal de votantes. En Austria, Hungría y Polonia gobierna (¿vuelve?) la extrema derecha, mientras que en varios países espera su turno. Parecía que la islamofobia reemplazaría al antisemitismo en la agenda del odio, pero ahí están disputando cabeza a cabeza quien tiene más adeptos entre los neofascistas Si bien el terremoto tuvo su epicentro en Europa, las réplicas llegaron a todos los rincones del mundo. Es frente a este escenario y a estos actores, que la izquierda se convierte en el espectador melancólico, que padece la obra, pero no logra reaccionar. No proyecta: recuerda.
De este lado de la pantalla…
Traverso describe al campo de la izquierda como “los movimientos que lucharon por cambiar el mundo con el principio de igualdad en el centro de su programa”, definición que incluye a los llamados “populismos” que gobernaron Latinoamérica: el kirchnerismo en nuestro país, las experiencias de Brasil con Lula, de Bolivia con Evo y de Correa en Ecuador quedan por dentro del cuadro. Es importante señalar que, en su anterior libro, “Las nuevas caras de la derecha, Traverso también señaló que el termino populismo define más a quien lo usa que al campo que pretende definir.
Delimitado el campo político, queda definir la “melancolía”. Aquí, el autor amplia el campo de batalla: la melancolía no es solamente el sentimiento de culpa y remordimiento por el paraíso perdido, sino que puede ser a la vez un lugar de reflexión donde poder buscar las nuevas ideas que vuelvan a insuflar confianza para izar nuevamente las banderas de la solidaridad, idea que queda expresada en el siguiente párrafo: “La melancolía de izquierda no significa la idea del abandono del socialismo o la esperanza de un futuro mejor, significa repensar el socialismo en un tiempo en que su memoria está perdida oculta y olvidada y necesita ser redimida”.
El judaísmo, otra vez en el centro
Comienzos, finales y retornos: deslizamientos centrales en la obra de Traverso, sensible a los cambiantes itinerarios de los temas que ocupan su interés: judaísmo, marxismo, y totalitarismos, sumado a la relación de los intelectuales con estos procesos
Gran parte de su obra está dedicada a la trayectoria de los judíos en Europa, desde la Emancipación hasta el Holocausto. “Los marxistas y la cuestión judía. Historia de un debate”, “Cosmopolis: figuras del exilio judeo-aleman”, y principalmente en “El final de la modernidad judía” .Y si bien “Melancolía…” no debería sumarse a este conjunto, el pensamiento judío está presente en sus páginas, más allá del origen de Marx y Trotsky, en las constantes citas a Walter Benjamin y sobre todo en el capítulo final dedicado al ensayo que Daniel Bensaid -un judío francés dirigente de la izquierda radical francesa y uno de los líderes de la revuelta de Mayo de 1968-, elaboro sobre filosofo judeo-aleman y el especial énfasis que este pone en fusionar la idea marxista de la revolución con el mesianismo judío.
Incluso la propia idea de melancolía está ligada a esta cultura: desde historiadores que afirman que en el Renacimiento se sostenía que la melancolía era una “enfermedad judía”hasta los poetas que se expresaban en idish, quienes , dice el autor , “escribían en la lengua de un mundo desaparecido”
En el capítulo “Marxismo y memoria”, el relato de Pesaj se hace presente de manera peculiar en la iconografía rusa de Lenin, a quien se muestra a menudo con el brazo extendido señalando el porvenir, de la misma manera que se muestra a Moisés apuntando al cielo con su brazo extendido en su descenso del monte Sinaí, mientras con el otro brazo sostiene las tablas de la ley.
En la misma línea, Traverso rescata las palabras del representante del Bund en Londres, Shmuel Zygielbojm, quien se suicidó en mayo de 1943 en protesta por la indiferencia de mundo ante el exterminio de los judíos polacos: “Quiero que el puñado de judíos que subsisten de los varios millones que había en Polonia puedan vivir para ver la liberación de un nuevo mundo de libertad donde reine la justicia del verdadero socialismo. Creo que ha de surgir una Polonia así y que ha de llegar un mundo como ese” . Dificil es leer hoy estas palabras, cuando el padre del actual presidente polaco asegura que “los judíos fueron al Ghetto por voluntad propia”.
“Melancolía de izquierda” puede resultar una guía interesante y completa para todos aquellos que no se han resignado a colocar sus ideas en un estante junto al lobo marino que cambia de color con el tiempo y el samovar de la bobe. Es para aquellos que más que respuestas, están buscando elaborar las preguntas necesarias y también, para una vez más revalorar el aporte del judaísmo europeo al campo de las ideas y preguntarnos qué futuro podemos pensar recreando este legado