El establishment, al que le va bien o muy bien, económicamente, desconfía y aborrece de un Presidente muy inclinado a descargas verbales. Añoran las felices épocas en donde las palabras envolvían a los hechos, donde el mercado era el único Dios sin ateos, donde la Casa Rosada tenía las puertas abiertas exclusivamente para ellos, y donde las alfombras rojas era el único soporte donde se deslizaban sus zapatos.
Los cambios en el gabinete han producido alarmas y expectativas. La expulsión de Roberto Lavagna, un economista ortodoxamente heterodoxo, al que sectores medios veían como un referente de racionalidad y los sectores concentrados de la economía como un aliado inestable, poseedor de una ironía mordaz y de una soberbia agazapada en un tono de voz monocorde. Su reemplazo por una mujer de pasado izquierdista y sin cerrados vínculos con el establishment como Felisa Miceli, la de Nilda Garré en Defensa, con su larga trayectoria de militante y recientemente embajadora en Venezuela, y la de Jorge Taiana, propulsor de la Cumbre y la Anticumbre de Mar de Plata, en Cancillería, a lo que se sumaría una secretaría para Luis D`Elias, también con fluidos contactos con el Presidente Venezolano, son audaces y si no se agotan en mero juego de artificios, representan un punto de inflexión vinculado al retorno al primer año de la primavera kirchnerista.
Su desprecio hacia el foro de las malas ideas como IDEA, la determinación que funcionarios de su gobierno no concurran a esa reunión de nostálgicos de la convertibilidad y su ataque a los supermercadistas agregan condimentos para un viraje.
El consentimiento para el funcionamiento de una radio para las madres de Plaza de Mayo, agrega condimento picante al panorama.
La reciente visita del Presidente a Venezuela, en medio de la ruptura Chávez – Fox y las críticas de elevado tono del Presidente venezolano a George W. Bush, marcan que Kirchner es, hasta ahora, mucho más audaz en el campo político que cuando debe recorrer los áridos territorios de la economía política.
El oportuno despido – retiro de un ministro
Roberto Lavagna inició su carrera controlando precios en el tercer gobierno de Perón durante el ministerio de economía de José Beer Gelbard. Creó luego la consultora, Ecolatina, con la que asesoró a importantes empresas. Vuelve aparecer en la función pública como Secretario de Industria de Raúl Alfonsín y se va denunciando un festival de bonos. Luego es funcionario de la Alianza en el reconfortante cargo de representante argentino ante el Mercado Común Europeo con sede en Bruselas. De ahí es “extraditado” por el gobierno de Duhalde para hacerse cargo de la explosión de la convertibilidad, administrar la devaluación consumada desprolijamente por Remes Lesnicov y hacerse cargo de la economía de un país en llamas sumido en la peor crisis económica de toda la historia.
Es conveniente recordar que con la confusión que suele frecuentar Eduardo Duhalde en sus elecciones económicas y políticas, el otro economista convocado era el funcionario de organismos internacionales y cultor empedernido del ajuste Guillermo Calvo. Cuando tuvo que elegir un candidato para derrotar a Menem, que no podía salir de su círculo íntimo de impresentables, recurrió primero a los menemistas Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota, y por renuncia y descarte llegó a Néstor Kirchner.
Eran los días en que el ex gobernador bonaerense y ex senador se encomendaba a “lo que Dios quisiera” y traía como solución una imagen de la Virgen de Luján a la Casa de Gobierno.
Roberto Lavagna fue hábil para leer el ciclo económico. Después de una depresión económica de cuatro años, apostó a la reversión del mismo. La devaluación, junto a la pulverización de los salarios e ingresos fijos, había creado las condiciones necesarias para salir de la prolongada etapa recesiva. El proceso embrionario de sustitución de importaciones, el renacimiento de las economías regionales, las excepcionales condiciones del mercado internacional para la soja y el petróleo, se tradujo en notables comportamientos macroeconómicos como el crecimiento del PBI a ritmo chino y en los superávit fiscal y comercial, con el consiguiente incremento de las reservas. Administró las condiciones favorables, negoció la deuda e instrumentó la política con las privatizadas siempre proponiendo posiciones más condescendiente que las del Presidente.
Se había enamorado de los números macroeconómicos y en un país con 40% de la población bajo la línea de pobreza adoptaba la beatífica actitud de “hacer la plancha”
Su base de sustentación política fue el duhaldismo. Sus gestos de independencia en un gobierno despiadadamente verticalista, sólo eran posibles por la importancia vital de su cargo, porque aportaba votos, y por la debilidad de origen de un gobierno cuyos votos totales habían sido apenas de un 22%, pero los propios no alcanzaban a la mitad de ese porcentaje. Después del 23 de octubre comprendió dos cosas: que el gobierno se había fortalecido y él se había debilitado considerablemente. Su eterna contienda con el Ministro de Planeamiento, Julio De Vido, se inclinaba a favor de la mano derecha del Presidente, al punto que De Vido es Kirchner. La baja considerable de la desocupación, ponía en cuestión el tema central de la distribución de ingresos. En ese contexto, los sectores concentrados de una economía reducida a quinientas empresas que fijan precios y se distribuyen la torta, desplegaron el fantasma inflacionario que alientan y usufructúan y que al mismo tiempo remueve pesadillas en el inconsciente colectivo. Había que dar un paso adelante o enfriar la economía conforme al manual de la ortodoxia. Lavagna no quería avanzar más allá de su extrema moderación y pretendía retirarse sin recurrir a ajustes y con los mejores números macroeconómicos. Observó con claridad que la etapa más expansiva de la recuperación económica pasaba, y pensó que era el momento de dejar en el recuerdo su gestión vinculada a los mejores indicadores, a la espera que la historia le reserve papeles de mayor significación. De manera que preparó su renuncia que debía consumarse en forma de despido. No participó de la campaña electoral porque se centraba en quién lo había llevado al Ministerio y era su sustento en el actual gobierno. Denunció públicamente a De Vido por cartelización y sobreprecios en la Cámara de la Construcción y concurrió a IDEA donde pronunció un discurso técnico sin defender a Kirchner. Los empresarios vieron la brecha que se abría en el gobierno y lo aplaudieron de pie, más que por amor a Lavagna, como tiro por elevación a Kirchner.
Parecía repetirse con otra magnitud y significación la denuncia de Cavallo en el Congreso, en agosto de 1995, contra Alfredo Yabrán. Si él cartero era Menem, el Ministro de Planificación es Kirchner.
El Presidente lo despidió como pretendía Lavagna. Era imprescindible para el primero, y oportuno para el segundo. Más allá de las incompatibilidades de estilo, lo sustancial es si el recambio, es el paso para emprender las tareas vitales pendientes.
Esta caracterización de Lavagna, la había adelantado en una nota publicada el 24-08-2005 bajo el título “Mentiras, plomeros y directores técnicos” y que en una parte decía: “Roberto Lavagna se parece a aquellos plomeros que logran tapar algunos agujeros de cañerías con múltiples orificios con lo que disminuye la amplitud de la mancha de humedad en la pared. Sobre ella pinta y parece por un tiempo que los problemas de pérdidas están solucionados. Es decir, maquilla la humedad que efectivamente se redujo de tamaño, pero que continúa con menor intensidad produciendo un deterioro. Esto es meritorio con relación a otros plomeros como Domingo Cavallo y compañía que levantaron buena parte de los caños y sostenían con impudicia que la mejor forma de combatir la humedad era haciendo más perforaciones. Además Lavagna, no intenta modificar la cañería para que el agua se distribuya mejor.
Es meritorio haber evitado el descenso y jugar en un mini torneo para intentar entrar en la división superior.
n ese aspecto Roberto Lavagna se parece a los directores técnicos especializados en salvar equipos del descenso, o dirigir equipos chicos como Chiche Sosa, Gregorio Pérez, el Profesor Córdoba, Carlos Griguol, Jorge Castelli, o en otros tiempos Carmelo Faraone. Ninguno de ellos puesto a dirigir equipos grandes que deben jugar fundamentalmente por el campeonato resultó exitoso. Lavagna parece ser uno de ellos.
Timorato, pone mucho más jugadores cerca de su arco que de cara al de enfrente.
Argentina no ha salido del infierno pero necesita que con los recursos disponibles, aspire a jugar en primera y competir por el campeonato. Pensar en pequeño sólo termina construyendo un país de esa dimensión.
Como los directores técnicos que sólo juegan para salvar sus equipos del descenso o como plomeros que sólo reducen la humedad”.
Los cambios
El gobierno de Néstor Kirchner transita por algunos importantes hechos concretos, un lenguaje duro y generalmente preciso pero que en muchos casos solo intenta abonar el entusiasmo de la tribuna, lo que en términos futbolístico se denomina fulbito.
Los cambios son auspiciosos. Felisa Josefina Miceli solía pasar muchos fines de semana en tareas sociales en una villa. Es una actitud inimaginable en cualquiera de los Ministros de Economía conocidos hasta el presente. Como Presidenta del Banco Nación incrementó los créditos a las Pymes hasta alcanzar el 41% de la cartera. Sus declaraciones conocidas descartan la palabra ajuste y hacen hincapié en la distribución de ingresos. Su actual pareja, Ricardo “El Pacha” Velazco, un militante peronista de los setenta, de profesión carpintero, fue asesor ad- honorem de la Presidencia del Banco Nación y algunos de sus actos constituyen un pasivo para la actual Ministro de Economía. Su designación en noviembre, en el organismo controlador de las empresas de gas, alimenta la sospecha que Felisa se maneja en las proximidades y en la órbita de Julio De Vido. Indudablemente el Ministro de Planeamiento ha incrementado significativamente la amplitud de su área de acción actuando como el principal operador del Presidente. Otro punto negativo para Miceli, es la designación de su viceministro Alfredo Mac Laughlin con una trayectoria sinuosa en las negociaciones y acrecentamiento de la deuda externa, vinculaciones en las privatizaciones, secretario de la Bolsa de Comercio, maniobras en el Banco Hipotecario, conducta indigna ante el CIADI(Centro Internacional de Arreglo de las Diferencias relativas a Inversiones), y asesoramiento sobre los fondos de Santa Cruz.
Otras críticas provenientes del establishment como antecedentes y su condición de mujer, reflejan el temor que despiertan todos aquellos que no constituyen parte de su elenco estable de ministeriables en el área económica.
La designación de Nilda Garré debería constituir un punto de partida y no de castigo para la Fuerzas Armadas las que deben ser incorporadas a un proyecto nacional con cambios fundamentales en su capacitación y educación.
Jorge Taiana es un apellido vinculado a la historia peronista y su designación un castigo para Rafael Bielsa al que no se le perdona su tercer lugar en la Capital, pero que sorpresivamente fue compensado, en un acto fraudulento para el electorado, con la embajada en Francia.
Taiana fue Vicecanciller, en una relación ríspida y conflictiva con Bielsa
Juan Carlos Nadalich es del riñón de Alicia Kirchner y su leal continuidad en esa cartera.
Los cambios deben necesariamente implicar un viraje. Si solo se tratara de un giro hacia el interior del poder para la homogeneización del gabinete y mayor concentración de las decisiones, el presidente cometería un grave error y su costo sería elevado para el país y para su propio devenir.
El cambio de rumbo
La propuesta del gobierno es la consolidación de un modelo de capitalismo nacional. Sin Estado y sin burguesía nacional, es como intentar nadar en el asfalto. Sobre la burguesía pretendidamente nacional, que tiene fondos radicados en el exterior por un porcentaje significativo de la deuda externa, sería conveniente despejar todo optimismo. La UIA es Techint y un grupo de seguidores. Esta empresa hace del mercado internacional su lugar de posicionamiento. El mercado interno, tan vinculado otrora a la existencia de una endeble burguesía nacional parece no constituir la principal fuente de ingresos de los actores más poderosos del mercado.
En IDEA, queda reflejado anualmente con patetismo, el raquitismo ideológico de esta burguesía y sus epígonos propagandísticos. El escritor y ensayista José Pablo Feinmann, que tiene un apoyo crítico al gobierno, afirma: “….Anduvo por Mar de Plata el infatigable Mariano Grondona. Fue, todavía, más duro que el más duro de los empresarios. Les dijo que estaban amenazados por un hiperpresidencialismo. Una frase que se repite mucho. Que Kirchner es personalista, hiperpresidencialista, en suma, autoritario. Con De la Rúa se quejaban de su incapacidad para gobernar. A Kirchner le reprochan su excesiva gobernabilidad.
Algo debe estar haciendo bien K para que Grondona y la izquierda paleolítica coincidan en condenarlo. Lo que ha hecho bien es enojarse con los supermercadistas. Parece que se han olvidado los tiempos en que los supermercados a uno le arrancaban los productos de las manos para remarcarlos. Los empresarios los recuerdan y volverán hacerlo no bien cualquier ventarrón inflacionario erosione sus sagrados márgenes de ganancia. Grondona -que es transparente en su dilatada malignidad- les dio un consejo final: les dijo que su responsabilidad social “es crecer y no hacer caridad”. Veamos, estos dos conceptos: crecimiento y caridad.
El empresariado tiene como meta suprema crecer. Miente cuando dice que su crecimiento es el del país. El crecimiento de un país es el de toda su gente. Un país es justo cuando alimenta a toda su gente. Es posible aceptar desigualdades. Concedamos: no todos pueden ganar lo mismo. Pero nadie puede morirse de hambre. No es posible que la riqueza sea cada vez mayor para menos y cada vez menos para más. Se insiste en la teoría del derrame. Que es suicida. El derrame no llega nunca y si alguna vez llega será tarde…..El lenguaraz de los empresarios dijo bien: caridad. Esto es para ellos el derrame. El poder de un gobierno realmente popular en este país sería obligar al empresariado a ceder parte de su producción para alimentar a los excluidos, los marginados, los pobres de toda pobreza, los hambreados. ¿En nombre de que? Del país y de ellos mismos. Si no, cuando venga el ventarrón irracional de los hambrientos, del Otro negado para el que se niega la caridad, será tarde. …..Este gobierno sería acusado de intervencionista, violador de la propiedad privada, de entorpecer el crecimiento de las empresas, de socialización y hasta anarquización de la economía y, en fin, de terrorismo económico, con lo cual se terminaría pidiendo la intervención de George Bush quién, si, intervendría y hasta podría decir, para enviar sus marines, que Osama Bin Laden, se oculta en, pongamos en Berazategui. Todo esto lo saben los empresarios. De aquí, que en las góndolas los precios suban. Y subirán en tanto ellos tengan la sarten por el mango y el mango también. Lo que no tienen es un país. Pero el capitalismo( y hoy más que nunca) no lo necesita”
Otro funcionario del gobierno, Julio Bárbaro, Presidente del Comfer, escribe en la revista Debate: “El Presidente trata mal a los empresarios, pero esta gente solo se interesa por la renta. El destrato sirve para recordarles su lugar en la historia. Es el cuento de los inversores extranjeros imaginándolos como benefactores. Como el lucro no tiene sensibilidad ni sentimientos, suelen huir en las malas y aferrarse con desesperación en la bonanza. El rico es un triunfador al que la gente envidia el dinero, pero lo desprecia como personaje. Es difícil imaginar virtudes en quién dedicó su vida a juntar dinero. Los mecenas trascendieron por su apoyo al arte, colaboraron con el Renacimiento. En otras épocas, los nuestros se enamoraron de París, compraban impresionistas y escuchaban a Gardel. Los de hoy, admiran a Miami y solo juegan al golf. No solo no trascienden; en una de esas los barre un huracán”.
Entre las pesadas herencias de treinta años de políticas antinacionales con muy pequeñas excepciones, está la concentración económica. Esto produce en las más importantes empresas, niveles de utilidad superlativa. La oligopolización es simplemente impresionante. De las 500 mayores empresas del país, las extranjeras implican el 63%. Concentran el 78% del valor de la producción y el 93% de las utilidades.
En síntesis: se carece de una burguesía y mucho menos nacional que tenga un proyecto de país que incluya a la población. Se caracterizan por ser fuertes con los débiles y débiles con los poderosos. Por lo tanto, no hay posibilidad de desarrollar un modelo de capitalismo nacional si no es con un Estado reconstruido que cumpla las funciones del actor histórico ausente.
Eso permitiría definir un modelo industrial, realizar una reforma impositiva profunda como mecanismo de redistribución de ingresos (hoy un asalariado que gane más de $2.200,00 paga impuestos a las ganancias, mientras las rentas financieras, cualquiera sea su monto están exentas, entre otras irracionalidades), volcar los fondos del sistema financiero a la producción, implementar y ejecutar un ambicioso plan de obras públicas, cerrar el colador de las aduanas, revertir la sojización agrícola, intentar recuperar la renta petrolera( hipótesis lejana por la estrecha relación entre Repsol y Néstor Kirchner), abordar y solucionar el tema AFJP, entre otras tareas para reconstruir una sociedad y volver a tener un país.
El gobierno es una mezcla de continuidad y ruptura con la década del noventa. Desde el 23 de octubre, ha sido capaz de producir un hecho de enorme trascendencia como la Cumbre y la Anticumbre, junto con el incremento del subsidio a los trenes, el bochorno de Borocoto y el desplazamiento del primer diputado del Frente de la Victoria a Francia, para el ingreso del humorista Morgado. A veces parece serio, otras veces una remake de TVR.
¿Punto de inflexión? Alguien ha dicho con ironía que no conviene hacer vaticinios y menos sobre el futuro.
Estamos vacunados de escepticismo y derrotas. Pero no siempre la historia está condenada a circular por el camino del fracaso. No estamos condenados al éxito. Pero tampoco la fragmentación social, la desigualdad, la indigencia y la exclusión son un destino inexorable. Por eso el cambio de rumbo sería un verdadero punto de inflexión.