Conflicto con Gaza: el eterno retorno

Al cabo de casi dos días de ataques, apenas se negoció la tregua con Hamas, todo volvió a la normalidad en el sur de Israel. Pero desgraciadamente, ante cada andanada de misiles disparados desde la Franja de Gaza, Israel sigue avanzando hacia un callejón sin salida, en el cual se incrementa el discurso xenófobo y ultranacionalista para neutralizar la permanente frustración por el terco retorno de ese drama.
Por Leonardo Cohen S.*

A principios de mayo cayeron centenares de cohetes en poblados y ciudades del sur de Israel. Durante casi 48 horas los pobladores de las zonas aledañas a la Franja de Gaza tuvieron que suspender labores, estudios y permanecer cerca de zonas protegidas para no poner en riesgo sus vidas. Hubo algunas víctimas, muertos y heridos. En el momento en que el movimiento Hamas anunció que ponía en efecto la tregua a la que se comprometía, alrededor de las 4:30 de la madrugada del lunes 6 de mayo, todo volvió a fluir con normalidad. Se abrieron las escuelas y todo mundo retornó a la rutina laboral. Lo sorprendente del caso no es sólo la manera tan inmediata y repentina que vuelve el silencio y se reanuda la cotidianeidad, sino también la paradójica confianza que el gobierno de Israel le tiene a Hamás. En el momento en el que se cerró el acuerdo, las instituciones del gobierno y del ejército llamaron a los ciudadanos a volver a su vida diaria, como diciendo: Hamás se ha comprometido, ha dado su palabra, y le creemos.
Muchos analistas han señalado ya el interés común entre ambos bandos –Hamás y el gobierno de Israel-. Sobra decir que seguramente, si Bibi Netanyahu hubiera sido líder de la oposición, habría hecho trizas al gobierno en turno bajo cuya responsabilidad se hubiera expuesto de esa manera la vida de cientos de miles de israelíes. Es memorable la frase del exministro de Seguridad en el anterior gobierno, Avigdor Lieberman, quien declaró antes de ser nombrado para el puesto: “Que quede claro, si llego a ser ministro de Seguridad, le otorgaré a Ismael Haniye (líder de Hamas) 48 horas para que busque en qué cementerio será enterrado”. Pasaron 48 horas, pasaron días, semanas, meses y años. Todo sigue como antes y yo, personalmente, perdí ya la memoria de la cantidad de escaladas, rondas de cohetes contra el sur del país, así como de los nombres de las operaciones militares ocurridas en torno a la Franja de Gaza y sus alrededores durante los últimos 10 años. Nadie por parte del gobierno da explicaciones a fondo, establece programas a futuro, objetivos que precisen ser alcanzados. Volvemos a la normalidad, a lo que se denomina “la administración del conflicto”, sin soluciones, sin planes, sólo esperando que la próxima vuelta llegue lo más tarde posible.
Regresamos pues a la rutina, ningún político da la cara, ningún político paga precio alguno. Nadie exige que se rindan cuentas, nadie da cuentas. La normalidad está de regreso. Un día después de que se alcanzó el cese al fuego, vuelvo a la universidad de Beer Sheva a dictar mis cursos. Todo está normal. Converso con la gente que la pasó mal. Una secretaria me dice que en el moshav donde vive oyó cerca de 22 alarmas durante toda una noche. Pregunto a algunos alumnos que residen en Beer Sheva cómo les fue, algunos hasta sonríen, muestran un poco de indiferencia: “No estuvo tan grave, ya pasó”. En la universidad se respira con calma, los sucesos del día anterior parecen haber ocurrido hace décadas, pasamos la página, la gente toma un café, come una pizza y charla sobre los estudios, la visita al gimnasio, la vida familiar, etc. Algunas familias enterraron a sus muertos, pero fueron menos de cinco (del lado israelí), así que es casi como si hubiera sido un inevitable accidente de tránsito. Es lamentable, pero qué se le puede hacer. La vida pasa.

“Es la economía, estúpido”
El día que estalló la reciente escalada, llamé a un viejo amigo que apenas hace un año se mudó con su familia a un kibutz en la frontera con Gaza. Yo quería saber cómo estaba. Se le escuchaba sereno, familiarizado con la situación, y en un momento me dijo: “…en Israel hay uno de los índices de desempleo más bajos en el mundo. ¿Quién se va a levantar para protestar por lo que hace o no hace el actual gobierno?” De alguna manera, me pareció que esa reflexión contiene uno de los principios esenciales por los cuales se tolera con un alto grado de indiferencia al agravio a la población civil, una vez tras otra. Los medios de Hasbará (esclarecimiento) y la propaganda mediática israelí se encargan de reforzar permanentemente la conciencia de que Israel es una potencia económica, científica, tecnológica, mientras que por otro lado quedan oscurecidos detrás de los reflectores, el sufrimiento y el agotamiento de la solidaridad interna de los israelíes, los cheques en blanco que se le otorgan a un gobierno que acusa a los enemigos árabes de atentar contra la vida de los israelíes, pero se rehúsa a asumir responsabilidad alguna en cada uno de sus fracasos.
Jóvenes de 15 años que viven en el sur del país arrastran, en su historia de infancia y juventud, traumas y angustias por años de vivir a merced de situaciones imposibles para las cuales el gobierno, con Netanyahu al frente ya por diez años, no ha podido proveer plan ni solución alguna. Y desgraciadamente, me parece que seguiremos avanzando hacia un callejón sin salida, en el cual, en paralelo, se agravará el discurso xenófobo y ultranacionalista como artimaña para neutralizar la permanente frustración por el terco retorno de ese drama. Por lo tanto, se puede seguir viviendo más o menos bien, y en cada nueva ronda de violencia podremos acusar a nuestros vecinos de fundamentalismo y radicalismo, escuchando cómo nuestros líderes prometen una y otra vez, que Hamás recibirá su merecido. Y habrá más de lo mismo de aquí en adelante, porque el gobierno seguirá alimentando sin tregua la retórica de que no hay con quien hablar, llevando con ello más agua a su molino.

¿Un callejón sin salida?
Aunque resulta que efectivamente hay con quien hablar, y existe la iniciativa de Ginebra, así como la propuesta saudita a la cual Israel nunca ha respondido. Pero el hecho es que no hay ningún interés israelí en ninguna iniciativa internacional que incluya a la independencia palestina, porque nadie en el gobierno actual tiene las más mínimas intenciones de ceder territorio a cambio de paz. En tales circunstancias, da la triste impresión de que el público israelí en su mayoría saldrá de esta pasividad solamente una vez que haya un gran colapso, como sucedió con la guerra de Yom Kipur, la cual trajo como consecuencia los acuerdos de Camp David; o como ocurrió con la primera Intifada, que trajo a su vez los acuerdos de Oslo; o como la segunda intifada, que condujo hacia la retirada de Gaza.
La otra posible salida del impasse radicaría en una crisis económica que obligara al público israelí a reconsiderar sus exigencias respecto del Gobierno. Finalmente, hay una última opción, la más complicada quizá, pero la menos dañina: la cooperación de las diásporas judías con el público israelí que se manifiesta en contra de las prácticas políticas e ideológicas del actual gobierno, para presentar así un frente judío universal que exprese de manera abierta y contundente, su crítica hacia un liderazgo nacional que desprecia a sus ciudadanos. Esto constituiría una forma de generar conciencia y presión, de que urge una alternativa. De no ser así, seguiremos siendo arrastrados hacia diferentes rondas de violencia a partir de las cuales continuará exacerbándose el nacionalismo beligerante, el deprecio por el extranjero, el liberal, el izquierdista, el “otro”, hasta que seamos testigos de la caída definitiva de aquello que los hasbaristas con tanto orgullo enarbolan: la única democracia del Medio Oriente.

* Nacido en México (1968). Profesor en el departamento de estudios de Medio Oriente y el programa de estudios de África de la Universidad Ben Gurión del Neguev. Vive en Jerusalén.