-¿De todo lo anterior se desprende que lo que hoy se discute ya no es la solución de dos Estados, sino si habrá un solo Estado con derechos para todo el mundo o solo para los judíos?
-Así es. Mi opinión es que incluso si uno lamenta que ya no exista casi la posibilidad de dos Estados, la realidad nos obliga a ver las cosas de otra manera. No está determinada solamente por esa evolución de la política israelí, de la colonización a la anexión pura y simple; también hay que considerar a los palestinos de Israel, a los colonos de Cisjordania… La solución de un Estado no es necesariamente negativa, ni para Israel ni para los palestinos, por supuesto siempre y cuando disfruten de todos los derechos. En cuanto a Israel, imaginemos que un primer ministro, cualquiera, se presenta ante la ONU y anuncia que Israel se anexa Cisjordania y no otorga el voto a los palestinos. Para la comunidad internacional, eso sería una violación de todas sus decisiones desde 1967… O sea, una situación de apartheid, aunque no se pronuncie la palabra.
-Pero el Estado de Israel, salvo excepciones puntuales, siempre actuó contra las resoluciones y la opinión de la comunidad internacional.
-Absolutamente. Pero la diferencia es que antes se «hacía», pero no se «decía». El propio Netanyahu, en 2009, había dicho: «reconozco la posibilidad de un Estado palestino, siempre que sea desmilitarizado». Ahora, Israel provoca directamente a la comunidad internacional, diciendo que cambia el juego; que anexa, que no otorga derecho de voto.
-¿Y cuál es la opinión de judíos y árabes fuera de Israel, de la región; por ejemplo aquí en Europa, Estados Unidos u otras regiones del mundo?
-Es muy complicado definir eso, aunque puede afirmarse que desde hace unos años se está produciendo una evolución importante. La más importante, en la comunidad, o las comunidades judías estadounidenses. Allí es perceptible un movimiento, muy fuerte y muy crítico respecto a la política de Netanyahu desde 2015. Hasta donde puedo juzgar, hoy la mayoría de los judíos estadounidenses es hostil a esa política. Al mismo tiempo, una hostilidad muy grande hacia Donald Trump, que se manifestó espectacularmente cuando éste visitó la sinagoga de Pittsburgh, donde fue silbado no ya por izquierdistas judíos, sino por los notables; por la comunidad judía de la ciudad. Así, hoy se estima que el voto judío por los demócratas es masivo; tanto como nunca lo había sido. Tal parece que no está lejos del 80%… Y esto va incluso más lejos que las tomas de posición políticas. Hay encuestas, realizadas por sociólogos estadounidenses –judíos o no- que muestran que una parte importante de los judíos toma progresivamente distancia respecto a la religión, al judaísmo, a la pertenencia; más allá de la religión. Un número cada vez mayor de judíos estadounidenses se aparta de la política israelí.
-Al margen de la política, hoy es perceptible en todo el mundo, incluso en los países árabes, que la «juventud internet» o se aparta progresivamente de las religiones, o las pone en cuestión. No hay más que observar la crisis de la iglesia católica….
-Así es. No pretendo conocer a todas las comunidades judías de Europa, pero en todas se da el mismo fenómeno, aunque por supuesto en grados diferentes. En Francia tenemos un Consejo representativo de las instituciones judías, el CRIF, que está muy presente en la vida pública, pero que cuenta con menos de 100.000 miembros, sobre casi 800.000 judíos franceses. Eso no priva al CRIF del derecho a decir lo que dice, pero evidentemente no puede hablar en nombre de todos los judíos de Francia.
-¿Y en el plano cultural, cotidiano, de pertenencia, por ejemplo la comida kasher, o el respeto del sábado, qué ocurre entre los jóvenes?
-Ocurre como en el islam, o el catolicismo. Hay un sector que se radicaliza, que deviene más kasher que jamás; del mismo modo que entre los católicos hay quienes devienen más integristas y entre los musulmanes más salafistas. Pero también hay una gran masa que toma distancia.
Otra dimensión de la radicalización de Netanyahu es el efecto emocional, de rechazo, que en la opinión judía mundial provoca su descarado flirteo con populistas de extrema derecha, incluso antisemitas. -Netanyahu se ha convertido en amigo íntimo del húngaro Victor Orban. Hace dos años, antes de recibir a Netanyahu, Orban hizo en un discurso la apología del regente Horthy; un hombre que propició la deportación o el exterminio de miles de judíos húngaros. En mis conferencias digo que Horthy fue el Pétain húngaro, pero Pétain mató a 75.000 judíos franceses; Horthy, 430.000… Netahyahu practica el mismo flirteo con el polaco Iaroslav Kacinsky, el mismo que hizo votar la ley que prohíbe hablar de la colaboración polaca en el exterminio nazi. Los propios historiadores polacos afirman que entre 300 y 400.000 judíos polacos fueron asesinados no por los nazis, sino por colaboradores polacos… Pero eso no es obstáculo para Netanyahu, quien firmó con el primer ministro polaco, Mateuz Morawiecki, una declaración común. Yaoud Abahor, uno de los principales historiadores de la Shoa, afirmó que esa declaración sobre el papel de Polonia en el genocidio judío es «estúpida, ignorante y mentirosa». Netanyahu fue a Lituania, el país de su padre, donde su familia escapó por poco al genocidio. Tampoco allí dijo una palabra, a pesar de que el 97% de los judíos lituanos fueron exterminados. ¡El 97%! Sebastián Kurtz, el canciller austríaco, fue recibido como un rey en Jerusalén, a pesar de que en su gobierno hay seis ministros neonazis. Poco antes de morir, Rafi Eitan, miembro de la inteligencia israelí, envió un mensaje a «Alternativa para Alemania» (AFD), expresando cuánto se aprecia en Israel la actitud de la AFD respecto al judaísmo. El jefe de la AFD es Alexander Gauland, quien hace poco tiempo declaró que los alemanes debían enorgullecerse de la actitud de sus soldados durante las guerras mundiales… En fin, que todo lo que es extrema derecha en Europa y más allá (Trump, Bolsonaro, etc.), es amigo de Israel. El «negocio» está claro para ambas partes. Los israelíes se hacen de aliados populistas en la Unión Europea, que los protegen de toda voluntad de sanción. Los antisemitas europeos, por su parte, están contentos porque si son amigos de Israel, quiere decir que no son antisemitas… Es obvio que esto plantea problemas a muchos judíos, sobre todo a los de mayor edad, los que tienen una memoria más viva de guerra. Y hace que las relaciones del Estado de Israel con las comunidades judías se hagan cada vez más difíciles y su imagen más negativa.
– En ese contexto, ¿cómo entender el resultado de las recientes elecciones legislativas en Israel?
-Benyamin Netanyahu fue electo jefe del Estado de Israel por primera vez en las elecciones del 31-5-1996. Entonces, mientras se hacía el escrutinio, los medios de comunicación daban como vencedor a su adversario, Shimon Pères. En Francia, el diario « Libération » lo publicó en portada… Y esta vez, el mismo escenario: hubo que esperar al día siguiente para que la radio-televisión e internet anunciasen que el ganador había sido el jefe del Likud. Es cierto que Benny Gantz y sus aliados del partido «Resiliencia de Israel» prácticamente empataron el primer puesto con el Likud (más de 26% de los votos y 35 parlamentarios), lo que resulta un muy buen resultado para un partido creado pocas semanas antes del escrutinio. A pesar de la cifra récord de 39 partidos, los dos principales obtuvieron el 52% de los sufragios y 70 diputados sobre 120. Todos los demás debieron conformarse con menos del 6% de los votos cada uno… Pero en el sistema político israelí, lo que cuenta no es tanto el orden de llegada, sino la capacidad de formar una coalición. Y en eso, el Likud aventaja, y mucho, a «Resiliencia», gracias a los partidos ultraortodoxos (17 diputados) y a los de derecha y extrema derecha (14 diputados), que superaron la barrera del 3,25%. Así, los electores han liberado a Netanyahu de dos partidos molestos de extrema derecha: el Zehout, de Moshe Feiglin, que brega por la construcción del Tercer Templo –lo que supone la destrucción de la Explanada de las Mezquitas- y la nueva derecha de Naftali Bennett y Ayelet Shaked, que propone la anexión de toda Cisjordania.
-Salvo esta sanción a la franja más extremista de la ultra derecha, ¿cómo interpretar el «mensaje» del electorado israelí?
-Se trata de una luz verde a la radicalización iniciada por la derecha y la extrema derecha desde 2015; a la fuga hacia adelante de Netanyahu, con todos sus componentes:
• la puesta en cuestión de los derechos de los palestinos de Israel, mediante la ley constitucional «Estado-Nación del pueblo judío» del 19-7-2018. Atacando a los árabes a lo largo de toda la campaña electoral, Netanyahu ha dejado entrever incluso una amenaza al derecho de voto de que disponen desde 1948;
• el paso de la colonización a la anexión de toda o parte de Cisjordania, de la que la ley del 5-2-1917 sentó las bases legales. Por primera vez, el jefe del gobierno se pronunció explícitamente por la extensión de la soberanía israelí al conjunto de colonias;
• la multiplicación de leyes liberticidas, no solo contra los ciudadanos árabes, sino también judíos. Esos textos apuntan a frenar toda oposición, comenzando por las ONG, los medios de comunicación y la representación árabe en la Knesset;
• por último, la conclusión de alianzas, en Europa y más allá, con todas las fuerzas de extrema derecha, neofascistas y populistas, aún si éstas flirtean con el antisemitismo.
-¿Cómo explicar, a pesar del extremismo del Primer ministro, una victoria tan clara?
-Netanyahu es muy bueno en materia de demagogia populista. Una vez más, no se ahorró ningún recurso con sus adversarios: difamación, amenazas, maniobras ilegales (como la instalación de cámaras en los centros de votación de la zona árabe)… Todo «normal», viniendo de un personaje amenazado por varios procesos de corrupción, de los que por cierto espera zafar gracias a su reelección. El ex y futuro Primer ministro también se benefició de la movilización de la internacional populista. Luego de transferir la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, Donald Trump le hizo el regalo del reconocimiento de la anexión del Golán, en violación de todas las resoluciones de la ONU, sostenidas hasta hoy por la diplomacia estadounidense. Vladimir Putin, por su parte, permitió que Israel bombardeara Siria a su antojo, siempre que el blanco fueran las fuerzas proiraníes y no a las de Bachar Al-Assad. Pero Netanyahu gozó sobre todo de una « ayuda» decisiva : la ausencia de alternativa de parte de sus adversarios. Nunca ese vacío había sido tan grande:
• la Lista árabe unida, que había obtenido un éxito sin precedentes en 2015 (13 diputados), cuatro años más tarde se presentó desunida. Así, los diferentes partidos no obtuvieron más que 10 diputados. ¡Un suicidio, a la hora misma en Netanyahu y sus aliados quieren privar a los palestinos de Israel de sus derechos políticos! Además, ni los palestinos de Jerusalén Este, ni los de Cisjordania y, por supuesto, los de Gaza, tenían derecho a votar…
• en la «izquierda», si el partido sionista Meretz retuvo 4 de sus 5 diputados (al parecer gracias al voto árabe), el Partido Laborista tocó fondo: 6 diputados, contra 24 en 2015. Es el canto del cisne para una formación que dirigió el yishuv, luego el Estado de Israel hasta 1977 y, otra vez, de 1992 à 1996. Debe decirse que los laboristas de hoy ya no defienden ni el derecho palestino a un Estado, ni los de los trabajadores afectados por la mundialización neoliberal. El laborismo viene perdiendo, desde hace tiempo, su electorado popular, empezando por los judíos orientales, que hoy votan a la derecha y a la extrema derecha.
• respecto al partido «Resiliencia…», de Benny Gantz, se presentaba como más moderado que el Likud y sus aliados, pero tampoco se diferenciaba claramente. El día que Gantz, en un spot televisado, se enorgulleció de haber reducido una parte de Gaza «a la Edad de piedra», una parte de sus potenciales electores se debe haber quedado, justamente, de piedra…
En definitiva, si hay que resumir en una frase las lecciones del 9 de abril de 2019, la máxima política formulada por Jean-Marie Le Pen es la más adecuada: «La gente siempre prefiere el original a la copia».
-¿Cómo crees que va a evolucionar la situación en Israel? La oposición política estará desmembrada, pero existe una oposición social, de opinión, muy importante. Está por ejemplo «Breaking de silence»; más de un millar de militares israelíes que lucharon, que por lo tanto conocen muy bien la situación y sus consecuencias, que se oponen a ese proyecto liderado por Netanyahu.
-Debo aclarar que, como historiador de formación, no hago pronósticos. Pero puedo responder algo importante. Desde 1995, lo que es grave en Israel es que no hay alternativas políticas de cambio. Por supuesto, hay todas esas ONG, muy activas. «Breaking the silence», son 1.500 video-testimonios denunciando los crímenes del ejército israelí en Cisjordania, etc. Es gente que denuncia respaldada por el prestigio del Ejército, que es muy grande en Israel, y también por su actuación personal. Eso es enorme, importantísimo. Están también «B’tselem», una ONG de derechos humanos muy activa en Cisjordania, donde investiga sobre el terreno y asociaciones árabe-israelíes como «Adalah » o la «Acri», que trabajan sobre los derechos de los árabes israelíes, que están muy inquietos debido a la nueva ley fundamental israelí. También un organismo llamado «Yesh Din», compuesto por juristas y abogados, que hacen consultas y viajan a Cisjordania…Imposibles citarlas todas, son muy numerosas. El importante trabajo de todas esas ONG es considerado como la conciencia del país, pero no ha desembocado en una propuesta política porque ya no hay un partido que la represente. Ya vimos cómo le fue al partido laborista en estas elecciones. Pero hay que recordar que fue mayoritario hasta 1977: luego con Isaac Rabin entre 1992/95. Pero hoy, la plataforma del laborismo no contiene ninguna alternativa. No están siquiera por los dos Estados.
Está Meretz, un partido que tiene cinco o seis diputados. Y por último está la Lista Árabe, o mejor la ex Lista, porque se ha dividido, y que agrupa, resumiendo, a cuatro partidos. La lista está en crisis, pero sobre todo, no tiene vocación de representar una alternativa para el electorado judío. Muchos judíos progresistas votan por la lista, pero está claro que los judíos de Israel ni se imaginan un gobierno árabe.
-Debe decirse que el Estado de Israel, su política, reproducen lo que hoy ocurre en gran parte del mundo. La izquierda casi desaparecida, la democracia en peligro…
-Así es; pero con una diferencia esencial. Mientras en otros países, como Francia, Gran Bretaña, o Alemania, las situaciones de crisis se resuelven más o menos pacíficamente, o en cualquier caso dentro de sus fronteras, lo que ocurre en Israel está en el corazón de un conflicto que puede provocar una guerra mundial. Estamos en una situación de ausencia total de alternativas, ya que tampoco las hay del otro lado; tampoco las tienen Abbas, o Fatah. O Hamas.
-¿Conclusión?
-Es difícil. Hay tantos elementos a considerar… Están los regímenes árabes, con todas sus guerras civiles en curso, o en interminables «vías de conclusión». Todos son hoy frágiles, debido a las revoluciones árabes; que no han terminado. Hubo una primera fase en la que se impusieron las fuerzas más reaccionarias; el poder saudita, el egipcio, el sirio… pero las causas que provocaron esas revoluciones permanecen, por lo que es previsible que esos regímenes sigan debilitándose, o al menos en problemas. Tenemos todas las guerras civiles en curso: Siria, Irak, Yemen. Las dos primeras no atinan a concluir; la de Yemen es la peor de las guerras ocurridas en Medio Oriente desde la Segunda Guerra Mundial. Nunca se ha visto guerra tan sangrienta acompañada de un silencio internacional tan fuerte. No hablemos de Libia…
– O de Turquía…
Exacto. Toda la zona es políticamente frágil. Y allí, la política israelí es desde hace tiempo, pero sobre todo con Netanyahu, una caricatura, basada en una perspectiva muy estrecha, sectaria, de corto plazo. Desde que Théodore Herzl quiso, decidió, que el Estado judío se encontrase en medio del mundo árabe-musulmán; desde que el Estado judío existe, se pueden sustentar muchas posiciones, pero la realidad es que la única salida política lógica, de futuro, es encontrar un compromiso con el mundo árabe. El Estado de Israel existe y los árabes son lo que son, incluyendo en Palestina. Y están los persas… No parece haber otra salida que un acuerdo con los palestinos y desde allí, con el mundo árabe. Si se quiere que el Estado de Israel sobreviva, debe integrarse en la región. A menos que uno imagine que el mundo árabe-persa desaparecerá un día…
* Periodista y escritor. Fue director de Le Monde Diplomatique y El Periodista