Pesaj, la libertad y el “status quo”

Cada jag (fiesta) con lo suyo, pero todo jag con lo nuestro; pararse y pensar qué somos, la incomodidad casi como un deber del ser judío/a. Y en eso, ¿es el judaísmo una unidad o la unidad es más bien una imposición de un sólo judaísmo? Hoy la libertad, ¿es un significante vacío o nos lo han querido vaciar?
Por Axel Kesler * Ilustración de Pipo Gueler

Pesaj es uno de esos momentos del año que me recuerdan que soy judío y me vuelve a despertar la incomodidad. Una incomodidad no en un sentido negativo, sino más bien constructivo, desde la pregunta por la identidad.
Que una fecha me lo recuerde ya dice un montón. Habla, por ejemplo, de que hay algo en ese orden del tiempo que ya me es propio. Quiera o no, estos días (que ni siquiera tienen que ver con el calendario gregoriano tradicional) no puedo evitar relacionarlos con la matzá, la cena familiar, la libertad, el Ma Nishtaná, entre otras cosas.
Hay algo de eso que por lo menos hoy lo tengo encarnado. A partir de ahí, hay un margen de decisión. Me refiero a la decisión de si apropiarse o no de eso que nos pasa. Reafirmar esa identidad tiene que ver un poco con la primera, pero ahí es donde vuelve a nacer la incomodidad. Es la incomodidad de exponerse como parte de un todo del que uno es sólo una parte. Porque el judaísmo, desde afuera, puede verse como el pibe con kipá, Israel, la tela en Once, el knishe y el ser tacaño; un rejunte de cosas que riman con ‘judío’ en el sentido común. Pero sigo creyendo que desde adentro es la eterna, y para nada insignificante, disputa por definir de qué carajo se trata.
Partimos de algo encarnado que decidimos asumir como común y que luego lo volvemos a resignificar. Un nuevo significado que tiene que ver con esos nuevos debates. Eso es lo lindo, angustiante, divertido, pesado, llevadero; todo mezclado. Cada une le agrega algo de lo propio y lo vuelve a dejar reposar. Pero como en toda disputa siempre hay algo del vaciamiento. A veces queda en el olvido que hay heterogeneidad y conflicto, y se asume al judaísmo como una totalidad. Y en esa totalidad (que siempre es la hegemónica) se absorbe todo: desde mantener las mismas tradiciones que parten de una concepción distinta del judaísmo hasta repetir lo que dicen “nuestras” instituciones porque es lo que nos “representa”, o desde olvidar que también encarnamos otras identidades hasta avalar ciegamente toda acción de un país por el simple hecho de asumirse como representante de nuestra identidad.
La incomodidad en estas fechas la celebro por ahí, y la vuelvo a festejar. Pesaj, el jag de la libertad, la conmemoración de nuestra liberación. La libertad como un anhelo abstracto siempre pendiente, rellenado por cada quien de forma distinta. Para mí libertad se acerca a la noción de lo colectivo, la independencia y la justicia social. Tiene que ver con las luchas contra las opresiones y el deseo de un mundo reposado en la diferencia pero basado en la igualdad. Me es imposible no relacionarlo hoy con la pérdida de soberanía que estamos viviendo como pueblo y con la complicidad de las instituciones que nos dicen representar. Me es imposible, también, no relacionarlo con el daño que se le está generando a otro pueblo en nombre de nuestros valores y ‘nuestra identidad’. Pero también me es necesario volver a nuestras raíces y entender que hay grandes figuras e historias en nuestro pueblo que han logrado cambiar bastante de la realidad.
Como dijo Marshal Meyer, «La memoria es también un puente vital en el cual se fusionan pasado y presente, transformando el futuro, si uno puede encontrar la fortaleza necesaria para combatir a los poderes que quieren mantener el status quo y esa insensibilidad que se disfraza de madurez y profundidad.»
¡Jag Sameaj!

* Estudiante avanzado de Sociología y Educador