FICJA 2018

El cine y la representación de la historia europea del siglo XX

En el marco del 15° Festival Internacional de Cine Judío en Argentina, se presentaron dos interesantes films para pensar las representaciones cinematográficas de los hechos históricos del pasado. Por un lado, la danesa Del otro lado del mar (Fuglene over sundet, Nicolo Donato, 2016), y, por el otro, La excepción (The Exception, David Leveaux, 2016).
Por Natalia Weiss

Del otro lado del mar: El caso danés
En una charla que el director Nicolo Donato brindó en el Lincoln Center, destacó la necesidad de recuperar un hecho histórico ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial en Dinamarca. El acontecimiento marco es la salvación de miles de judíos daneses que tuvo lugar a través del cruce en pequeñas embarcaciones pesqueras en las que fueron trasladados a orillas suecas. Este acontecimiento, como es lógico, se compone de múltiples detalles y claroscuros que el film busca recuperar. Como es sabido, los recuerdos, también colectivos, pueden fundirse muchas veces con otras narraciones que es preciso desmistificar. Un ejemplo dentro de éstos, en el contexto que aquí se plantea, podría ser el difundido respecto a que el rey Cristian X se paseaba con una estrella de David como forma de apoyo a la comunidad judía de Dinamarca. Pero, es cierto también, que muchas veces son condensaciones que retoman un resto del algo ligado a lo real, como el caso que se hace visible aquí y que revela un compromiso real de parte del gobierno de Dinamarca y de gran parte de sus habitantes con la comunidad judía de su país.
Desde el principio, se nos introduce en estos tiempos históricos y a partir de ellos se cuenta la historia de una familia judía que intenta escapar a los nazis. Mediante un cartel introductorio, se señala que el film se basa en hechos reales, se hace referencia a la política de coalición de gobierno y el estatuto especial de Dinamarca respecto a otros países ocupados, situación que se vio, como se indica, tristemente quebrada en 1943.
En efecto, la ocupación de Dinamarca llevada a cabo el 9 de abril de 1940 por parte de Alemania, se dio en términos de un acuerdo de conservación de una cierta independencia del país invadido. Sin embargo, los ocupantes comenzaron a irritarse, y a este respecto se vincula al desgaste de la Ocupación con el aumento de sabotajes de diversa índole y con las complicaciones del ejército alemán en el Frente del Este. En este período, de hecho, las fuerzas de la Resistencia danesa se vieron incrementadas por el apoyo inglés.
Un hecho puntual habría sido definitorio para el cambio de timón, y tuvo que ver con lo que se conoce como el Alzamiento de agosto. En el mismo, organizado en diferentes regiones del país por parte del partido comunista, diversas fábricas, talleres y negocios detuvieron sus actividades como signo de protesta. Si bien no tuvo lugar en Copenhague, se produjeron diversos incidentes y los ocupantes exigieron medidas de castigo y no encontraron el eco deseado en las autoridades locales. Frente al pedido de poner fin a los actos llevados a cabo por la Resistencia, el gobierno danés da un paso al costado. Es justamente a partir de la toma del mando por parte de los nazis cuando cambia de forma sustancial el destino de los judíos daneses que hasta allí había permanecido a resguardo.

El recorrido en busca del escape
Es en este punto que se despliega el relato audiovisual en sí mismo. Nos encontramos en una sinagoga, que hace referencia al tempo Krystalgade de Copenhague. Un hombre ingresa al mismo y proclama que ya no hay tiempo para oraciones, se trata del rabino Marcus Melchior que brinda una información crucial, en la noche del viernes 1 al 2 de octubre las fuerzas nazis irían a sus casas, con lo que nadie debía estar en ella. La noche fue la elegida por tratarse de Rosh Hashaná, con lo que se pensaba encontrar a las familias reunidas en sus casas, con lo que resultaba imperioso que se difundiera rápidamente la noticia. Este es el punto de partida para contar la historia de una pequeña familia, la del músico de jazz Arne Itkin (David Dencik), Miriam (Danica Curcic) y su pequeño hijo. Cuando Miriam corre a avisarle a Arne lo que escuchó en la sinagoga, su marido no lo cree y no parten a tiempo como sí lo hicieran los padres de Miriam. Como se esperaba, la redada irrumpe en la noche, ellos apenas llegan a tomar sus cosas y lo que queda de dinero porque Arne había gastado, sin decirlo, una parte de los ahorros en la compra de una guitarra. Apenas logran escapar a las corridas y por haber sido avisados que los soldados se encuentran en edificio, primero Miriam con su hijo y él detrás de ellos. Comienza entonces el desarrollo en el que se detiene el film, el recorrido frente al intento de escape hacia una Suecia neutral que, a comienzos de octubre de ese año, había ofrecido asilo a los judíos daneses.
El camino hacia el escape será, en efecto, el hilo central de la trama, con la familia abriéndose paso en los bosques, en un auto, a pie, en tren para llegar al cruce de Gilleleje dada la advertencia de que sería complicado llegar al puerto de Dragør porque este pueblo pesquero se encuentra ya sitiado. Se privilegian en la narración los climas y atmósferas de esta suerte de peregrinación en mayor medida que lo dicho o mostrado, y se construyen en el terreno, cuando los planos penetran los bosques y se detienen en los pastizales movidos por el viento. El recorrido sin duda no es fácil, y está plagado de ayudas tanto como de traiciones. Y es en este punto que el realizador decide mostrar los claroscuros que se niegan a una historia épica cristalizada. Si bien es cierto, como se ha dicho, que en Dinamarca tuvo lugar un plan de ayuda a los judíos que hizo posible que alrededor de un 95% de los mismos fueran rescatados, cifras obviamente muy distintas a la de otros países vecinos, se pone asimismo de relieve que no todos lo hicieron conducidos por la empatía y la generosidad. Por el contrario, se revela la codicia de algunos a la hora de llevar sólo a quienes pudieran pagarlo, o de hacer cubrir a unos el traslado de todos.

La redada a la iglesia de Gilleleje
En los bordes del relato, se manifiestan también distintas formas de resistencia civil a las órdenes del ocupante. Es así como se plasma como los obispos daneses, esto ocurrió realmente, se manifestaron, a través de una carta pastoral, en contra de la ocupación y sus decisiones respecto a las deportaciones. También, ahora en términos ficcionales, se contesta con una negativa cuando la Gestapo, una vez alertada llega al pueblo y exige la colaboración danesa para evitar los cruces de las balsas. Frente al pedido de colaboración de fuerzas danesas, la negativa se da términos de que Dinamarca sigue siendo una democracia, y que no es posible reclutar para dicho servicio a sus soldados. Es que la última parte del relato busca, finalmente, hacer luz sobre un hecho tal vez menos conocido, la redada efectuada por las fuerzas ocupantes en la Iglesia de Gilleleje, donde yacían escondidos los que no habían podido embarcar por la abrupta llegada de los alemanes a cargo del oficial Hans Vilhelm Adolf Juh. La misma tuvo lugar en la noche del 6 al 7 de octubre cuando alrededor de 80 personas que habían sido escondidas en el altillo de la iglesia fueron encontradas y enviadas a Theresienstadt. Aún una vez trasladadas allí, una delegación danesa se unió, en el año 1944, a la Cruz Roja y logró evitar el traslado de los judíos daneses a un campo de exterminio.
De un total de 500 judíos daneses deportados, incluyendo los 80 escondidos en la iglesia, el Museo de la Historia del Holocausto de Jerusalén Yad Vashem contabiliza un total 102 asesinados. Una cifra innegablemente menor que en otros países europeos. Al final, se expresa que, luego del episodio de la iglesia, se mejoró la organización de las fugas por el estrecho. Más de 7.000 personas fueron salvadas a través de estos cruces.

 

La excepción: sobre Alemania años ‘40
Otro film presentado en el 15° Festival Internacional de Cine Judío en Argentina fue, como se ha dicho, La excepción (2016) del director británico de teatro y debutante en el cine David Leveaux, que propone, a partir de una transposición de la novela El último beso del Káiser de Alan Judd (2003), un film que podría ubicarse entre la reconstrucción histórica, el espionaje y el drama romántico. En términos materiales, el espacio es el de la mansión holandesa Huis Doorn, devenida museo nacional en ese país, donde se hallaba exilado el monarca alemán Guillermo II desde poco después de finalizada la Primera Guerra Mundial y su abdicación tras ella. Pero el espacio simbólico es el de dos Alemanias, la de la monarquía y el imperio perimidos tras la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles, y la del Tercer Reich. Y es aquí donde el film toma, en gran medida, su carnadura, y la red sobre la que se inscribe el relato amoroso y la trama de espías. Los nazis ya ocuparon Holanda y la residencia del antiguo monarca se ve copada por fuerzas nazis que, por un lado, buscan averiguar quién espía a Guillermo II y transmite la información a los británicos y, a la vez, espiarlo a él mismo, de quien desconfían y a quien llaman el viejo como evidencia del desprecio que tienen por él y por lo que representa de su país.

Christopher Plummer como el Káiser Guillermo II
Sin lugar a duda, la presencia del reconocido actor canadiense Christopher Plummer encarnando al káiser, produce un efecto de quiebre frente a la tendencia ampulosa, visible en decorados y vestuario, de cierto cine de época que podría llamarse de qualité. De esta forma, se produce un encuentro más bien por fuera del texto fílmico en sí, con el longevo y apreciado actor (que cuenta hoy con 89 años) que permite por momentos una respiración que traspasa el riesgo del acartonamiento extremo del clasismo formal. Desde el capitán Von Trapp de La novicia rebelde (Robert Wise, 1965), innumerables papeles cinematográficos y películas ya filmadas por estrenar a importantes actuaciones teatrales, films televisivos de menor escala, y hasta doblajes de films animados el versátil actor propicia un diálogo emocional con el espectador mediante la sensación del reencuentro con un viejo conocido. Por otra parte, este papel se hace de alguna forma cercano a otro apenas anterior en el que interviene, en el film titulado Recuerdos secretos, cuyo título original es Recuerda (Remember, Atom Egoyan, 2015). Allí, a partir de la muerte de su esposa, un anciano Zev parte, como última meta de su vida, a la caza de un nazi, supuesto asesino de su familia en Auschwitz. Para cumplir la misión, es dirigido por un amigo y compañero de geriátrico Max (Martin Laundau), y la búsqueda del otro será, a partir de un estratégico punto de giro final, la posibilidad de un reencuentro con la propia identidad. En el film que aquí se analiza, la conexión antes planteada ofrece un plus de cercanía, lo que probablemente es funcional a la hora de construir el personaje ficcional y su identificación, pero que no presenta necesariamente un vínculo con la personalidad real que se recrea.
La historiografía se refiere, en cambio, en el mejor de los casos, a una prepotencia y a una imposibilidad de leer la coyuntura, lo que provoca una combinación particularmente peligrosa, y hace alusión a declaraciones como que no abandonaría el trono por culpa de unos judíos y algunos obreros. Se trata entonces más bien de una decisión actoral y dramática en el delineamiento del film, en donde se presenta a un hombre mayor (muere de hecho en 1941 en esta residencia holandesa), cargado de frustración y enojo porque lo hacen culpable de la caída en abismo de Alemania, abismo que los soldados que lo destratan sienten que vienen a revertir. Irritable, cada cena es un riesgo para sus colaboradores y un temor para la mujer con la que se casó en segundas nupcias, Herminia de Reuss, que sueña con una vuelta prestigiosa a patria germana y hace todo para lograrlo. El temor de que exista un comentario o estridencia de su parte y todo pueda salir mal reina en cada cena de recepción. Dos de ellas son a destacar, la primera, la del joven nazi llamado Brandt, que lo tiene a cargo y pasa de una evidente antipatía a una humana cercanía. Es al principio, cuando al sentarse a la mesa con él, le pregunta por sus orígenes y éste le habla de su extracción humilde y de las penurias y miserias económicas que vivió su familia. Entendiendo que se refiere a los tiempos de su reinado, el monarca reacciona exasperado y exclama: “¡Yo no puedo ser el responsable de todos los males que aquejan al mundo!”. Esto ya se dice explícitamente en la cinta, cuando un oficial expresa: “Él representa todo lo que estaba mal en la antigua Alemania”.
De esta forma, Brandt encarna en cierta forma, al decepcionado y humillado pueblo alemán que delinea El huevo de la serpiente de (Ingmar Bergman, 1977). Como también se vislumbra en aquel film, resulta fructífero pensar en este punto en alguna de las afirmaciones del historiador francés Christian Ingrao, en su libro editado en español por Acantilado, Creer y destruir, los intelectuales en la máquina de guerra de las SS. En el mismo, éste argumenta que el nazismo se convirtió, para muchos, en una utopía política que buscaba vehiculizar la angustia del fracaso en la Gran Guerra. Otra es/cena particularmente tensa se da con la llegada de Himmler. Luego de una comentada fallida visita de Göring, se trata de un desafío mayúsculo que todo suceda en buenos términos y que puedan lograr finalmente volver, con la esperanza de la restauración de una monarquía como respaldo del régimen nazi. Sin embargo, lo que prevalece en esa oportunidad es la confrontación con la bestialidad nazi mostrada sin velos. Göring expone un relato de máxima crueldad, hasta el punto en que hace que el silencio incómodo reine y conduzca a la decisión del gobernante exilado de que no querer volver a casa. De esta forma, se manifiesta un choque del protagonista con la cosmovisión de la nueva Alemania, y termina de pintar al personaje principal como un hombre de otra época, un humanista guardián de algún dejo de antigua dignidad.

La historia de amor prohibido: la chica judía y el joven nazi
La trama de espionaje se entrelaza con la línea romántica prohibida. La chica que trabaja en la mansión, Mieke (Lily James), deviene una suerte de confesora del monarca, y también inicia una apasionada historia amorosa con el soldado alemán aún cuando le confiesa su condición de judía. Este último, vigilante del káiser, posee en realidad un rango superior, y se nos hace saber que esta tarea inferior se debe a un castigo por algo que ha sucedido con él en Polonia, lo que hace sospechar positivamente sobre él al espectador. Es decir, como le dice Mieke, en diálogo con el título del film, él será una excepción dentro de esta fuerza. En este sentido, la inclusión de la figura del oficial nazi que termina sorprendiendo por sus rasgos emocionalmente humanos parece acercarse a otros films del estilo, como ser el holandés El libro negro (Paul Verhoeven, 2006), o la más reciente Suite francesa (Saul Dibb, 2015), ésta última una más bien pálida expresión del magistral libro de la escritora francesa de origen ucraniano Irène Némirovsky, asesinada en Auschwitz.
Finalmente, el relato parece buscar reunir a estos tres personajes, de alguna manera excluidos, cada cual, por supuesto, a través de distintas formas y por muy diferentes motivos, haciéndolos devenir seres desplazados que comparten el ser marginales a la lógica de su época.