Impresiones sobre el film estrenado a 75 años de la fuga del campo de exterminio

Sobibor

En la película rusa, estrenada en 2018, los más elocuentes testimonios de lo sucedido, y que pueden ser una reflexión iluminadora para los tiempos actuales, quedan deshechos bajo el contrapunto del titán soviético opuesto al profundo sadismo de los nazis y los guardias ucranianos.
Por Eduardo Wolovelsky * Ilustración: Langer – Wolovelsky

Tenso y amenazante, punzando sobre la infinitud del cielo y la profundidad de las almas su presencia debió parecer eterna. Su visión debía señalar, como cruel metrónomo que mide la imposibilidad de la existencia, el fin de cualquier forma de esperanza y la pérdida de la más tenue brisa de dignidad. Sin embargó, el 14 de octubre de 1943, aquello que no debía suceder, ocurrió: un poder que se imaginó a sí mismo como invencible fue quebrado. Cuando le preguntaron a Toivi Blatt, por aquel entonces un joven quinceañero, como fue posible vencer las púas del alambrado dijo que esto se debió en parte a que “ellos (los alemanes y ucranianos del campo) no nos consideraban personas capaces de hacer algo”. Fue aquel día cuando los hombres y las mujeres del sonderkomando del campo de exterminio de Sobibor iniciaron una de las más nobles revueltas de la historia reciente corriendo contra el alambrado para derribarlo a como se pudiera, con pinzas o con los propios cuerpos. Liderados por el oficial soviético Aleksander “Sacha” Pechersky y por León Feldhendler, los prisioneros, confiando los unos en los otros, pudieron organizar la fuga de un lugar que parecía sumergido en el fin de los tiempos.

El culto al héroe particular
En las últimas imágenes de la película Escape de Sobibor podemos sentir la conmoción de la revuelta, la potencia del espíritu libertario que incluso prospera en las situaciones más desesperadas. Pero en Sobibor, donde se pinta con mayor realismo las duras condiciones del campo, la belleza épica del acto colectivo se pierde bajo el canto al héroe particular, al hombre individual que en su fortaleza y su ingenio, logra inspirar a quienes habrán de seguirlo. La película rusa, filmada en 2018 con el fin de conmemorar el 75 aniversario de la revuelta del campo de Sobibor, disuelve la conmoción del acto libertario a favor del culto al héroe. Los más elocuentes testimonios de lo sucedido, y que pueden ser una reflexión iluminadora para los tiempos actuales, quedan deshechos bajo el contrapunto del titán soviético opuesto al profundo sadismo de los nazis y los guardias ucranianos. Uno de aquellos testimonios ha quedado plasmado en la entrevista que le hiciera el historiador Laurence Rees a Toivi Blatt quien le confesó que de lo ocurrido había aprendido “que nadie se conoce a sí mismo. Todos podemos ser buenas o malas personas en diferentes situaciones. A veces, cuando alguien es realmente bueno conmigo, me descubro preguntándome cómo se habría comportado en Sobibor”.
Nadie se conoce a sí mismo y por lo tanto nadie conoce a su prójimo. Esta apreciación contiene una sabiduría que no deberíamos descuidar. Sin embargo, todo ello no la hace cierta como una forma universal para pensar a las personas. Porque Toivi Blatt también vivió una experiencia que le permitió vencer las púas del alambrado. Una relación que lo llevó fuera del campo. Un vínculo sostenido en la confianza hacia los otros, un lazo anudado por líderes comprometidos. En este punto, y tal como comentamos, la película Sobibor decide centrar su relato sobre la figura del héroe que se yergue sobre todos los males y que, con una inusitada fortaleza, se sobrepone y vence a las injusticias del mundo. Es tal el canto del culto soviético a la personalidad de un líder carismático que de hecho no falta una alusión “elogiosa” a Stalin, a quien, fuera de de cualquier crítica, se lo celebra como enemigo del nazismo.
Pocas dudas históricas caben sobre el valor de la personalidad de Aleksander Pechersky como factor fundamental para que la revuelta fuese posible. A ello debe agregarse su lugar como oficial del Ejército Rojo y por lo tanto su capacidad de mando. Sin embargo, centrar el relato de la revuelta en su figura diluye el significado de un hecho único que sólo puede ser inspirador en tanto que lo sucedido es producto de un compromiso individual de cada uno de los prisioneros con una acto colectivo para la fuga, para la búsqueda de la libertad y la posibilidad de resistir y dar testimonio. Escape de Sobibor es, tal vez, en exceso luminosa en la forma que presenta la vida en el campo. Pero resalta el significado conmovedor de la revuelta como hecho que no puede quedar cristalizado en el pasado y que aún es capaz de irrumpir e iluminar nuestros actos presentes.
El cine, con su potencia expresiva, se ha convertido en una forma particular de memoria que muchas veces queda regida por las emociones que reclama pero que, a su vez, pueden provocar al pensamiento y conducir al análisis. Sin embargo, puede ocurrir algo diferente, tal como lo expresa Gilles Deleuze: “Todos sabemos que si un arte impusiera necesariamente el choque o la vibración, el mundo habría cambiado hace mucho tiempo, y los hombres pensarían desde hace mucho tiempo. De manera que esta pretensión del cine, al menos en los pioneros más importantes, hoy nos hace sonreír. Ellos creían que el cine sería capaz de imponer el choque, y de imponerlo a las masas, al pueblo (Bertov, Eisenstein, Gance, Elie Faure…). Sin embargo, presentían que el cine tropezaría, tropezaba ya, con todas las ambigüedades de las otras artes, que se cubriría de abstracciones experimentales, ‘payasadas formalistas’ y de figuraciones comerciales, del sexo o de la sangre”.
Sobibor, en su culto al héroe, obliga a pensar en la filmografía sobre el Holocausto y en una problemática de las complejas emociones que surgen de la pantalla: me indigno y me angustio con lo que transcurre en la historia que se proyecta, que no sería otra cosa que una narración real de lo sucedido, entonces si recuerdo el mal me convierto en una persona que porta el bien. A modo de ejemplo, consideremos un caso paradigmático sobre la advertencia que proponemos aquí. Nos suele preocupar el negacionismo del Holocausto, en particular el que se manifiesta a través de “documentales”.
Sin embargo, hay una película que lo niega pero que ha sido un éxito comercial, ha conmovido a millones de espectadores y ha sido premiada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos con el Oscar a la mejor película extranjera. Cabe preguntarse por qué se hace tal afirmación sobre la película de Roberto Begnini La vida es bella. Por el momento, esta sentencia es sólo un intento de reflexión sobre los actos que parecen convocar a la memoria pero que, en definitiva, imponen un velo emotivo que ciega la mirada sobre los dolores de la historia.

* Coordinador del Programa de Comunicación y Reflexión Pública Sobre la Ciencia. Centro Cultural Ricardo Rojas-UBA.

Sobibor
Director: Konstantín Jabenski
Guion: Konstantín Jabenski, Aleksandr Adabashyan, Anna Tchernakova, Andrei Nazarov, Ilya Vasiliev
Origen: Rusia
Año: 2018

Escape de Sobibor
Director: Jack Gold
Guión: Thomas Blatt
Origen: Reino Unido, República Federal Socialista de Yugoslavia
Año: 1987