La granja de Ariel Sharón está muy cerca de Sderot, pero la distancia entre los dos es tan lejana como el este y el oeste, y el sol, como se sabe, asciende en el este y desciende en el oeste. Es muy posible que el ascenso de Peretz signifique el hundimiento de Sharón. En todo caso, él tiene ahora una oposición y, con el tiempo, también una alternativa. La autoridad de Sharón ya no es más una fuerza suprema, y además de ser el segundo partido político más grande, ha emergido un contrincante, finalmente.
En años recientes, ha sido como si el Laborismo aceptara la sentencia de servir como una quinta rueda en el carro de Sharón. Por consiguiente, la vida política del país se convirtió en una gran fiesta de disfraces, y era imposible decir quién representaba qué. El Laborismo sentó un precedente mundial: un ex partido gobernante con pretensiones sobre el futuro, se apaña en el papel de un rabo. Por lo menos como si fuera la cola de un león. A medio camino atravesando la noche, mientras se contaban los votos, la fiesta fue abruptamente interrumpida, las máscaras se cayeron, y ahora dos visiones del mundo están en equilibrio una contra la otra con los rostros descubiertos. El público puede distinguir entre ellos y puede decidir quién y lo que prefiere.
Yo he conocido a Amir Peretz durante muchos años. El sostiene puntos de vista políticos moderados siempre, desde cuando estuvo entre los primeros en ‘Paz Ahora’ (Shalom Ajshav). No era fácil, más de 20 años atrás, liderar una ciudad en desarrollo en el sur y no esconder las palomas en tu jaula. Amir permitió abiertamente soltar sus palomas a pesar de todas las dificultades.
El nunca se ha avergonzado de ser un socialista, quien por razones de superstición -a veces- es llamado «demócrata social». Los demagogos locales y todos aquellos que disfrutan de los beneficios del existente y corrupto sistema, maldicen a los socialistas: ¿Qué quieren esos locos? ¿Qué vivamos como en Cuba? ¿Qué regresemos en un túnel del tiempo, a los días de la Unión Soviética, que avergonzó la verdadera esencia de «el socialismo de nuestro tiempo»? Amir no tiene miedo a los demagogos: no, él no quiere ser como la Cuba pobre y miserable; él quiere ser como Finlandia, Dinamarca, Suecia, Holanda y otros países quienes -a diferencia de Israel- no desgarraron sus redes de seguridad social y no abrieron inmensos abismos sociales que amenazan con tragárselos.
Hay ensayos aquí, mayormente exitosos, para persuadir al pueblo de que la opción era -aparentemente- tajante y decisiva: o los métodos carnívoros de Benjamín Netanyahu o sus socios en el Likud y el Laborismo, o una economía bolchevique. Peretz está apuntando a una tercera vía: el mundo entero no es posesión de la obsesiva América; hay una alternativa, y un socialista de nuestro tiempo sabe bien eso. Todo lo que es necesario es que se elija el modelo apropiado.
Si Peres hubiera ganado, entonces, lo que era y quién era habría sido lo que será y quién será.
Ahora el horizonte se ha abierto, y hay señales de nuevas oportunidades.
La agenda política y social de Peretz es muy similar a Meretz, y es posible que la similitud convoque a unir las fuerzas. No hay ninguna certeza que semejante fusión podría valer la pena electoralmente, pero no hay tampoco ninguna certeza que la elección de Peretz lo llevará directamente al despacho del Primer Ministro en las próximas elecciones, las que serán demasiado pronto.
La elección de Peretz debe considerarse como una inversión a más largo plazo: Entretanto, permitamos que la oposición se organice, gradualmente desarrolle la alternativa, y no estará lejano el día en que aquí el régimen sea cambiado. Más pronto o más tarde, el público se alimentará con el cochino capitalismo que desecha a las personas ancianas y los niños, y se hastiará del «Estado judío» que perdió su cabeza y corazón judíos.
Y ahora depende en primer lugar de Peretz, si tiene la fuerza en un partido político desgarrado y dividido que se come a sus líderes, y si él quiere sentar las bases del frente para salvar a Israel.
La iniciativa está en sus manos.