«Si el conflicto entre israelíes y palestinos no acaba en un acuerdo que permita la existencia de dos Estados, Israel se arriesga a convertirse en un Estado de apartheid», afirmó el canciller francés Jean-Yves Le Drian. «Una solución de dos Estados sería claramente la única alternativa real –agregó-. Porque un Estado binacional acabaría siendo un Estado de apartheid con ciudadanos de segunda clase, o sería un Estado que destruiría la realidad de Israel como Estado judío y democrático».
Sin ser sorpresa, sonó desagradable porque provino del jefe de la diplomacia gala, que mantiene cordiales relaciones con el gobierno hebreo. Pero no fue algo muy diferente a lo que, con otras palabras, dijeron varios líderes israelíes en la última década.
En caso de un Estado binacional, Israel podría sobrevivir como Estado judío sólo si se basara en la transgresión permanente de los derechos políticos de los palestinos, en su sometimiento como ciudadanos de segunda clase -por utilizar las palabras del canciller francés-, aunque hay que estirar hasta lo inimaginable el concepto jurídico de ciudadano para definir a los habitantes palestinos de Cisjordania y Jerusalén Oriental.
Tras el polémico reportaje, llegó la inevitable negación. En un comunicado oficial, el ministro negó haber pronunciado esa palabra maldita: «Israel es una democracia vibrante y no creo, ni nunca dije, en público ni en privado, que Israel es un Estado de apartheid o que pretenda convertirse en uno».
Le Drian sostuvo que lo que dijo fue que: «A largo plazo, un Estado binacional no puede ser el Estado judío y democrático que Israel merece ni el Estado próspero con todos los derechos que el pueblo palestino debe obtener».
No obstante, tanto la actual jefa de la oposición parlamentaria israelí, Tzipi Livni, como el ex primer ministro hebreo, Ehud Barak, invocaron el fantasma del apartheid para subrayar los peligros de un Estado binacional en el futuro, criticando fuertemente el accionar político del ejecutivo de Netanyahu.
Por si esto fuera poco, una reciente encuesta publicada por el diario Haaretz destacó que una amplia mayoría de los judíos de Israel apoyarían el establecimiento de un régimen de apartheid discriminatorio hacia la minoría árabe en el caso de que el gobierno decida anexionar Cisjordania. «Mayoría de judíos israelíes apoyarían régimen de apartheid», tituló la nota el rotativo justo dos días después de la disculpa de Le Drian.
De acuerdo al sondeo, el 59% de los judíos de Israel estimó que en ese caso los empleos en los ministerios deberían ser prioritariamente reservados para la población judía. En tanto que el 49% aseveró que el Estado debería tratar a los ciudadanos judíos de forma preferencial con respecto a sus compatriotas árabes.
Siempre según la encuesta publicada en Haaretz, un 42% de los judíos de Israel aseguró no querer cohabitar con árabes en un mismo inmueble residencial, mientras que el 42% rechazó que sus hijos frecuenten las mismas escuelas que los niños árabes.
Además, un 69% de la opinión pública israelí apoyaría una ley que prohibiera a los 2,5 millones de palestinos de Cisjordania el derecho de voto en Israel en el caso de anexión.
Asimismo, un 47% de los judíos de Israel se pronunció por la transferencia de una parte de la población árabe de Israel -1,3 millones de personas- hacia los territorios controlados por la Autoridad Palestina en Cisjordania.
Por último, un 58% opinó que la actual dirigencia israelí no cumple con el principal objetivo que propusieron en su momento los líderes del Movimiento Sionista: la creación de un Estado netamente judío.
El sondeo fue realizado para el periódico por el Instituto Panel Politics, que dirige el licenciado Menajem Lazar, junto con el Instituto Dialog de la Universidad de Tel Aviv.
Ante el persistente bloqueo de las negociaciones con la dirigencia palestina, la opción de una anexión israelí de toda o parte de Cisjordania gana cada vez mayor terreno entre destacados ministros de la coalición gubernamental israelí, especialmente ahora cuando en el horizonte se divisan elecciones.
La idea de un Estado binacional único no es nueva; fue parte de las reivindicaciones de la OLP hasta los años ’80 del siglo pasado.
Dicha estrategia fue abandonada por los palestinos, que reclaman un Estado independiente en los territorios conquistados por Israel en la Guerra de los Seis Días, en 1967: Cisjordania, Jerusalén Oriental y la Franja de Gaza, que ya fue desalojada.
En síntesis, a pesar de la entrevista de Le Drian y de la encuesta en Haaretz, «Apartheid» es, por el momento, una palabra que conviene dejarla fuera del diccionario tanto en Israel como en Francia. Mejor decir desigualdad, opresión, discriminación, disparidad o diferenciación, pero nunca usar ese vocablo «no higiénico» que sólo complica nuestra política internacional.
Y aprovechando que hablamos de términos «antirreglamentarios», convendría recomendarle a Le Drian no utilizar tampoco las palabras «ocupación» y «conquista». Mejor decir «liberación» y, en todo caso, «reconquista», si no quiere disculparse nuevamente.
-«¿Nosotros conquistadores?», me reclamó hace poco un viejo amigo y excelente educador. -«Que no te queden dudas, nosotros retornamos a las raíces de nuestra milenaria historia y en nuestra tierra ancestral», trató de convencerme sin explicarme por qué entonces nos retiramos de todo el Sinaí al firmar el pacto de paz con Egipto. Yo estaba seguro de que allí habíamos recibido la Torá -base del judaísmo- y que, como dijeron nuestros antepasados de bendita memoria refiriéndose a las generaciones venideras: «Todos estuvimos presentes en el acto del Monte Sinaí».
Cuando me refiero a la relevancia de las palabras, siempre vuelvo al Dr. Manuel Boitano, mi brillante profesor de Literatura del 2° año de secundaria en Buenos Aires. Cierta vez, en medio de un acalorado debate acerca de la influencia de Cervantes, un compañero de clase le dijo: «No lo tome así profe; es sólo cuestión de semántica».
Y el Dr. Boitano reaccionó como tocado por un rayo: «¿Semántica? ¡Semántica es casi toda mi vida!».