Opinión:

Parecidos

Un niño palestino con un arma de juguete no se parece a un hombre con un arma de verdad, excepto que se lo observe a la distancia. Un refrán árabe sostiene que el hombre, a la distancia, puede ser confundido con un árbol, de cerca se lo reconoce persona y en la misma mesa se lo descubre un hermano. El problema, finalmente, es qué tan distante decide permanecer uno del otro.

Por Ricardo López Dusil

Ahmed al-Kativ no tendrá oportunidad de comprender, si no lo había hecho hasta entonces, el significado profundo de la alegoría. Del otro lado, el soldado que lo mató tal vez viva esa tragedia apenas como un incidente inevitable o tal vez cargue para el resto de sus días con la vocecita inclemente de su conciencia hablándole al oído.
Aunque Ahmed tenía 11 años y sólo estaba jugando, a 130 metros de distancia, parecía un hombre. Y también parecía armado. De manera que el soldado le disparó. Primero a las piernas y luego a la cabeza.
Ahmed agonizó dos días. Primero fue trasladado por la misma patrulla que le disparó al hospital palestino de Ramallah y después, ante la gravedad del caso, fue derivado al Centro Médico Rambam, de Haifa, donde no pudieron salvarlo.
La familia de Ahmed al-Khatib decidió donar los órganos del niño palestino «en beneficio de la paz entre los pueblos».
El corazón de Al-Khatib late ahora en el pecho de una chica de 12 años; su hígado fue dividido para transplantarlo en un bebe de seis meses y en una mujer de 56 años; sus riñones funcionan en dos niños de 4 y 5 años. Todos israelíes.
«Me es indistinto que los órganos de mi hijo sirvan para un isralí o para un palestino.
En nuestra religión, Dios nos permite dar los órganos a otra persona y a Él no le importa qué persona es», dijo Jamal al-Khatib, el padre del muchacho.
El incidente en el que perdió la vida Ahmed ocurrió cuando soldados israelíes entraron en Jenín con el propósito de detener a militantes de la Yihad Islámica. En el operativo, algunos adolescentes palestinos les tiraron piedras a los vehículos militares.
Los soldados creyeron ver a un hombre armado a unos 130 metros, y uno de ellos disparó al sospechoso. Cuando los soldados se acercaron, encontraron a Ahmed gravemente herido, con un arma del juguete a su lado. (El ejército hizo circular fotografías del arma de juguete para demostrar lo parecida que era a las reales, tanto como lo son los árboles y los hombres).
Jamal al-Khatib dijo que él esperaba encontrarse alguna vez con los destinatarios de los órganos de su hijo y verlos saludables. «La crueldad no es parte de nuestra vida; espero que la donación ayude a acercar los corazones de judíos y árabes y ponga fin a la terrible ocupación. Ahora, los más importante para mí es que las personas que recibieron los órganos sigan con vida.»

Nota: El autor es director periodístico de www.elcorresponsal.com