IV Cumbre de las Américas:

Un pequeño Ayacucho

El dueño del mundo subió al avión con gesto contrariado. “Estoy un poco sorprendido. Acá paso algo que no tenía previsto” afirmó. El fundamentalista George W. Bush, prestidigitador módico y prepotente había intentado cambiar el temario de la Cumbre de las Américas a través de su testaferro, el Presidente mexicano Vicente Fox. El motivo formal era “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”. El verdadero objetivo era descongelar el ALCA, invernado desde hace casi dos años. El Presidente Néstor Kirchner fue contundente: “No es tema de esta cumbre”. El Presidente norteamericano se acercó al empresario mexicano elegido Presidente, una especie de Mauricio Macri azteca, y le dio la mano. En el mundo unipolar, lo que antes se hacía por detrás del escenario, ahora se concreta bajo las cámaras y reflectores.

Por Hugo Presman

El tema quedó instalado y se concretó una discusión insólita para estas Cumbres. Los países integrantes del MERCOSUR con diferente apasionamiento y la enconada resistencia de Venezuela, libraron una batalla donde el protocolo quedó archivado. Los epígonos del ALCA, con Canadá y México como abanderados intentaron hacer pesar la prepotencia del número: 29 a 5. El presidente argentino afirmó: “Aquí no nos gusta que nos patoteen.”
Los cinco países disidentes representan el 75% del PBI de América del Sur.
La confrontación fue narrada por Hugo Chávez: “Les dije a Néstor Kirchner y su equipo que los felicitaba. Los mosqueteros eran tres, pero aquí fuimos cinco: Néstor, Tabaré, Lula, Nicanor (Duarte) y Hugo. En este debate inédito, Kirchner fue nuestro D’ Artagnan” La magnífica resistencia de Chávez permite ser indulgente con su error literario: los tres mosqueteros siempre fueron cuatro.
El ALCA (Área de Libre Comercio de las América) nació en 1994, pero empezó a concebirse en 1989, como tantas otras inequidades, bajo las piedras del Muro de Berlín. Es el complemento potenciado de las políticas diseñadas por El Consenso de Washington.

La caída del Muro de Berlín

Las escenas han quedado aprisionadas con la fuerza de los hechos históricos fundacionales. Fue el 9 de noviembre de 1989. Jóvenes alemanes trepados al Muro más publicitado, empezaron a demolerlo. El historiador británico Eric Hobsbawm lo señaló como el hito que ponía fin al siglo XX, que según el mismo autor se había iniciado en 1914 con el inicio de la Primera Guerra Mundial.
Culminaba, así, la ofensiva conservadora encabezada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher iniciada a principios de los ochenta. El socialismo real implosionó y la Unión Soviética se balcanizó. El capitalismo proclamó su triunfo por demolición y tres años después Francis Fukuyama, un intelectual orgánico del establishment norteamericano decretó literariamente “El fin de la Historia”.
Un único modelo adquiría ciudadanía universal. El conflicto, verdadero motor de la historia, quedaba abolido en esos días de borrachera neoliberal. Y comenzó, con distintos grados de intensidad, según los países, el desguace del Estado de Bienestar. No era necesario seguir manteniendo, en su integridad, ese instrumento que había servido para atenuar las diferencias sociales, mejorar la distribución, maquillar un rostro menos inhumano para el capitalismo.
En el mercado, entronizado como Dios, sólo cotiza el negocio. Los pobres deberían arreglarse como pudieran. La exclusión, la indigencia eran daños colaterales. Los desocupados eran los derrotados y los fracasados encontraban su justificado castigo. La concentración de los ingresos por un lado y niveles de desocupación casi inéditos por el otro. La política internacional se despojó de cualquier atisbo de diplomacia. No era necesario afirmar, como en el mundo bipolar, que las violaciones eran solicitadas y disfrutadas por las víctimas. Ahora se sostenía que la violación era un derecho del violador.
Las piedras del Muro de Berlín se reconstruyeron en el interior de cada una de las sociedades creando ghettos, barrios cerrados, policía privada, medicina privada, justicia crecientemente desigual. Todo lo público se deterioró. En los países coloniales y semi coloniales la aplicación de las políticas del Consenso de Washington, motorizadas por el FMI y el Banco Mundial, con la complicidad de los sectores concentrados de las economías locales, y muchas veces con apoyos populares, dinamitó a las sociedades, con creciente grados de fragmentación.
La década del noventa consumó el descalabro. Argentina, fue en América Latina, con Carlos Menem, la que encabezó la aplicación del fundamentalismo neoliberal. Tuvo otros émulos caracterizados. Salinas de Gortari en Méjico, Alberto Fujimori en Perú, Sánchez de Lozada en Bolivia, Collor de Melho en Brasil, entre otros. Las consecuencias fueron arrasadoras. Pero todo el planeta sufrió el embate del fin de la historia.
Oculto sobre un escenario que sólo enfoca sus reflectores sobre las islas de prosperidad, los países del primer mundo tienen en su seno, en proporciones variables, un tercer mundo creciente. El huracán Katrina puso sobre el tapete los cuarenta millones de pobres, muy pobres, fundamentalmente negros y sudamericanos, que sobreviven en el Imperio. En Francia, los jóvenes de padres de origen árabe, desocupados y sin futuro quemaron en diez días más de seis mil autos. Protesta desideologizada y antipolítica, revela hasta qué punto se degrada el medio sustancial de cambio de las sociedades, la política, apropiada por los poderosos para remachar la inequidad. El incendio se ha generalizado a más de trescientas ciudades francesas y las chispas llegan a Berlín y Bruselas.
Jacques Chirac, de la derecha francesa decía en 1990, cuando disputaba la presidencia: “¿Qué se puede esperar de seres jóvenes que nacen en barrios grises, rodeados de muros grises y cuyo futuro es gris, mientras toda una sociedad insiste en mirar hacia otro lado?” El desempleo, alcanza en algunos barrios de París al 40%, junto a la discriminación y la falta de futuro, conforman un cóctel explosivo que se expresa brutalmente. A eso se le suma la típica política de la derecha de creer que los problemas sociales se resuelven con la policía.
Muro entre Méjico y EE.UU. Alambre y cemento en Ceuta y Melilla donde confluyen los sobrevivientes del continente africano arrasado. Muros menos publicitados que el de Berlín, pero herederos dilectos de aquél.

El ALCA

Mientras se remataba el patrimonio social latinoamericano, los organismos internacionales insistían con las reformas de segunda generación. La llave maestra para consumar el despojo total, en medio de la euforia y penetración neoliberal, fue el ALCA, concebido en 1994 y que debía entrar en vigencia en enero del 2005. Todo el desparpajo, la insolencia, la impudicia, están concentrado en este instrumento cuya aceptación en los términos en que fue concebido representa una rendición incondicional.
Redactado en términos ultra leoninos, se mantuvo oculto varios años donde se hablaba de las enormes ventajas de una propuesta desconocida.
Bajo el argumento del libre comercio, se usa a nivel internacional el sofisma que El Salvador y Estados Unidos pueden negociar en un pie de igualdad. Pero la alevosía no concluye ahí. Mientras El Salvador, para simbolizar a toda América Latina, debe abrir totalmente su mercado, Estados Unidos se reserva el mantenimiento de sus subsidios. Esos que permiten que cada vaca norteamericana, europea o japonesa reciba diariamente un importe que duplica, triplica o en algunos casos cuadriplica el monto con que sobrevive la tercera parte de la población del planeta. Es como si se considerara que una pelea entre Mike Tyson y un chico de diez años es competitiva, pero para que resulte aún más equitativa al chico se le atan las manos.
En realidad un sistema de mercado único, debería tener criterios como el del polo, en donde cada jugador tiene un hándicap que es la ventaja que le da a el adversario para que el cotejo resulte parejo.
Garantía irrestricta de sus inversiones, competencia norteamericana en el área de servicios, penetración de sus empresas en las compras gubernamentales de los países miembros en un pie de igualdad con las compañías locales, unificación de las jurisdicciones, levantamiento de toda restricción a los capitales, posibilidad de denunciar por competencia desleal el cumplimiento de las funciones básicas de los Estados, unificación de las leyes de patente bajo criterio norteamericano. Es convertir en un destino inexorable, la primarización de las economías latinoamericanas. Es decir la división internacional del trabajo que como decía hace treinta y cinco años Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina” consiste “en que unos países se especializan en ganar y otros países se especializan en perder”.
Es bueno recordar, que con el mismo criterio en la Argentina se propagandizó que el contrato laboral era un acuerdo entre iguales, por lo que había que suprimir la legislación laboral que partía de la base que el empleado era la parte débil de la relación y a la cual había que proteger. El resultado fue la supresión de buena parte de la legislación laboral, la tan mentada flexibilización, la indefensión laboral, los contratos basuras, la supresión de las ocho horas, los abusos que remiten a las primeras décadas de la revolución industrial.
Como dice el periodista Pasquín Durán: “Ningún poderoso puede hacer intercambios con un débil, fingiendo que son iguales”.
Un ejemplo histórico extraído de la historia de la potencia hegemónica ilustra que lo conveniente es hacer lo que ellos hicieron, no lo que dice que realizaron.
Terminada la Guerra de Secesión, unos años después, Ulises Grant, el jefe del Ejercito del Norte triunfante, fue elegido Presidente. Invitado a conocer la Madre Patria, fue llevado a Manchester, donde se había radicado la poderosa industria textil. Miles y miles de telares trajinaban día y noche. Las autoridades inglesas le dijeron: “Esto fue posible gracias al libre cambio”. Grant reflexionó un momento y respondió: “Dentro de 100 o 200 años, cuando nosotros tengamos una industria textil semejante, también seremos librecambistas. Hasta entonces seremos proteccionistas”
Funcionarios norteamericanos cuando se sinceran, afirman sin tapujos: “El ALCA es la forma de incrementar los mercados y las utilidades de las empresas norteamericanas”
El ALCA, como se lo quiere implementar, es el estatuto legal del coloniaje. Es institucionalizar en forma superlativa la década del noventa.

Cubriendo el escenario

El gobierno debía actuar como anfitrión y adoptar todas las medidas que haga a la condición de tal. Resulta un infantilismo que solo se puede levantar desde una oposición bullanguera y testimonial que el gobierno no debía recibir a un personaje tan deleznable como el presidente norteamericano. Los más intransigentes, desde Castro a Chávez, no tendrían inconvenientes en encontrarse con Bush, si esto favorecería a los intereses nacionales.
El Presidente alentó la anti cumbre, que contó con el aporte propagandístico de Diego Maradona y presencias significativas como Evo Morales. 40.000 personas se reunieron en el Estadio Mundialista en absoluta calma. Algunos grupos de izquierda ultra entre ello el auto calificado piquetero duro del MTR- CUBA (Movimiento Teresa Rodríguez. Coordinadora de Unidad Barrial) desechó la presencia de Maradona como una fantochada. La ceguera de estos grupos minúsculos permite dudar de la calidad de sus neuronas. Su incapacidad para percibir los matices los lleva a identificar como iguales a Menem – De la Rúa – Kirchner.

La anticumbre

Cierto tono artístico anclado en la década del setenta, algunos guiños innecesarios de seducción del Presidente Venezolano a una audiencia seducida, no puede ocultar la potencia del discurso de Hugo Chávez. Extenso y por momentos deshilvanado, pero siempre atrayente, con su tono coloquial, hizo hincapié en su concepción de la unidad bolivariana tarea inconclusa de los libertadores del siglo XIX. Con un exceso de optimismo consideró definitivamente enterrado el ALCA. “Llegó la hora de la segunda independencia de los pueblos” sostuvo mientras augura el entierro futuro del capitalismo. Su llamamiento a: “Hay que parir el socialismo del siglo XXI”, revela un importante proceso de radicalización. Denostó justificadamente al ex presidente Menem, como no lo había hecho ninguna figura pública de envergadura: “entreguista, bastardo, cipayo”. Contrabalanceo la Alianza para el Progreso de los años sesenta con la actual política norteamericana.
Reiteró, en este tercer Encuentro de los Pueblos, la necesidad del ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas), mucho más que una zona de libre comercio, pensada y proyectada desde los intereses populares latinoamericanos.

Los disturbios

Groseros e impactantes, pero magnificados por la repetición televisiva, la acción planificada de 300 desaforados desplazó intencionadamente los aspectos más positivos del encuentro oficial y el paralelo. Fue evidente la displicencia policial para intervenir en una ciudad con la mayor cantidad de efectivos por metro cuadrado.
Lo llamativo es que los detenidos no son en ningún caso los señalados en las filmaciones. Es difícil determinar que produce mayor sorpresa: la imprevisión o la ineptitud.
Como siempre aparece Quebracho, una organización funcional a los intereses a los que dice combatir. Para todos los gobiernos argentinos, cumple un rol similar a la de Bin Laden para Bush.
Si fuera autor de todos los hechos que se le imputan, sería una organización mucho más temible que lo que parece ser: una secta de descerebrados.
Otras fracciones de izquierda, que creen que la revolución se hace con saliva y provocaciones gratuitas, deberían recordar aquella certera frase de Armando Tejada Gómez: “Como el mundo es redondo, es bueno saber que si uno se va excesivamente a la izquierda, termina abrazado a la derecha”.

Un pequeño Ayacucho

Ayacucho fue la victoria definitiva sobre el ocupante español. Este fue un triunfo grande, pero parcial, en un conflicto extremadamente desfavorable. Estados Unidos ha fragmentado, a través de acuerdos, lo que debió ser un unánime rechazo. Ha conquistado el apoyo de veintinueve países. Ha puesto una base militar en Paraguay lo que vuelve incierto el apoyo definitivo de este país a las posiciones del MERCOSUR.
Sin embargo, el espíritu de época ha cambiado. Hay una importante reacción popular contra la devastación neoliberal. Hasta Francis Fukuyama hoy reivindica el papel insustituible del Estado sobre el poder omnímodo del mercado.
Es una confrontación en que se decide el futuro de nuestros pueblos en el siglo XXI. La política de fragmentación por parte de Estados Unidos se incrementará en los próximos meses. Dividirse es un suicidio. La calentura de Bush, exteriorización de su malestar, quedó reflejado en algunas declaraciones provocativas realizadas en Brasilia en contra de la Argentina y Venezuela, aunque sin mencionarlos, y con zalamerías hacia Brasil
Es el momento de proceder conforme a una memorable frase de un héroe de la Independencia Norteamericana, Benjamín Franklin: “O caminamos juntos o nos ahorcarán por separado”.