Francia:

Violencia inmigrante

Las violentas manifestaciones que se extienden desde París a otras ciudades francesas en los últimos días son la prueba más evidente del fracaso de las políticas de integración social diseñadas por Francia en las últimas décadas. Más aún, son un aviso de la enorme dificultad que tiene la integración de los inmigrantes musulmanes en cualquier sociedad europea.

El problema de la inmigración suele ser un problema de densidad. Por debajo del 10% de población extranjera, la inmigración no suele constituir un gran problema. Sin embargo, en aquellas ciudades o barrios en los que la población inmigrante supera el 25%, el potencial de conflicto entre los habitantes autóctonos y los nuevos tiende a crecer exponencialmente, especialmente cuando existe un importante abismo cultural entre ambos.
La población inmigrante tiene, además, a concentrarse en determinadas áreas por afinidades familiares, geográficas y muy especialmente religiosas. Cuando en un barrio la concentración de una determinada comunidad extranjera comienza a ser importante, el efecto de expulsión de los ciudadanos autóctonos es automático. Dificultades en la convivencia por los choques culturales, muchas veces aumento de la inseguridad ciudadana, deterioro de servicios públicos esenciales como la educación o la sanidad, devaluación de las propiedades. Todo ello constituye un círculo vicioso que conduce necesariamente a la marginalidad de esos barrios.
Esas comunidades tienden además a cerrarse sobre sí mismas en los espacios geográficos conquistados. La función asistencial del Estado es sustituida por redes familiares o locales de solidaridad, el Estado de Derecho -en algunas ocasiones- ve disminuir la influencia de las normas propias de la comunidad y bandas organizadas se encargan de imponer -muchas veces por la violencia- un orden social injusto e ineficaz. Los problemas se agravan aún más en las segundas y terceras generaciones de inmigrantes, menos dados a la resignación que sus progenitores y con un vacío de identidad que es el mejor terreno de cultivo para las ideas radicales.
La Europa profunda, la excluida, muchas veces esa que limpia sus basurales y que ahora es descalificada por la Europa culta y blanca, está haciendo sentir su voz de modo inapropiado, pero tal vez, es la única forma en la que puede ser escuchada. Más allá de razones o estrategias, sería bueno parar el mundo y detenerse a ver la fotografía que se ha construido en este escenario.