En estos días de arrepentimiento y perdón, entre el pasado Iom Kipur (Día del Perdón) hasta el próximo 4 de noviembre, los predicadores del bien y de la reconciliación nos dicen, una y otra vez, que hemos de perdonar a Sharón por sus actos del pasado, y por qué no, incluso, pedirle perdón; “él -nos dicen- ha hecho lo que ustedes han venido pregonando todos estos años”.
Es imposible saber con certeza hacia dónde se encaminará Sharón después de la retirada de Gaza; pero sí es dable saber de dónde viene y qué nos deja tras su paso.
Nuestro actual Primer Ministro es quien -más que cualquier otro hombre en función pública en este país, de uniforme o sin él-, ha sentado las bases de la cultura de la mentira, la infidelidad, la corrupción y la instigación.
Sharón se abrió camino confundiendo a quienes debía fidelidad total, desde Ben Gurión hasta Menajem Beguin y, por su intermedio, a toda la población. Hace más de 50 años que Ben Gurión dijo sobre Sharón: “Si se curara de su debilidad de no decir la verdad y de chusmear, sería un líder militar ejemplar”.
En su momento, Beguin se quejó que se enteraba de las “hazañas” de Sharón una vez cometidas. La guerra de El Líbano fue creciendo y desarrollándose como una bola de mentiras hasta que Sharón se vió obligado a renunciar como ministro de Defensa después de la masacre de Sabra y Shatila. Tampoco hubiera tenido éxito en la creación de las colonias en los territorios ocupados de no haber utilizado el engaño.
Sharón dixit
Sharón no reconoció jamás la soberanía de las instituciones electas y desconoció sistemáticamente el principio democrático. Cuando la política del gobierno y de la Knesset (Parlamento israelí) disentían con su parecer, convocó a sus seguidores, principalmente a los líderes de las colonias, a desconocer las conductas y las normas acordadas, evitar las barreras del ejército y establecerse en las colinas de la Cisjordania.
Sharón hizo de la corrupción un arte. La corrupción siempre existió y destruyó partes de esta sociedad. Pero nunca amenazó con destruir su base. Durante su gobierno, la corrupción reviste tonos personales y familiares especialmente fuertes. Los ciudadanos registran su ejemplo.
Sharón no tiene igual en su capacidad de confundir y de destruir. Su aparición en el balcón sobre la plaza Sión en Jerusalem será recordada hasta el fin de los días. ¡Lástima que no se derrumbó aquella maldita noche!
Firmados los acuerdos de Oslo, Sharón acusó a la izquierda de “cooperar con el enemigo con el fin de traerlo hasta Tel Aviv”. Menos de dos años antes del asesinato de Rabin, cuando aumentaban las amenazas a la vida del Primer Ministro, Sharón desconoció el peligro, burlándose así: “… quizás sea la paranoia de los líderes ante su crepúsculo. No es comparable, pero nos recuerdan las conjuras de Stalin, cuyas consecuencias fueron las ‘grandes purgas’. Decapitó a la vieja dirección comunista y a la cúspide del Ejército Rojo, asesinó a hombres de ciencia judíos. Todo comenzó con ‘informaciones’ y ‘evaluaciones’ sobre supuestas amenazas a la vida del dictador… ¿Hacia dónde pretenden llegar con la nueva farsa que propagan?” (Ariel Sharón, en el cotidiano Maariv, 13/9/95).
El 5 de junio de 1995, cinco meses antes del asesinato, escribió Sharón en el periódico ‘Haiardén’ : “… el Gobierno está entregando los colonos a manos de bandas palestinas armadas. En el pasado, ellos ya entregaron a judíos a manos de extraños… Ser ‘ético’ y entregar a los judíos es parte de la concepción de la izquierda israelí… La gente de ‘Paz Ahora’ y sus satélites están espiritualmente más cercanos a los asesinos de la OLP, que a ustedes, los colonos de Judea y Samaria…”
Batallas inútiles
Este es el hombre; el registro de sus hechos no se cerrará tan rápidamente. La retirada de Gaza no debe ni puede borrarlos. Es cierto: con un atraso de 35 años Sharón desmantela colonias, lo cual será inscripto en su haber histórico. Pero, ¿qué fuerzas podrán desarraigar la mentira y la corrupción, la infidelidad y la instigación que se aposentaron en nuestra vida, afeándola de tal modo?
Una buena acción no re escribe una mala biografía: la retirada tampoco resucitará a las miles de víctimas inocentes, cuyas vidas se perdieron en batallas innecesarias, provocadas por Sharón.
Durante el año pasado, frente a los ataques de sus opositores, en más de una ocasión me preocupé y condolí por él, pero no lo perdoné ni por un momento. Si Rabin dejó un legado, el reverso de ese legado es Ariel Sharón.
Pero temo que el legado de Sharón es más resistente a los antídotos en existencia y que nada podrá evitar la epidemia.
No es, por lo tanto, el resumen del pasado lo que determina nuestro juicio hacia Sharón, sino el miedo ante el futuro. Y el futuro ya está aquí.