La imagen del Rey David no es el resumen del total de las reliquias que fueron descubiertas hasta ahora en excavaciones arqueológicas en sitios con más de tres mil años de historia; podría ser incluso que en lugares aún no excavados no se encuentre absolutamente nada relacionado con él; esto no cambiaría el mito.
Mi David, Rey de Israel, es el héroe de la narración bíblica que llora desconsoladamente a su hijo asesinado: “¡Hijo mío, Abshalom! ¡quién me diera que muriera yo en tu lugar!” (Samuel 2, 19-1); en ese parámetro no me importa en absoluto si dicha narración tiene fundamentos arqueológicos o no.
Mi David, Rey de Israel, es el que declama en el Libro de los Salmos versos como “¡Pedid la paz de Jerusalem! … Haya paz en tus muros y descanso en tus palacios” (122-7) o “Los que sembraron con lágrimas, cosecharán con regocijo”(126-5); en ese sentido nada cambia si hay o no una total identificación histórica del autor.
La imagen de David no surgió por sí misma; alguien decidió escribir el narrativo bíblico; alguien también dispuso incluirlo en los Libros Sagrados; hubo quién enriqueció aún más el mito con la leyenda. La imagen de David es la creación conjunta de todos aquellos que decidieron personalizarla tal cual como nos es conocida y también de todo aquel que tomó parte en la decisión de adoptarla, de colocarla en nuestra tradición cultural y de heredarla a nuestros hijos. David “vivirá y existirá” siempre y cuando su imagen esté en nuestros corazones y tenga un lugar especial en nuestro mundo de reflexiones y sentimientos.
El Rey Daviv es tan solo un ejemplo como lo puede ser cualquier otro personaje histórico: el “legado de Herzl” fué una creación humana, tal como fue el “legado de Ben Gurión” o el “legado de Jabotinsky”; cada uno de ellos no están aquí por sí mismos, alguien los creó, los adoptó y los trasmitió de generación en generación.
Así también sucede con el “legado de Rabin”que es de nuestra propia creación, la cual agregamos a la enorme tradición cultural para todo lo que nosotros ambicionamos que “viva y exista” en los corazones, los pensamientos y los sentimientos.
Pilares
El legado de Rabin se sintetiza en tres pilares principales que toda persona honrada puede adoptarlos tales como son y no solo transmitirlos a sus hijos, sino también ser partícipe de la creación de dicho mensaje.
El primer pilar del legado de Rabin es la imagen de los hijos de aquellos pioneros judíos que sentaron las bases para la creación del Estado de Israel. La vida de Rabin simboliza la epopeya de los hijos de los primeros jalutzim; de una generación que recibió de sus ancestros la visión y se exigió a sí misma llevarla a cabo con total entrega y sacrificio; o como lo diría el mismo Rabin cinco días antes de ser asesinado, en un acto recordatorio a soldados caídos: “Tengo más amigos inscriptos en lápidas que amigos vivos”.
El segundo pilar es la idea de la paz; el compromiso moral y total del Estado de Israel de tratar constantemente de establecer la paz con países y pueblos vecinos.
La primera obligación de un estado democrático es proteger la vida de sus ciudadanos ante los peligros del terror y las guerras. La paz es el mecanismo de defensa más profundo. Nada más significativo para esta concepción moral que las propias palabras del General Rabin, Comandante en Jefe del Ejército de Israel, durante la Guerra de los Seis Días frente al Muro de los Lamentos: “¡Tendríamos que llamarlo el Muro de la Paz!”.
El tercer pilar es la idea de la tolerancia democrática; la obligación moral y total de cada ciudadano de reprimir toda acción posible que ponga en peligro el orden democrático; desechar la injuria y la ofensa, tener en cuenta que ciertas palabras tiradas al aire son bien captadas y pueden crear ideas tendenciosas, planes diabólicos, numerosos peligros, hechos lamentables y una destrucción política, social y espiritual.
¿Qué puede caracterizar más el dolor de esta obligación moral que la imagen del Primer Ministro Rabin cayendo baleado en la espalda por un judío, religioso, nacionalista y fanático?
Rabin simboliza el aporte y el sacrificio de los hijos de los pioneros. Rabin simboliza la necesidad de establecer la paz. Rabin simboliza la obligación de la tolerancia democrática.
Todos estamos en condiciones de comprender ese legado, adoptarlo en nuestra tradición cultural y transmitirlo a las generaciones venideras: entrega, paz y democracia.