Hoy, cuando el último de los soldados israelíes ya abandonó la Franja, es necesario recordar que la retirada ha sido producto de una serie de catalizadores terrenales para nada relacionados con la mitificación divina.
Ha sido producto no de la buena voluntad de Israel, sino de una erosión internacional sin precedentes, de la creciente presión política desde un Washington cuya imagen internacional por la guerra de Irak se deterioraba, y desde otras capitales que exigían la aplicación del ‘Mapa de Rutas’.
Ha sido también la respuesta de Sharón al surgimiento, en 2003, de proyectos de paz como el ‘Acuerdo de Ginebra’, de una erosión interna económica y moral reflejadas en la recesión y en las sucesivas cartas de militares que se negaban a servir en los territorios.
Y, ¿cómo no?, de un terrorismo suicida palestino imparable.
Con dignidad, hemos de reconocer que ni las ingentes medidas de seguridad, ni la construcción de la cerca de separación, ni las campañas de represalia, han podido eliminar ese terrorismo… sólo mitigarlo.
Es decir, que la evacuación no ha tenido nada que ver con los arraigados mitos divinos, sino con situaciones reales que requerían respuestas viables y pragmáticas a problemas políticos y de seguridad urgentes… problemas de este mundo.
¿Qué hay después de Gaza?
En este orden de cosas, hoy es imperativo preguntarse por el futuro y cuáles son las alternativas que se presentan después de Gaza. Porque el paso dado por el gobierno de Sharón puede tener, en las circunstancias apropiadas, una continuidad política en la zona que ni él mismo se pudo haber imaginado, y conducir -efectivamente- a un proceso de paz sólido.
Desde determinados círculos políticos y desde la prensa internacional, al mismo tiempo que se aplaude la evacuación, se expresa una gran preocupación por la posibilidad de que resulte una maniobra engañosa, y con razón. Porque si bien Israel pretende decirle al mundo, y a su pueblo, que tiene voluntad de paz, se siguen creando políticas de facto contrarias a esa supuesta voluntad, como un incremento de asentamientos en Cisjordania y la construcción de la cerca de separación.
También Israel se reserva el control sobre la misma Franja que acaba de evacuar y, por supuesto, sobre los accesos hacia Cisjordania.
Del lado palestino, la anarquía se apodera progresivamente de la calle y el frágil gobierno de Abú Mazen, embarcado en una acérrima lucha de poder con el Hamás, se muestra incapaz de acometer los requisitos más inmediatos que le exige el ‘Mapa de Rutas’, es decir desarmar a esa y otras milicias.
Responsabilidad pacifista
Es en esta encrucijada donde los pacifistas tenemos ahora, quizá más que nunca, una misión vital que no debemos desperdiciar. Debemos aunar fuerzas en Israel, en la Autoridad Palestina y en el extranjero, para plantarnos a los fundamentalistas y a los que quieren boicotear las posibilidades de paz que se han abierto con la evacuación. Debemos sembrar y abonar la nueva realidad para que surjan nuevos vientos de paz en la región.
Para ello deberemos, también nosotros, despojarnos de viejos mitos y convencernos de que es posible volver a ganar las conciencias, las aulas, las calles y las plazas israelíes y palestinas. Debemos concientizarnos de que es necesario volver a las calles tras cinco anos de violencia, ante el más que probable inmovilismo que se avecina en el campo diplomático.
Los pacifistas debemos convertir esta retirada histórica en una alternativa para la construcción de la paz, y preocuparnos de ayudar a israelíes y palestinos a que cada uno empuje hacia adelante el carro de la paz del otro. Se requiere una enérgica acción conjunta para que imágenes de opresión, de un lado, y terrorismo, del otro, formen parte del pasado.
Porque aunque la evacuación de Gaza significa el comienzo de la caída del movimiento colonizador judío -al crearse el importantísimo precedente de evacuar asentamientos-, debemos ser conscientes de que subsisten aún vestigios importantes y peligrosos dentro de las sociedades israelí y palestina que será difícil que se resignen a los nuevos vientos. No olvidemos que los odios, los resentimientos y los núcleos violentos siguen subsistiendo.
Para ello, los pacifistas no debemos permitir que Sharón engañe más al pueblo y a la comunidad internacional con vagas promesas. No más «respiros» de un par de meses sin que tenga a priori sobre la mesa, objetivamente, un plan de paz. No más «respiros» mientras el pueblo palestino vive y respira una opresión e indigencia que sólo fomenta el terrorismo contra los israelíes.
Y deberemos exigirle, al mismo tiempo, a Abú Mazen que sea muy firme con las condenas y con la lucha efectiva contra sus propios grupos terroristas, logrando que aquellos se incluyan en un programa o fuerza política dentro del complejo mapa palestino.
La inteligencia social
Después de Gaza se hace necesario construir una nueva mitología, una mitología alternativa a la ocupación y al terrorismo impunes. No más una mitología de la colonización divina de tierras ni promesas de paraísos de vírgenes. Ambos pueblos deben reconocer su cruda realidad y encaminarse hacia una nueva visión de sus propias narrativas históricas que les permita pasar otra mirada. Porque con la mitología del conflicto tan profundamente arraigada y enquistada en el corazón de ambas sociedades, no será posible llegar a un acercamiento si no se trabaja previamente en un plano psicológico, dialógico, histórico y político, en la construcción de una narrativa conjunta y consensuada por ambos pueblos.
Una narrativa no excluyente sino inclusiva, que reconozca públicamente el derecho histórico de existencia del otro, no en lugar del otro allí, en la tierra que comparten.
El filósofo español José Antonio Marina acunó el concepto de ‘inteligencia social’, también denominada comunitaria o compartida. Es la inteligencia que surge de las relaciones entre los miembros de un grupo, de una asociación o una sociedad. Es aquella que permite desarrollar y aprovechar los talentos individuales mediante una interacción estimulante y creativa. Es la inteligencia que capta mejor la información, que se ajusta mejor a la realidad, que percibe ante los problemas, inventa soluciones eficaces y las pone en práctica. Siendo el lenguaje y la conversación su arma fundamental.
Y para ello, los maestros y profesores, los psicólogos y psiquiatras, los trabajadores sociales y los sociólogos, los políticos comprometidos con la Paz y los mediadores interculturales, los escritores y los actores, los cantautores y los poetas, los historiadores y los periodistas de la Paz, los analistas políticos y los juristas de ambos pueblos, deberán introducir un nuevo lenguaje en el conflicto.
Tendrán que inventar nuevos términos, nuevas prácticas, nuevas políticas que hagan que los mitos se transformen. Y que también se transformen las morales y las costumbres vigentes. Sólo una interacción constante y recurrente de intercambios producirá pautas estables y una nueva reflexión y crítica, una nueva reelaboración y contraste, una nueva pedagogía del escarmiento. En síntesis, una producción de nuevas realidades, la construcción de una ética compartida y dialogada podrá sacudir las conciencias de ambas poblaciones.
A los efectos prácticos, la tarea de los pacifistas es la de generar un compromiso histórico entre los dos pueblos que suponga la aceptación de la existencia del otro por derecho, y que lleve a la coexistencia pacífica de respeto y colaboración, ya que si no es de este modo, será la continuidad de la guerra, el intento de destrucción del otro y la continuidad de la estupidez humana.
Nota sobre el autor:
Eduardo Brik, nacido en Argentina, es médico, psicoterapeuta familiar y experto en Psicoterapia Transcultural. Es presidente de la Asociación Española de Estudios Migratorios y Psicoterapia Trascultural.
En su juventud fue activista del movimiento sionista de izquierda Mordejai Anilevich. Vivió en Israel a partir de 1976, y fue gestor del movimiento de izquierda israelí Tashi, cuyos planteos eran el fin de la ocupación, el reconocimiento del derecho a un Estado palestino, reconocimiento de la existencia del Estado de Israel y capitalidad de Jerusalem para ambos estados.
Fue invitado y participó en la Conferencia Internacional por la Paz en Palestina (Jericó) organizada por la ‘Iniciativa de Ginebra’ en junio de 2004, su aporte se vio reflejado en el trabajo: “Algunas Propuestas y actuaciones para la Paz en el Conflicto Palestino-Israelí”.
En julio de 2004 participó en el 6º Congreso Argentino de Neuro Psiquiatría con la presentación del trabajo “Mitología y Propuestas de Paz en el Conflicto Palestino-Israelí”. Participó en el encuentro palestino-israelí en Madrid, abril 2005, organizado por la ‘Fundación Toledo para la Paz’ y la ‘Fundación Arik’ de Israel.
Desde 1982 reside en Madrid. En la actualidad es coordinador y profesor del Master en Terapia Familiar Sistémica en la Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Psicología y está dedicado a la atención psicoterapéutica a inmigrantes y a Cursos de Formación en Interculturalidad.