El domingo, las fuerzas palestinas ya habían izado su bandera en Neve Dekalim.
«Israel sale de Gaza con la cabeza alta y por decisión propia», arengó a sus soldados y a todo el país Dan Halutz, jefe del Estado Mayor del Ejército israelí. El 11-S de Israel empezó con una votación del Gobierno en la que unánimemente se decretó «la cancelación del Gobierno militar en Gaza».
A última hora, obedeciendo a la presión de la ultraderecha religiosa contraria a la evacuación, el Gobierno israelí cambió su propia decisión y la del Tribunal Supremo y traspasó la patata caliente de las sinagogas a la AP con el argumento de que Israel no puede destruir esos templos, vacíos de contenido litúrgico.
La AP reaccionó con indignación a lo que cree una «trampa» israelí, ya que la población palestina considera las sinagogas símbolos de la ocupación y es muy probable que acaben siendo destruidas de mala manera.
«Ya no son sinagogas, sino edificios abandonados, y así serán tratados», dijo el ministro de Asuntos Civiles, Mohamed Dahlán.
En la noche del pasado domingo 11 de septiembre, la AP anunció que empezará a destruir «todos los edificios, incluidas las sinagogas», aunque algunos jóvenes ya empezaron anoche a romper cristales y a producir algunos incendios.
En las zonas fronterizas con las colonias, decenas de personas se concentraron para observar la retirada de los militares, que en algunos casos dispararon contra quienes burlaron a la policía palestina e intentaron entrar en los asentamientos antes de tiempo. A medianoche, la bandera palestina ondeaba en Nevé Dekalim. El ejército israelí ya se estaba retirando.