Opinión:

La agenda de Irán para el mundo

Cuando lanzó la invasión de Irak en el 2003, el Presidente George W. Bush prometió ayudar a Medio Oriente a enterrar un pasado despótico y construir un futuro democrático. Como si esperara el turno, la élite política de toda la región comenzó a utilizar “democracia” como lema. En Egipto, el Presidente Hosni Mubarak declaró la construcción de la democracia el objetivo principal de su próxima administración. Los libaneses iniciaron su “Revolución del Cedro” bajo la bandera de la democracia. Las elecciones municipales sauditas fueron descritas como un paso hacia la democratización. Los dictadores militares de Libia, Túnez, Sudán o Pakistán se pusieron ropas de civiles y hablaron de democracia. Afganistán e Irak celebraron sus primeras elecciones democráticas.

Por Amir Taheri

El país designado en general como el más maduro para la democracia era Irán. El Presidente Bush lo escogió para alabarlo como la nación que podría llevar a la región a la democratización. El Presidente Mohammed Jatami habló de “democracia religiosa”.
Durante los últimos tres años, decenas de miles de estudiantes se han manifestado por todo Irán, exigiendo “¡democracia, ya!”
La semana pasada, el recién elegido presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, dio su respuesta: ¿Democracia? ¡Nunca!
La respuesta se extrae de un documento que Ahmadinejad presentó ante el Majlis Islámico (Parlamento) como “los programas a corto y largo plazo” de su gobierno.

El poder de Alá

En él, afirma categóricamente que “las ideas y conceptos occidentales de gobierno” no tienen cabida en el Islam. Sin utilizar la palabra democracia, el documento afirma que la nueva administración “rechaza airosamente todas las ideas políticas extranjeras” por incompatibles con el Islam.
El documento dice que en un país musulmán, el poder pertenece a Alá. El ejercicio de ese poder es el privilegio del Profeta y, después de él, de los 12 imanes del decimosegundo chiísmo. Puesto que el decimosegundo imán se encuentra “bajo gran secretismo”, no ejerciendo así poder a diario, la tarea recae sobre “los elegidos de la familia del Profeta”. En el caso de Irán se refiere al ayatolá Alí Jamenei, el “guía supremo” que afirma ser descendiente de Hussein, el tercer imán.
Ahmadinejad no sólo dice que va a luchar contra cualquier forma de democratización en Irán, sino que movilizará, llegado el caso, los recursos de la Nación para evitar que Estados Unidos imponga el plan Bush para Medio Oriente.
En términos prácticos podría significar un cambio en la política iraní en Afganistán e Irak. Bajo el Presidente Jatami, la política de Teherán consistía en cerciorarse de que los americanos eran desangrados al máximo, al tiempo que les permitía establecer regímenes amistosos en Kabul y Bagdad. Ahora, sin embargo, Irán puede desangrar a los americanos más, pero negarles hasta las más simples migajas.
El documento indica que la región se encamina hacia “un choque de civilizaciones” en el que la República Islámica representa el Islam, mientras que Estados Unidos lleva el estandarte de un Occidente que ha olvidado a Alá.

Camino “al desierto de la lujuria”

El documento llama a Estados Unidos “el poder hegemónico” y afirma que el plan de Bush para Medio Oriente es un mecanismo para retrasar la decadencia de Estados Unidos como superpotencia.
“A pesar de sus rugidos faraónicos”, reza el documento, “el hegemónico se encuentra en sus últimos estertores”.
Estados Unidos es una potencia “en declive” mientras que la República Islámica es una potencia “en ciernes”.
Estados Unidos va a derrumbarse porque se basa en un sistema que produce “necesidades materiales sin fin”, lo que lleva “al desierto de la lujuria”, donde los hombres se entregan a Satán.
La República Islámica va a ganar porque tiene a Alá de su parte.
Puede que los americanos “se burlen del sistema divino” de Irán. Pero el Irán islámico es el modelo para el futuro de la humanidad.
Ahmadinejad considera un mundo “multipolar” en el que Estados Unidos ocuparía un lugar mientras su proceso de “desaparición” no haya finalizado. Otros polos, según los documentos, incluyen potencias “en ciernes” tales como China o la India, y potencias “en declive” como la Unión Europea. Pero el más dinámico de los nuevos polos sería el islámico, con Irán como “potencia angular” alrededor de la cual se unen todas las naciones musulmanas.

El polo islámico

El documento indica llanamente: “El liderazgo es el derecho indisputable de la nación iraní”.
La creación de un “polo islámico” es el objetivo clave, al que el documento alude como “la estrategia a 20 años” de la República Islámica. No está claro quién desarrolló esa estrategia y si Ahmadinejad, que es elegido para un mandato de cuatro años, espera o no permanecer en el poder durante dos décadas.
La meta del “polo islámico” sería unir al mundo bajo la bandera del Islam, como “el mensaje divino final” y “la única fe verdadera”. Pero no está claro si esto ha de lograrse durante el período de 20 años de la estrategia o dentro de un marco temporal más amplio.
Ahmadinejad no sólo se opone a las “ideas americanas” en política exterior.
Sus programas económico, social y cultural están diseñados para desafiar los modelos capitalistas occidentales.
Quiere que el estado juegue un papel central en todos los aspectos de la vida de una persona y destaca la importancia de la planificación central. El Estado seguiría a los ciudadanos desde el nacimiento hasta la muerte, garantizando su salud, educación, bienestar y comodidad. Les guiará respecto a qué leer y escribir y qué “productos culturales” consumir, para que no se contaminen de ideas occidentales. De hecho, la República Islámica pretende competir con Estados Unidos en el escenario global como productor de cultura. Ahmadinejad promete ayudar a la música iraní a expulsar a la música norteamericana de los mercados mundiales, empezando por los países musulmanes. En tono hiperbólico afirma que las exportaciones musicales persas podrían hacer ganar a Irán más que el petróleo.
El nuevo gobierno incluso ayudará a concertar matrimonios a los jóvenes que tengan dificultades en hacerlo por su cuenta. (No se ofrece tal asistencia a las jóvenes). La República Islámica rechaza lo que Occidente llama “formas de vida alternativas” como “abominaciones”, y no tolerará ninguna forma de desviación sexual o inmoralidad.
La política económica de Ahmadinejad está encaminada a la autosuficiencia para que la República Islámica no dependa del sistema global dominado por Estados Unidos. Irán desarrollará su programa nuclear del modo que vea apropiado, sin importar lo que tenga que decir el mundo exterior.
El programa no repara en grandes ideas de ingeniería social.
Por ejemplo, promete reducir el número de aldeas en Irán de 66.000 a sólo 10.000. Esto permitiría que el gobierno central se concentrara en la población rural y le proporcionara servicios públicos mejores y más baratos.
Pero también significaría reubicar a casi 30 millones de personas.
Para llevar a cabo su ambicioso programa, Ahmadinejad ha creado un gabinete fuerte e inusualmente unido. También empieza a trabajar en un momento en el que, gracias a la espiral de los precios del crudo, su gobierno tiene casi 200 millones de dólares al día con los que jugar.
En la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, en septiembre de 2005, se espera que Ahmadinejad dispare las primeras andanadas de lo que como un duelo entre la República Islámica y Estados Unidos por ver quién marca la futura agenda de la humanidad.