Con brotes de violencia durante las primeras 24 horas de un día histórico, muchos temen que también corra sangre para evacuar la Franja después de 38 años de ocupación.
Salvo en las tres colonias del norte y en algunas de las más pequeñas y menos religiosas y nacionalistas que Gush Katif, los demás asentamientos de Gaza se encuentran en estado de alerta máxima.
Los soldados y policías israelíes que llegan hasta allí con la intención de entregar la carta que ordena la evacuación a cada una de las más de 1.500 familias censadas, pero se encuentran con una enorme puerta metálica, color naranja, con pancartas alusivas a su falta de consideración judía, que les impide el paso.
El Ejército y las autoridades políticas no quieren forzar situaciones hasta, al menos, que no expire el período de gracia otorgado a los colonos para una salida voluntaria de la Franja de Gaza.
De hecho, según ha reconocido el propio Gobierno de Israel, unas 400 familias han rechazado las compensaciones ofrecidas para hacer la salida de Gaza mucho menos dramática, mucho más llevadera.
Son las que están decididas a quedarse a cualquier precio.
Pero el cerco se estrecha poco a poco. El Ejército y la Policía ya han movilizado tanquetas blindadas, cañones de agua, agentes a caballo. Por ahora miran y lloran, como les sucedió a algunos efectivos al no poder resistir la presión de los colonos o asistir, por ejemplo, al desmantelamiento de la sinagoga de Nisanit, retirando los rollos de la Torá entre la emoción compartida de evacuados y evacuadores.
El suministro de alimentos ha sido cortado. No circulan más vehículos por el paso fronterizo de Kissufim que los militares o los camiones de mudanza. También algunos autobuses con contados periodistas.
También a flor de piel están los ánimos entre los residentes en las colonias de Gush Katif y los infiltrados de extrema derecha llegados de Cisjordania y otras partes de Israel. Los unos quieren llevar hasta sus últimas consecuencias la resistencia, y no les importa si se ejerce la violencia.
Para intentar calmar los ánimos, no está claro que lo consiguiera, Sharón se dirigió a la nación en un mensaje de apenas 5 minutos. Ariel Sharón no pidió perdón a los colonos; reconoció que su plan provocará profundas cicatrices en la sociedad israelí; amenazó a los palestinos con un ataque furibundo si la retirada se llevaba a cabo bajo fuego palestino; instó a Mahmud Abbas a una respuesta de paz para el futuro y lanzó un mensaje de ánimo a los soldados, de los que su nación “está orgullosa”.