Homosexualidad en la comunidad judía:

Saliendo del placard

Con todas las diferencias que puedan alejarnos o acercarnos, quienes formamos parte de esta comunidad judía en la Argentina, tenemos algo en común: como decía Borges, todos nosotros venimos de los barcos...

Por Valeria Zapesochny

Nuestros bisabuelos, abuelos o padres trajeron en sus maletas y baúles, el ferviente deseo de ser incluidos en una sociedad de puertas abiertas, que los recibiera sin distingos, que los cobijara, respetara y aceptara como minoría.
Y pienso en los que pudieron escapar del horror más profundo. Aun aquellos tenían, -al igual que el poeta Fernando Pessoa-, «todos los sueños del mundo».
Los sueños, los baúles, los abuelos; todos estaban además signados por otra cosa en común: huir de la miseria, de las persecuciones, del sufrimiento y la violencia.
Llegar, para ser felices. Arribar, abrir los baúles para airear la ropa, colgar las fotos con sonrisas nuevas.
Ponerle el pecho a las dificultades. Trabajar duro, sí. Pero con la esperanza de una vida mejor.
Con todo y pese a todo, la Argentina abrió las puertas. Y hoy nuestra comunidad es una de las más importantes del mundo diaspórico.
Sus hijos y nietos heredamos uno de los legados más importantes del cual muchos nos sentimos orgullosos: el ser parte de una comunidad, de una kehilá de hermanos y semejantes.
Sin embargo, algunos armarios de los abuelos todavía están cerrados.

Armarios pendientes

Hay hombres y mujeres dentro de esta comunidad judía en la Argentina que todavía no han sacado toda su historia a la luz.
Miles de ellos. Miles de nosotros. Homosexuales judíos. Lesbianas judías. Transexuales judíos. Travestis judíos. Bisexuales judíos.
Es hora de terminar de abrir todos los baúles.
Es hora de empezar a construir entre todos una comunidad abierta, inclusiva, plural, igualitaria.
Es hora de asumir que todas y todos los judíos tenemos derecho a vivir nuestro judaísmo plenamente, sin escondernos ni tener miedo de ser excluidos.
Todas las personas que crecemos como judíos y judías, o elegimos al judaísmo, tenemos derecho a sentirnos seguros e incluidos.
Todas las personas tenemos derecho a ser felices y a construir nuestra propia felicidad.
Todas las personas tenemos derecho a mirarnos a los ojos y a decir quiénes somos, mostrar con quién vivimos y a quién amamos, compartir nuestras experiencias, nuestras alegrías, nuestros logros, nuestros pesares.
Nuestra historia reciente nos provee demasiados ejemplos de silencios ominosos, de olvidos canallescos o exilios insultantes.
Basta de silencios. Pongamos palabras. Basta de minorías adentro de las minorías.
Desde Keshet trabajamos, fuertemente, un grupo de jóvenes y no tan jóvenes, homo y heterosexuales, y trabajamos juntos para intentar que la comunidad judía comience a abrir los ojos frente a situaciones y cuestiones que hasta ahora han sido negadas, silenciadas, ocultadas.
Creemos que es tiempo de abrir los ojos. Y es tiempo de compartir los sueños.

N. de la R.: Valeria Zapesochny es periodista. Miembro de la Mesa de Redacción de Nueva Sión. Miembro de la Comisión Directiva de Keshet Argentina.