Argentina

Los empresarios, la política y los lobbys

¿La conducción institucional empresaria en la Argentina representa a los empresarios o defiende intereses de lobby? ¿Esa conducción busca un país mejor, sólido, productivo, o cada uno de sus directivos protege sus espaldas y los negocios de determinados sectores? Esas son las grandes preguntas que requieren las grandes respuestas pero que están acalladas en estos días grises y chatos en materia de polémica política o de construcción de nuevas alternativas.

Por Daniel Muchnik

La Unión Industrial, es un caso, se destacó en los últimos tiempos o décadas por pregonar la defensa de intereses específicos, sectoriales, pero no ayudó a construir un nuevo modelo fabril, una nueva y definitiva política industrial. Siempre estuvo esperando que diera ese paso el gobierno de turno. No tomó la iniciativa, no empujó. Pero aún en el caso de que en su interior se hubiera iluminado la cosa, hubiera tenido que superar tironeos entre intereses disímiles dentro de la organización. Por eso las luchas políticas y de agrupación en su seno. La Unión Industrial no tiene un pensamiento único: están los que gustarían abrazarse a la necesidad de construir un país distinto y están los interesados en la libertad irrestricta de los mercados.
El actual Presidente, el representante de la industria plástica Héctor Méndez, es conocido por sus decididas e inequívocas declaraciones a fines de la década del noventa, donde festejó y alabó el plan de convertibilidad, precisamente en momentos en que ese mismo plan castigaba con fuerza al agro y arrinconaba, golpeándola, a gran parte de la industria nacional. Entonces a la industria plástica no le funcionaban mal algunas cosas pero en el país la crisis era evidente y creciente. Se elevaba el número de desocupados y de excluidos sociales, la recesión dañaba considerablemente y el plan de convertibilidad hacía aguas por todos lados.
Tras la devaluación la industria plástica, la que representa Héctor Méndez, siguió mejorando su performance. Fue -es- una de las áreas más beneficiadas, más privilegiadas en medio de la hecatombe.
Una de las que obtuvo mejor rentabilidad.
En los últimos meses la relación de la Unión Industrial con el Ministerio de Economía estuvo tirante. Y se puso más tirante después de las multas a las cementeras, cuando el Palacio de Hacienda fijó multas muy considerables a las empresas de ese sector por sus maniobras monopólicas. Frente a la decisión (casi “revolucionaria”) de Roberto Lavagna la Unión Industrial se sintió golpeada, y en materia de precios se puso en condición de víctima.
Las multas no fueron sanciones azarosas. El gobierno se parapetó en medio de un proceso que algunos consideraban inflacionario y otros como un reacomodamiento de precios. Por supuesto: algunos dirigentes empresarios salieron a la palestra mostrando diferencias y críticas al gobierno. El propio Héctor Méndez se lanzó a increpar todo posible control de precios. Poco después, empero, reconoció “la facultad” del Estado de intervenir en esas cuestiones.
El movimiento en los precios se origina desde el lado de la oferta y no desde el lado de la demanda. No son los aumentos salariales los que influyen sino las acciones monopólicas y varias de las arbitrariedades desde el costado de la producción, de la comercialización o desde la prestación de los servicios (éstos últimos esperaron tres años después de la devaluación para mejorar sus posiciones). Y porque ya se agotó la capacidad ociosa de numerosas fábricas pero, al no haber inversiones nuevas, los productos pueden escasear.
De allí la “irritabilidad” (o la inquietante prevención) de los empresarios cada vez que se los señala como los responsables de cualquier movimiento en los precios.
En Córdoba volvieron a encontrarse Roberto Lavagna, el secretario de Industria Miguel Peirano, el subsecretario Federico Poli y la cúpula de la Unión Industrial, donde se llevó a cabo el Foro Nacional de la Industria, que procuró resumir las conclusiones de dos años de trabajo en 28 cadenas productivas, “a favor de una mayor industrialización nacional y exportaciones con más valor agregado”. Se presentaron los resultados del sector avícola, por ejemplo, que pasó de ser importador hasta fines de la Convertibilidad a volcarse a un fuerte proceso exportador. Otro tema -un preferido por el grupo Techint- que imperó en el Foro fue “las cadenas de valor”.
Por supuesto, en la misma circunstancia, la Unión Industrial volvió a adherir a la postura del tipo de cambio alto que mantiene el gobierno, pero por razones que no son políticas sino prácticas. La Unión Industrial es dólar-dependiente, todo lo cual se puede hacer con un gran esfuerzo de toda la sociedad (son los salarios, que se cobran en pesos, los más perjudicados) pero es renuente a concretar inversiones. Se trata de inversiones que resultan indispensables si es que se quiere evitar un movimiento más inquietante en los precios.

Nada de calma

No vienen tiempos de calma en materia de precios. Desde 2002, el peso se devaluó un 200% y algunos precios externos (que llegan con la importación indispensable) se estiraron hacia arriba un 50% en dólares.
Paralelamente muchos precios de servicios privados y públicos se mantuvieron sin cambios, lo mismo que los salarios. Se arrastraban años de recesión y de mucha capacidad ociosa.
De allí que algunos economistas entiendan que en el futuro se viene un ciclo de “reacomodamiento inexorable en los valores de los productos. Un reacomodamiento que no tiene nada que ver -como creen los ortodoxos- con políticas monetarias sino con la recuperación de los servicios médicos, educativos y relacionados con la vivienda. Al mismo tiempo, como las carnes, los lácteos, varios alimentos y los pollos tienen una buena demanda exportadora, con buenos valores, el proceso repercute en el mercado interno. Hay menos entregas de las puertas para adentro o hay entregas con reajustes de precios. Esto lleva a bregar por la urgencia de nuevas inversiones en los sectores de la ganadería y la lechería, para evitar futuros cuellos de botella.
Por lo demás, los empresarios no se pueden quejar. El Producto Bruto Interno habría crecido 10,5% en el segundo trimestre del año en comparación con igual tramo de tiempo del año pasado. Se espera un crecimiento del 7,5% para todo el año, con exportaciones por casi 40.000 millones de dólares e importaciones por 29.000 millones de dólares.
La Unión Industrial pide dólar alto pero no piensa en lo grande, en lo macro. En las Jornadas de Actualización Doctrinaria del Plan Fénix que se llevaron a cabo la semana pasada en Buenos Aires y en el más alto nivel académico, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, se dieron las razones para mantener el nivel del dólar.
El economista Jorge Schvarzer, integrante del Fénix, dijo: “No va a haber desarrollo industrial dinámico sin una política industrial activa. Sometido a los vaivenes del mercado, el país va a tener un desarrollo industrial raquítico o insuficiente respecto de lo que queremos para la Argentina. Para ello hace falta utilizar un conjunto de instrumentos que le deben dar al empresariado local la convicción de que realmente va a tener apoyo para crecer y desarrollarse. El tipo de cambio que tenemos ahora es una condición necesaria como decimos los economistas, pero no es suficiente”. Schvarzer planteó, de esta manera, la necesidad de una política industrial o productiva decidida, donde el Estado se juegue, apueste a ello, destine fondos específicos y pida continuidad histórica de los pasos que se tienen que dar. Como corresponde.