Encuentro en Rosario: “Crecer en el gueto, Crecer en el mundo”. El Encuentro de Rosario, 30-31 de j

Navegando el río de los pensamientos

Stephen Sadow coordinó, junto a Ricardo Feierstein, el Encuentro Internacional de Intelectuales que tuvo lugar en la Asociación Israelita de Beneficencia de Rosario entre fines de julio y los primeros días de agosto. El Encuentro, de tres jornadas, tuvo características internacionales dado que participaron representantes de Uruguay, Chile. México, Cuba, Alemania y Estados Unidos. Contó con una vital colaboración de la AMIA en temas de planificación y aporte para la presencia de escritores, críticos y pensadores. Aquí presentamos una crónica de Sadow quien dispone de una mirada extracomunitaria que vale la pena leer, escuchar y retenerla para quedarse pensando sobre ello.

Por Stephen Sadow (Universidad Northeastern, Boston, Estados Unidos)

En realidad, el Encuentro de Intelectuales perteneció a los rosarinos. Vinieron al evento con gran entusiasmo y en enorme número. Setecientos de ellos llenaron una sala desbordante para participar en la apertura del evento. Y llenaron al máximo las sesiones por escuchar ponencias tan diversas como: ”De Moisés Ville a la Habana”, “La música como exponente de la cultura judía” y “Memoria y olvido: judeofobia y judeofilia en Alemania de hoy.”
Además hubo un coro sinagogal, un cuarteto de cuerdas, obras teatrales, lecturas de poesía y una exhibición de obras de arte, en su mayoría de artistas judíos de esa ciudad.

Conectados pero aislados

Me sentí muy cómodo en Rosario. Mucho me era familiar. Como Boston, mi ciudad, Rosario es una urbe de un millón de habitantes que se encuentra al lado de un río. En el caso de Boston es el río Charles, manso y controlado. Rosario está ubicado a las orillas del Paraná, unos de los ríos más grandes del mundo, que conecta la ciudad al mundo entero.
Las dos ciudades tienen puentes nuevos. En Boston, es el corto puente “Leonard Zakim”, así nombrado por un judío que se dedicó a la ciudad. Los rosarinos tienen una obra maravillosa por la cual pueden llegar a un pueblo que se llama, quizá simbólicamente, Victoria, y a muchos pueblos y ciudades más lejanas.
Pero aún con todo su acceso al mundo, los judíos de Rosario se sienten aislados. Están orgullosos de lo que ha construido como comunidad, pero se sienten olvidados, o, por lo menos, dejados en la sombra de la colectividad de Buenos Aires. El Encuentro que se intituló “Crecer en el gueto. Crecer en el mundo” fue un antídoto para esta condición y los rosarinos lo comprendieron así y respondieron con mucha participación y gran interés.
En el acto de apertura, la noche del sábado 30 de julio, hablaron representantes de las organizaciones que patrocinaron el Encuentro -la Asociación Israelita de Beneficencia de Rosario, el departamento de Cultura de la AMIA y la Universidad Nacional de Tres de Febrero-. Yo hablé en nombre de mi universidad, la Universidad de Northeastern de Boston. Y dio la bienvenida un representante del gobierno de la ciudad de Rosario. Leyeron una carta de apoyo del Arzobispado de Rosario, así como multitud de adhesiones, entre las que destacaron las del ministro de Educación, Daniel Filmus, y el secretario de Cultura, José Nun, así como el apoyo de la Secretaría de Cultura de la provincia.
Después siguió una cascada de cultura. Disertó en la conferencia inaugural el Dr. Gregorio Klimovsky. En el primer panel del domingo 31 de julio hablaron Marcos Aguinis, Diana Sperling, Héctor Schmucler y Daniel Feierstein.

Guetos reales imaginados

Al existir una enorme cantidad de ponencias participantes, fue necesario organizar mesas simultáneas y extender el horario hasta muy tarde en la noche. En todas las facetas encaradas -filosóficas, literarias, sociológicas, existenciales, historias de vida- se notaba la variedad de enfoques: desde lo teórico hasta lo cotidiano, desde lo autobiográfico hasta lo intercontinental.
Hubo jóvenes, mayores y gente de edad mediana. Varias generaciones conviviendo en un clima afiebrado y creativo, repleto de ideas, motivador de preguntas profundas antes que de respuestas ya aprendidas sobre las cuestiones candentes de la vida y la cultura judías de hoy y, por extensión, sobre las diversas discriminaciones -mujeres o gitanos, pobres y ricos, negros y blancos, virtuales o mentales- que encierran a los individuos entre sus propios muros.
Hablaron de guetos reales e imaginados, hablaron del mundo en sus permutaciones infinitas. Hablaron representantes de las comunidades gitano-argentina y africano-argentina. Hablaron y hablaron. Ancianos y jóvenes, profesores y comerciantes, escritores y artistas, gente del periodismo o de profesiones liberales, pensadores y mentes sensibles. Todos tenían un sentimiento de excitación y ganas de aprender más.
Todos salieron contentos.
En mayo estuve en un congreso en Kfar Blum, en la Galilea de Israel. Los temas propuestos fueron “la identidad judía” y “las relaciones entre Israel y la Diáspora.” Hubo participantes de Inglaterra, Holanda, Alemania, Italia, Estados Unidos e Israel.
Después de mucho debate, llegamos a la conclusión que aunque la aliá (inmigración a Israel) sigue siendo importante, cada comunidad judía tiene que cultivar su propia cultura e identidad. Con este Encuentro, con setecientos de su correligionarios presentes, la comunidad judía de Rosario hizo exactamente eso: cultivó su propio jardín de cultura judía.
Ahora, los líderes de esa colectividad ya están imaginando encuentros anuales que incluyan, tal vez, a todas las comunidades judías del Litoral. Pretenden navegar el Río Paraná y el río de los pensamientos. Intentarán cruzar su gran puente y llegar a Victoria y al mundo entero. Exploran su gueto y su mundo…