Están pasando situaciones increíbles. En el peronismo dominante las peleas por los espacios de poder fatigan a los entendidos y son incomprensibles para las mayorías, pero demuestran la real capacidad de la mayoría de los políticos argentinos.
Esas peleas son con espadas largas, como en los palacios maquiavélicos, con el mismo espíritu y el mismo ritmo de las tragedias griegas, pero vaciadas de doctrinas, sin talento, sin imaginación, sin propuestas. No se combate por ideas grandes, sino por posesión de territorios. ¿Qué se juega en esta guerra? ¿Qué destino se está tejiendo? ¿Por qué tanto empeño, tanta energía, tanto discurso vacío de contenido?
Y a partir de aquí, ¿qué es el peronismo, quién es peronista? La identidad peronista está en juego, el sentido histórico mismo del peronismo y el futuro del movimiento.
En la oposición hay acciones para contrarrestar estos desplazamientos. La presencia del conservador Enrique Olivera y de la conservadora especialista en arte Anchorena en las listas del ARI han puesto nerviosas a las tropas de centroizquierda. El gobierno y las izquierdas sueñan con captarlas.
Por su lado, la izquierda misma ha ofrecido otro papelón histórico al no poder labrar coincidencias entre las entidades, seguramente por caprichos, o veleidades o añejos sectarismos. La centroderecha ofrece un espectáculo gris, sin colores, sin pasión, sin vuelo. Con este perfil, Kirchner se sentirá cómodo en el sillón de Rivadavia y orientará la velocidad de crucero para perdurar en el poder.
En diciembre de 2001, en aquellas jornadas del colapso, definidas como “revolucionarias” por algunos analistas pero que terminaron siendo de protesta ciudadana por los dineros en el corralito, la gente vitoreaba por el alejamiento de todos los políticos. “Que se vayan todos” era el lema callejero, la devoción, las banderas, el empecinamiento de los que golpeaban en las puertas de los bancos y se acercaban a la Plaza de Mayo. Eso, la principal consigna, la bandera anarquista de las más de 20 y pico de víctimas exaltadas por la vaciedad y la inoperancia de la administración pública de la Alianza: “Se tienen que ir todos”.
No se fueron todos. No se fue nadie. Se quedaron todos. Y nadie, entre los políticos, tuvo vergüenza. La autocrítica no imperó en ningún momento. Hoy, tres años y medio después, tras el alivio producido por un crecimiento económico que no ha podido “derramarse” hacia los necesitados, los políticos vuelven a sus mañas y a sus eternas maniobras.
Eso no sería nada porque se reduce en un problema de costumbre o de repetición de historias, pero ocurre que la pelea en el peronismo, la búsqueda de tenencia de territorios, se da cuando el momento exige la mayor creatividad posible para solucionar el drama social. Eso: los políticos están empeñados en el poder por el poder mismo, cuando el 50% de la población argentina está sumergida en la pobreza y en el desamparo.
¿Ha llamado el gobierno como debería haberlo hecho a los mejores especialistas y técnicos para diagramar salidas, posibilidades ciertas para aliviar el drama social de la mitad de nuestra población? ¿Se le ha ocurrido al gobierno diseñar estrategias y políticas activas para paliar semejante desgracia? ¿Alguien no ha advertido que aún creciendo al 8 ó 9% anual, cifra que conformaría un increíble milagro, la pobreza seguirá estancada y el desempleo será difícil de vencer? No, el gobierno ha estado ocupado en conseguir todo el poder. La mayor de las energías puestas al servicio de la causa del poder. Vocación de poder, decisión de tener el mayor poder, en estar arriba del todo el poder.
El tema no es que después de semanas o de meses de idas y vueltas, de tironeos, el presidente Kirchner y Eduardo Duhalde, patrón del peronismo bonaerense, no lograron rubricar un acuerdo para anotar en los registros correspondientes a las elecciones de octubre una sola lista de candidatos provinciales en la geografía de Buenos Aires. No es un tema de pugna de polleras entre la senadora Cristina Fernández de Kirchner y la señora Chiche Duhalde, creadora del sistema de las “manzaneras”.
Hay más cuestiones en danza. Con la candidatura de Cristina Kirchner el presidente buscaba un triunfo con apellido propio, sin padrinazgos, como los del 2003, y conseguir el “respaldo definitivo a la gestión del Ejecutivo”. Kirchner quiere utilizar mandobles para acabar con la arquitectura del duhaldismo, muy deteriorada, con gruesas fisuras.
Reaccionando con fuerza, sin ceder una pulgada de su territorio, el duhaldismo de paso enfrenta a Felipe Solá, actual gobernador y consagrado enemigo. El duhaldismo elevará candidatos, con Chiche Duhalde a la cabeza, como integrantes del ‘Partido Justicialista’. El kirchnerismo se presentará como ‘Frente para la Victoria’. ¿Pero de qué se trata? El 23 de octubre, en Buenos Aires, el enfrentamiento será por tres bancas de senadores, 35 bancas de diputados nacionales y la mitad de los diputados y senadores provinciales.
Detrás de esta escena la cuestión es quién domina el Parlamento, la maquinaria legislativa al servicio de los propósitos presidenciales. Pero, sin embargo, esto, que aparece como una lucha fratricida, llena de preocupación a la oposición: el peronismo, aun dividido, con dos listas por separado, está en condiciones de obtener la mayoría y la minoría, quedarse con las tres bancas de senadores y con la mayoría de diputados.
El diputado nacional Daniel Basile, hombre de Duhalde, calentó el ambiente al máximo, cuando dijo: “La candidatura de Cristina de Kirchner no tiene razón de ser”. Y se quejó, el peronista acostumbrado a esta realidad, de la “excesiva concentración de poder que ejerce el gobierno de Kirchner”.
Justo en medio de esta guerra se conoció un informe de la CTA, en el marco de la Marcha del Hambre, trabajo que dirige el diputado Claudio Lozano, quien llegó al Congreso de la mano del gobierno pero no demoró mucho en abrirse de la euforia oficialista.
Esta investigación determina, con dolor:
– De 7.700.000 menores pobres se ha saltado a 8.300.000. La indigencia en Santiago del Estero subió al 45% y en el Gran Buenos Aires al 28,6%. La pobreza, por su parte, en el caso del Chaco, termina oscilando entre el 78,2 y el 86,%.
– El estudio sentencia: “La infantilización de la pobreza” es el rasgo central de una Argentina impresentable desde un punto de vista ético y moral”. Es, en medio del desarrollo tecnológico del mundo, la “trampa de la pobreza”.
– Mientras la tasa de indigencia para los menores de 18 años es de 42,80% en Santiago del Estero, seguida del 41,10% en Corrientes, es de 24,10% en Santa Fe. “Argentina -dice la investigación de la CTA- no es un país africano ni un país asiático. Su capacidad económica no justifica lo que ocurre. Si somos 37 millones de habitantes y 16 millones de pobres, esto quiere decir que mientras algunos hogares se quedan con muchas canastas de alimentos, otros no tienen ninguna”.
Esta patética radiografía no evidencia cambios futuros: la pobreza no se ataca sólo con mayor riqueza económica sino con una distribución equitativa de los bienes de toda la sociedad.
En tanto la lucha por el poder vuelve gladiadores a los políticos, nadie está pensando en la manera de revertir las desigualdades, que irán creciendo, sin alternativas.