Irán:

Consecuencias impredecibles

La victoria de Mahmud Ahmadinayad en las elecciones presidenciales iraníes no suscita dudas: es otra victoria que obliga retirar razonamientos sobre las eventuales falsificaciones y el uso del llamado recurso administrativo. Pero son pocos los expertos que asumirán el riesgo de predecir sus consecuencias. El triunfo del nuevo Presidente no simplemente produjo sensación, especialmente entre quienes seguían atentamente las peripecias de los comicios, sino que provocó literalmente un choque en Europa y Estados Unidos. Un político 'poco conocido', según analistas occidentales, con reputación de 'outsider', de repente obtuvo una victoria contundente, según escribirían muchos comentaristas.

Por Piotr Goncharoy

Ya después de la primera ronda era pronosticable la victoria tanto de Ahmadinayad como de Rafsanjani. El primero goza del apoyo entre las más amplias masas, mientras que el segundo es un famoso ‘peso pesado’ de la política, ya ocupó el sillón presidencial a comienzos de los años 1990, dando impulso a las reformas liberales.
El que los liberales Mehdi Kiarrubi y Mostafi Moin hubieran perdido con Ahmadinayad en la primera vuelta tenía que servirles de seria advertencia tanto al ala reformadora de la élite política iraní como a Occidente. Durante los ocho años de su presidencia el reformador liberal Mohamad Khatami no supo realizar la mayor parte de los programas trazados. En la economía, las reformas liberales han quedado o en estado embrionario o realizadas a medias.
Khatami no logró sacar al país del aislamiento impuesta bajo presión de Estados Unidos, ni definir la posición de Irán con respecto a EEUU, aunque actuó no sin la ayuda de los omnipotentes ayatallah del Consejo de determinación de lo oportuno de las decisiones que se toman, encabezado por Rafsanjani.
Hacia finales del segundo mandato presidencial, Khatami ha agotado el crédito de confianza que le concedieron los electores sencillos, cuyo número es mucho mayor en Irán que el de los entendidos de las finuras de las colisiones políticas de hoy día.
Por mucho que los liberales Kiarrubi y Moin se esforzaran por criticar a Khatami durante la campaña electoral, no consiguieron corregir la imagen deteriorada del ala reformadora. A juzgar por todo, los ánimos en la sociedad iraní han cambiado radicalmente, y el péndulo de la orientación política empezó su movimiento en dirección contraria, hacia el recrudecimiento de la economía de ‘ektesade toujidi’. Precisamente al promover esa consigna de la ‘justa distribución’ de los bienes materiales, conocida desde hace mucho, el flamante Presidente supo ganar las elecciones. Si está bien ello o mal, los propios iraníes tendrán que decirlo.
La manifestación de que los intereses nacionales constituirán la médula de la actividad de su Gobierno popular, mientras que los principios de realización de los proyectos de petróleo y gas se revisarán a favor de las compañías nacionales solamente, no puede menos que suscitar pesimismo por parte de Estados Unidos y Occidente en su enfoque de las futuras autoridades de Irán. Si añadimos a ello que en el problema iraní fundamental, el programa nuclear del país, el nuevo Presidente ya ha lanzado un reto a los líderes occidentales, manifestándose a favor de desarrollarlo ‘en pie del derecho nacional inalienable’, cabe esperar que en agosto próximo se avivan pasiones en torno al ‘dossier nuclear iranio’.
Tras largas conversaciones Irán – Unión Europea, por fin puede realizarse el sueño de la Casa Blanca, si Irán declara oficialmente la suspensión de la moratoria impuesta sobre la realización del programa de enriquecimiento del uranio. Tal paso tendría consecuencias impredecibles, dado el carácter impredecible de la política que aplica la actual Administración estadounidense: desde una rigurosa aislación hasta el empleo de la fuerza. Las dos variantes ya fueron analizadas por la Administración Bush.
Estados Unidos prevé imponer nuevas sanciones a las compañías que ayuden a Irán a desarrollar programas de armamento. El Presidente Bush todavía no ha firmado la respectiva disposición, pero, según expertos, lo hará antes de dirigirse a la reunión del G8, que se celebrará en Escocia.
No cabe duda alguna de que las sanciones estadounidenses están apuntadas, en primer lugar, contra las compañías rusas. Y no sólo porque Rusia sea la principal ‘partenaire’ de Irán en la realización de su programa nuclear. Moscú ha manifestado que enfoca las elecciones presidenciales como un importante acontecimiento en la vida de Irán y que Rusia va a respetar la opción que hicieron millones de iraníes.
Hace un tiempo, los politólogos rusos ya exhortaron a los americanos a no ‘democratizar’ a Irán cueste lo que costare, librándolo del régimen de los ‘ayatollah no elegidos’, a no forzar la historia, sino que permitirle transcurrir de modo natural. Pero el rasgo distintivo de la Administración Bush consiste precisamente en ver con su propia óptica el mundo y a sí misma dentro de éste.