En un principio, el régimen de Assad de Siria envió tropas pasada la frontera en 1976, ostensiblemente para disminuir la violencia de la guerra civil de El Líbano (1975-1990). Pero una vez allí, el ejército de Siria dominó al gobierno libanés, consumió su economía y convirtió al país en un área para montar las operaciones anti-israelíes y terroristas.
En septiembre, Estados Unidos y Francia lograron que se aprobara la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, en la que se exigía la retirada de todas las tropas extranjeras de El Líbano. Damasco había rebasado los límites torpemente al ordenar a sus aliados políticos que alterasen la constitución libanesa para asegurarle otro mandato a su títere, el presidente Emile Lahoud. A muchos libaneses les molestaba cada vez más la presencia siria, especialmente desde que Israel se retiró del sur de El Líbano en el año 2000.
Las tensiones sirio-libanesas iban empeorando lentamente hasta que explotaron el 14 de febrero a raíz del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri, abierto opositor a la presencia siria. Muchos libaneses sospechan que los agentes de la inteligencia siria orquestaron el asesinato, al igual que los sirios hicieron con muchos otros políticos libaneses independientes como el presidente electo Bashir Gemayel en 1982.
El asesinato de Hariri unió a muchas de las diversas facciones políticas del Líbano y los animó a exigir la retirada de Siria. Las enormes manifestaciones populares fueron la señal de que los libaneses no iban a aguantar más la ocupación siria y Damasco aceptó a regañadientes sacar sus fuerzas militares del Líbano a finales de Abril.
Pero la clave del total dominio sirio sobre la política libanesa ha sido la extensa red de inteligencia siria, ampliada con apoderados sirios cuidadosamente seleccionados en el ejército, la policía, los servicios de inteligencia y las organizaciones de seguridad interna. Los aliados libaneses de Siria y, sin duda alguna, mucho de su personal de inteligencia que va de paisano ha permanecido después de la partida de las tropas uniformadas.
Es poco probable que el régimen de Assad acepte pasivamente que le quiten el control del Líbano. Siria obtiene hasta el 20% de su PNB de El Líbano. Más de un millón de sirios que no pueden hallar trabajo en la estancada economía socialista de Siria trabajan en e El Líbano. Y se cree que altos funcionarios sirios se benefician del lucrativo negocio fronterizo de drogas y otro tipo de contrabando.
Además Assad es impopular en casa. El dictador lidera un gobierno dominado por la minoría alauita de Siria que representa solamente el 15% de la población. El régimen de Damasco no puede darse el lujo de permitir que la idea de la democracia infecte a sus propios ciudadanos oprimidos. Por tanto es muy probable que las elecciones libanesas sean sólo el principio de una extensa lucha política para eliminar los restos del poder sirio fuera del Líbano, no es el fin de esa lucha.
La oposición en la actualidad controla alrededor de un tercio del parlamento libanés y espera obtener la mayoría después de las elecciones. Saad Hariri, el hijo de 35 años del fallecido primer ministro, lidera una coalición que se anotó una gran victoria en la primera ronda de las elecciones ganando todos los 19 escaños de Beirut. Pero el régimen de Assad retendrá a muchos aliados en el nuevo parlamento, debido en parte a su manipulación del reparto de los distritos electorales lo cual dio empuje a los prospectos electorales de los partidos políticos pro-sirios.
Los funcionarios americanos deberían tratar activamente de evitar la interferencia siria trabajando con Francia para monitorear las actividades sirias en el Líbano. Si fuese necesario, el Consejo de Seguridad de la ONU debería estar listo para imponer sanciones económicas a Siria si continúa con sus esfuerzos de intimidar a los libaneses.
Washington también debería insistir en que se desarme a la milicia de Hizbolá, tal y como lo exige la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU. Si Hezbollá amplia su legitimidad como partido político (y es muy probable que aumente el número de escaños que controla en el nuevo parlamento) entonces debe ser persuadida, en gran parte por otros libaneses, de que no puede seguir funcionando como organización terrorista armada.
Después de las elecciones, los oficiales americanos deberían ayudar en los esfuerzos para echar a los recaderos sirios fuera del ejército libanés, de la policía y de otras dependencias gubernamentales. También necesitan echarle un ojo al parlamento. Muchos de los candidatos recién elegidos no son parte de la nueva oleada de reformistas democráticos sino que son miembros del mismo grupo de tradicionales líderes sectarios
cuyos pleitos encarnizados llevaron a la guerra civil que a su vez motivó la intervención siria en primer lugar. Estados Unidos debería trabajar calladamente entre bambalinas para ayudar a que la oposición se mantenga unida y construir un gobierno nacional estable.
Construir una democracia no es tarea fácil. Pero si Estados Unidos y nuestros aliados siguen comprometidos, entre todos podemos ayudar al Líbano a construir una democracia verdaderamente independiente y estable.