Argentina:

La vida devaluada

La noticia apareció en la página 38 del diario Clarín del 17 de mayo. Decía: 'Tragedia en una planta abandonada cerca del polo petroquímico. Se derrumbó una fábrica en Dock Sud y murió un chico de 14 años. Otros dos menores, que también estaban allí buscando materiales para vender, resultaron heridos. La gente apedreó a la Policía y a la Prefectura por las demoras'. Entrando en los detalles se ingresa a la historia argentina contemporánea. El accidente ocurrió en una ex fábrica de aceites abandonada en los ochenta, del grupo Sasetru. Un grupo de chicos entró al lugar para tratar de conseguir hierro y con su venta obtener ingresos para comer. Donde había trabajo, hoy hay una propiedad abandonada. Donde había trabajadores, hoy hay desocupados tratando de vivir de los hierros de una industria cubierta de pastos...

Por Hugo Presman

Ahí cerca en Avellaneda en 1931 había 6.501 establecimientos industriales, en 1935 ascendieron a 7.321 y en 1943 a 9.938 manufacturas.
Hoy es un cementerio de fábricas abandonadas.
En los primeros años de la década del ´50, los trabajadores participaban en el 50% del ingreso nacional.
Una distribución equivalente a la Noruega actual, según el sociólogo Alberto Morlachetti.
Sobre el caso del chico muerto por el derrumbe de una pared en una fábrica abandonada dice: ‘Somos apenas esos barrios tiernos de niños, de ocasos y escombros que cayeron sobre Alejandro Avalos de 14 años que buscaba -con otros pibes- metales para seguir siendo tiempo vivo. La ‘bella jornada’ de sus vidas sólo obtendrá ciudadanía política luego de su sangre y después de sus muertes, en la perfecta insensatez a que lo condena la sociedad del espectáculo’.
En la Argentina de principios de los ´50 no había niñez abandonada, chicos en la calle, ni indigentes. La inseguridad no había ingresado al lenguaje cotidiano. Cincuenta años más tarde, según datos oficiales, 6 de cada 10 niños están por debajo de la línea de pobreza. Hasta hace poco eran 7.
¿Como se explica ésta decadencia?

Un repaso de cómo se devaluó la vida

En junio de 1955 se bombardeó la Plaza de Mayo y alrededores. En realidad las bombas se tiraron sobre la equidad de la distribución, sobre la legislación laboral, sobre los sindicatos, sobre la industrialización, sobre una política exterior con márgenes de independencia, su no incorporación a los Organismos Internacionales. Se alegaba, y era cierto, el autoritarismo gubernamental, las trabas a la oposición, un culto a la personalidad asfixiante.
En septiembre se amenazó con bombardear Buenos Aires. Perón, que contaba con fuerzas políticas y militares superiores, decidió renunciar conociendo hasta dónde podían llegar los insurrectos y temeroso de una guerra civil.
A los gobiernos populares se los denuesta invocando sus defectos pero, en realidad, las verdaderas razones de su derrocamiento son sus virtudes.
Los ‘libertadores’ fueron autoritarios en forma superlativa. No limitaron al peronismo sino que lo proscribieron, llegando al absurdo de no poder mencionarlo en forma pública. Fusilaron en los basurales de José León Suárez, aplicaron la ley marcial en forma retroactiva y ejecutaron al general Valle y otros sublevados sin aceptar los pedidos de indulgencia. Como decía Américo Ghioldi: “Se había acabado la leche de la clemencia”.
En cambio, en la política económica y social se cambió fundamentalmente el rumbo, con lo cual puede leerse con precisión las verdaderas razones del golpe.
Se inició la liquidación del modelo de sustitución de importaciones y del Estado de Bienestar. Para quitarle peso a la presencia de los trabajadores se inició la aplicación de políticas anti industriales. Los gobiernos elegidos -Frondizi, Illía- lo fueron con la proscripción del peronismo. Como la sociedad tenía aún poderosas reservas fue necesario el golpe de 1966 que cumplió parte de su obra. El contragolpe popular -el cordobazo, rosariazo, mendozaso- llevó a las elecciones del 11 de marzo. Ya habían aparecido los secuestros, las desapariciones y los fusilamientos apañados y ejecutados desde el Estado a través der la Marina en Trelew.
Perón, viejo y enfermo, cabalgó exitosamente sobre una sociedad encabritada, aunque sus propuestas se revelaban insuficientes para una sociedad mucho más compleja que la que había dejado 18 años atrás. Su muerte abrió la puerta del infierno al poner las contradicciones en un terreno desfavorable para los intereses populares.
El intento de liquidar el modelo de sustitución de importaciones mediante el Rodrigazo, contó con una reacción social que lo esterilizó.
El golpe criminal se convirtió en una necesidad para completar la obra del 16 de junio de 1955. Había que terminar con la resistencia y reestructurar la sociedad.
La guerrilla fue un pretexto en 1976 como los defectos reales del peronismo en 1955.
Desapariciones, asesinatos, campos de concentración, apertura de la economía, achicamiento del Estado, se aplicaron con la misma crueldad y falta de escrúpulos que los bombardeos de 1955.
Las consecuencias sociales y económicas, una guerra perdida y la perpetración de crímenes de lesa humanidad sumados a una deuda impagable permitieron la llegada de la democracia con variados caballos de Troya en su interior.

Democracias condicionadas sin golpe de Estado

Las fuerzas armadas en América latina han cumplido papeles contradictorios y opuestos a lo largo de su historia. En la mayoría de los casos fueron el brazo armado de los sectores dominantes para derrocar movimientos populares. Los ejemplos son numerosos: Lonardi o Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Castello Branco en Brasil. En otros casos fueron el apoyo o el sustento significativo de procesos transformadores como el de Juan José Torres en Bolivia, Velazco Alvarado en Perú, Perón en Argentina o Hugo Chávez en Venezuela.
En la década del ´80, la mayoría de los países de América latina padecieron feroces dictaduras militares, practicantes de la teoría de la seguridad nacional y a través del Plan Cóndor concretaban grotesca y reaccionariamente una Santa Alianza. Como perpetraban políticas económicas de ajuste, sumado a crímenes de lesa humanidad, su desprestigio fue tan profundo que quedaron invalidadas para cumplir su función de restablecimiento del ‘statu quo’.
Los ´80 y todos los ´90 amanecieron con gobiernos elegidos electoralmente, la democracia debía ser mutilada. Para ello contaban con un elemento de dominación equivalente a un ejército de ocupación que es la deuda externa. El otro era la situación calamitosa producida por las políticas de ajuste. El paso siguiente fue la castración de los antiguos movimientos populares. El peronismo con Carlos Menem, el MNR boliviano con Víctor Paz Estensoro y sucesores, el Brasil presidido por el teórico de la teoría de la dependencia Fernando Henrique Cardozo y luego por Lula, el primer Presidente obrero de América latina, el Ecuador del coronel Lucio Gutiérrez con discurso nacionalista y dolarización de la economía, el Chile del socialista Ricardo Lagos, el Uruguay de Tabaré Vázquez, con el apoyo fundamental de ex Tupamaros, admira la política de Lula convertido en niño ejemplar del FMI, el PRI en México, pionero en esto de hacer de la traición un estilo de gobierno.
Los ejemplos son de distinto grado de aceptación al sometimiento, de diferente intensidad en el incumplimiento de las promesas electorales. Todos parecen haber leído y aplicado con diferente esmero el libro aparecido en 1998 de los franceses Denis Jeambar e Ives Roucaute llamado ‘Elogio de la traición’.
Sostenían sin eufemismos que sólo la traición de la propia historia y de las promesas hechas es lo que permite la gobernabilidad actual.
De esta manera, con votos y apoyo popular fue posible completar la aplicación de las políticas neoliberales.
La consecuencia fue un desprestigio de los políticos semejante a la de los militares, un estallido de las representaciones que produjo el vaciamiento de los partidos y la erupción de reacciones populares en un ejercicio precario de la democracia directa.
Esto preocupa en forma creciente a los sectores concentrados y dominantes de una sociedad de exclusión.
En la Argentina, el gobierno de Néstor Kirchner con algunos pocos hechos y un discurso entroncado con las mejores tradiciones, ha producido un acercamiento entre la sociedad y el Presidente. Sin embargo, la Casa Rosada y el Congreso permanecen vallados. La distancia entre las palabras y los hechos pueden producir, a plazo incierto, una nueva frustración que arrasaría lamentablemente con la malversación de un buen discurso.
Los piqueteros, las protestas obreras, los reclamos estudiantiles, los petitorios de los ahorristas, con sus cortes de calles exasperan a los incluidos felices. A los que les va bien -y son muchos- les irrita que no les dejen festejar su fiesta. Los que buscan una mejor distribución de ingresos en una sociedad crecientemente desigual, los excluidos que golpean las puertas de los confortables diciendo: – ¡Aquí estamos! ¡Queremos vivir!, son molestas rémoras de una crisis que los ganadores quieren olvidar.
Con gran precisión lo cuenta Sandra Russo: “Cuando algún grupo corta una calle, los automovilistas se quejan porque los embotellan, porque no pueden avanzar. Quedarse embotellados le rompe los nervios a cualquiera, eso es obvio. Pero los que están ahí, cortando la calle, han nacido embotellados. Saben, porque está escrito en su destino social, que ni ahora ni nunca podrán avanzar”.
“De poder elegir ¿quién optaría por ser uno de los que cortan la calle en lugar de ser uno de los que esperan en sus autos? Quiero decir: de poder elegir ¿quién optaría por ser pobre e indigente, en lugar de ser un señor de traje azul y camisa celeste? ¿Quién, más que alguien de derecha, puede ver a los pobres como activistas de la pobreza? Y es necesario desatar estos lugares comunes porque en el énfasis de la mirada hacia delante, lo que hay es una minimización de los horrores del pasado. Y esa dispensa es peligrosa hacia el futuro. Estos señores sobrios y educados no creen que, en realidad, un señor sobrio y educado tenga la misma e idéntica dignidad que un zaparrastroso. En sus mensajes hay caricias para los oídos de quienes aspiran a un país de buenos modales y azafatas sonrientes, pero a los que quedan afuera, a los que sobren y no encajen, se les responderá como siempre ha respondido la derecha, sin piedad. El orden es para ellos un valor sobredimensionado, no porque adoren los climas bucólicos, sino porque, tal como la historia de este país nos lo recuerda, es con orden que la derecha siempre ha logrado hacer buenos negocios”.

La vida devaluada

Con distintos escenarios, con diferentes protagonistas, con distintas adscripciones ideológicas, la concentración económica y la exclusión fueron avanzando hasta que la vida quedó tan devaluada como el peso. Las bombas que cayeron sobre la Plaza de Mayo en junio de 1955, han seguido cayendo persistentemente sobre la sociedad argentina. En medio siglo, la Argentina dejó de ser Noruega para ingresar en las profundidades más abyectas de los dramas sociales de América latina.
No hay que inventar lo ya descubierto. Sólo empezar a recordar principios elementales que se intentó olvidar en el último medio siglo adecuándolo al contexto y a las complejidades actuales.
Deuda externa, dictaduras criminales, asesinatos masivos, políticas neoliberales, movimientos populares castrados y convertidos en sostenedores de lo que combatían, concentración económica, desigualdad creciente, sociedad de exclusión, indigencia, hambre.
Medio siglo de devaluación de la vida.