La impudicia de treinta años de ignominia ha producido el patetismo de escenas grotescas. Luis Barrionuevo, sindicalista que oficialmente no pertenece al PAMI, se atrinchera con sus adláteres. Uno de ellos, paradojalmente llamado Reynaldo Hermoso, se construye una fastuosa casa en un Country. El otro Domingo Petrecca, hombre de Daer -otro sindicalista-, le adquirió a su jefe una quinta de cuatro manzanas. La resistencia sostienen, la hacen en defensa de la Obra Social que desvalijaron.
Julio Nazareno, el comisario devenido en Presidente de la Suprema Corte, no renuncia para proteger la institución que preside. Elena Cruz, vuelve presta de Miami donde estaba radicada, para asumir como diputada Videlista «porque la ciudad de Buenos Aires la necesita». No sería de extrañar que el diputado trucho que facilitó la privatización del gas intente, ahora, presentarse argumentando que él también estuvo cuando lo necesitaban y crea imprescindible, ahora, proteger al Parlamento.
Rompecabezas social
Argentina tiene una enorme fragmentación social pergeñada en ésta tres últimas décadas de retroceso profundo. La concentración de la riqueza es la contracara de la exclusión y la pobreza. Como los abismos sociales conforman una sociedad peligrosa, los guetos son la respuesta. Hay escuelas, salud, seguridad, posibilidades para ricos y desprotección, escuela deficitaria, salud precaria y villas miserias. En el medio quedan las rejas, las alarmas, los policías privados, los perros protectores y el miedo. Todos, de una u otra forma, son excluidos. Unos confortables, otros indigentes. Y los impotentes, incapacitados de apuntar a un sistema devastador, buscan soluciones tan absurdas como combatir la exclusión, excluyendo. Ya no es el ex comisario Mario Nardi -de abundante prontuario- quien propone dejar las villas tras un muro. Son algunos sectores del progresismo porteño quienes colocan una reja entre la Villa 31 y el Parque Thays. El diario La Prensa en su edición del 17 de junio de este año, en una nota racista bajo el título «Gobernar con el absurdo» dice en un párrafo: «Cabe preguntarse si el paredón será para proteger al vecino correcto y occidental que pasea, trabaja y paga sus impuestos, o al indeseable intruso oriental dedicado a cuanto delito se presente oportuno cometer».
Y si nos alejamos de la Capital, el lugar con mayor ingreso per capita, y nos trasladamos a Arequito, a 80 Kilómetros al oeste de Rosario, la bonhomía provinciana ha quedado archivada en el «modernismo» iracundo de la época.
Un crimen, con los presuntos culpables detenidos, y una movilización encabezada por una dulce docente sarmientina que propone la expulsión de toda la familia de los imputados. En medio del clima de las películas del Far West, la madre de la víctima es la que manifiesta cordura y tolerancia.
Hay una directa relación entre la política de Alfredo Martínez de Hoz, los campos de concentración, la continuación de la política económica de la dictadura genocida, la fragmentación social y las medidas que se proponen desde esa degradación.
En ésta amalgama de irracionalidad, miedo, desprotección e injusticia, las plazas, dominio público por excelencia se cercan y de noche se veda todo acceso. En un gueto confortable, el Country Carmel, Carlos Carrascosa imputado del asesinato de su esposa, espera el juicio oral. El juez es un hombre muy comprensivo. Autorizó al viudo a viajar a una procesión religiosa a la provincia de Salta. En cada hecho que se analice, los dos países se exteriorizan. Un rompecabezas esparcido por el neoliberalismo que destruyó, en tres décadas, la sociedad argentina que supo ser la más integrada e igualitaria de América Latina.