Israel:

Cuando el libre mercado acaba con el estado de bienestar (de las mayorías)

Los quiebres dentro de la sociedad israelí, generalmente, se han producido a causa de la religión, las etnias y los proyecto de pacificación de la región. Sin embargo, ahora, parece haber aparecido otro aspecto que amenaza con ensanchar aún más las conflictivas grietas ya existentes: la economía. Las nuevas políticas del libre mercado han hecho mella en los sectores marginados. Para quienes destacan los valores de igualdad sobre los que se fundó el Estado hebreo, los recortes en la seguridad social, los despidos masivos y los gastos ostentosos de los ricos han sido, y son, muy difíciles de aceptar como parte de la nueva realidad israelí.

El Instituto Nacional de Seguros, que se encarga de los pagos estatales a los ciudadanos, informó que un recorte en el gasto social, acompañado de una disminución de pago de impuestos para los ciudadanos no sólo benefició a los sectores más poderosos, sino que sigue ensanchando la brecha social y económica en un estado que supo aplicar el socialismo kibutziano (sistema de vida cooperativo sustentado en economía de producción en granjas agrícolas y ganaderas o de desarrollo industrial) como un elemento fundamental para su desarrollo, aún antes de la creación del propio Estado.
En un país en el que esos kibutzim y la Histadrut (Central Obrera de los Trabajadores en Israel) anticiparon la toma de responsabilidades del Estado antes de la creación del mismo, el informe indica que del 2002 al 2004, los pagos de la seguridad social se desplomaron un 16%, a lo que se suma un recorte del 40% en las prestaciones a las familias con hijos. Además, el monto de compensaciones económicas por desempleo cayó un 43%.

Un dirigente equivocado

Benjamín (‘Bibi’) Netanyahu, el ex primer ministro de Israel y actual ministro de Finanzas, sostuvo que mantendrá las políticas de los últimos dos años, argumentando que la economía de mercado es «la herramienta más poderosa para la justicia social».
“’Bibi’ parece estar convencido de que si mantiene su política de desinversión social, Israel debería convertirse, en términos per cápita, en unas de las 10 naciones más poderosas del mundo en unos 10 ó 15 años.
Netanyahu, educado en Estados Unidos, denomina a sus críticos «paleo-socialistas», mientras que otros muchos, incluyendo a activistas del Partido Laborista (Avodá), tildan sus políticas de «capitalismo canallesco». Sin embargo, y a pesar de ello, se sostienen en la coalición de Gobierno.
«Podríamos tener crecimiento, menores índices de desempleo y un mejor nivel de vida para las clases medias y altas», dijo John Gal, de la Escuela de Trabajo y Bienestar Social en la Universidad Hebrea de Jerusalem, «pero lo que él (por Netanyahu) está creando es una enorme clase trabajadora y una población pobre con muy pocas posibilidades de mejorar».

Aumento geométrico

La clase marginada de Israel ha crecido proporcionalmente a la población.
En 1998, el 17,5% de las familias israelíes vivían por debajo de la línea de la pobreza, definida en 400 dólares al mes por persona y 1.000 dólares por familia. Según estadísticas últimas del Instituto Nacional de Seguro, cinco años después, el porcentaje ascendió al 19,3%.
En el 2003, el 30,8% de los niños israelíes vivían bajo la línea de pobreza, en comparación con un 22,8% cinco años antes.
Cuando el ministro llegó al gobierno, el crecimiento económico se había desplomado a un 1% anual a causa del conflicto palestino-israelí. Por otra parte, el desempleo era del 11%.
Netanyahu prometió cambiar la situación mediante el recorte de impuestos y del gasto social, empleando a las personas que recibían subvenciones por desempleo y acabando con el poder de los sindicatos.
Desde entonces, la economía se ha disparado y el crecimiento en el 2004 fue del 4,3%. La tasa de desempleo en febrero era del 9,8% -su nivel más bajo en tres años y medio- y se han creado 114.000 puestos de trabajo.
Aunque la comunidad empresarial está feliz con las políticas del ministro, el ciudadano común está alerta y preocupado.

Lejos del origen

La política de Netanyahu está alejando a Israel de lo que eran sus principios. Con líderes que vivían de forma modesta y perfil bajo, el gasto era moderado y los kibutzim eran el ideal utópico de realización hacia una sociedad justa, moderno e igualitaria.
Actualmente es común ver viviendas opulentas en las ciudades. Los israelíes han empezado a comer en restaurantes lujosos y a comprar vehículos caros. Los puertos están llenos de yates. Los presidentes de los bancos ganan más de un millón de dólares al año y la tecnología parió una nueva aristocracia económica.
Con Netanyahu se produjeron despidos masivos, algo inconcebible hace unos años con el fuerte poder que atesoraban los sindicatos. Recientemente, 4.500 docentes fueron despedidos por decreto.
Tradicionalmente, la pobreza ha estado relacionada con los árabe-israelíes o los inmigrantes provenientes de otros países del Medio Oriente o de Africa, pero a medida que la población envejece, el círculo de pobreza se va ensanchando.
Los críticos aseguran que las políticas de Netanyahu están creando el tipo de trabajos que mantendrán eternamente la brecha entre ricos y pobres.
De los 114.000 trabajos creados, 100.000 son ‘part time’, según afirman de la Oficina Central de Estadísticas. El ministro se defiende y señala que este tipo de empleos finalmente conducen a ocupaciones de tiempo completo. Por ahora, nada de ello ha sucedido.